Este jueves previo a la Romería de Tomelloso, la Orquesta
Sinfónica Verum, dirigida por Miguel Romea, ofreció un soberbio concierto en el
Teatro Municipal de Tomelloso. La velada musical llegaba dentro del Programa Actuamos de las Artes
Escénicas de Castilla-La Mancha. El público que acudió al teatro —no tanto como
el espectáculo hubiese merecido— disfrutó con el recital, que la Verum dedicó a
la Virgen de las Viñas, como quedó demostrado con la gran ovación con la que
premió a esta orquesta que tiene su sede en Tomelloso.
El concierto, titulado “La Titán de Mahler”, sufrió un
cambio de programa en su primera parte. Así, se inició con los Encantamientos
de Viernes Santo de la ópera Parsifal, de Wagner. Los de Romea ofrecieron una
interpretación pausada, sonora, con la densa quietud de Wagner, describiendo de
forma exquisita los sufrimientos de Viernes Santo.
La Verum acabó la primera parte con “Noches en los jardines
de España”, de Manuel de Falla. Germán García fue el solista de estas “impresiones
sinfónicas” del músico granadino. Los
músicos interpretaron la España más profunda y típica, cromática e
impresionista, Romea movía los brazos y el cuerpo, entregado, y por momentos se nos antojaba un banderillero
o un recortador. La orquesta visitó los tres jardines que propone falla con
solvencia y acompañados por el virtuosismo de piano de García (que recibió los aplausos
del respetable).
Tras retirar el piano del proscenio y una pausa, comenzaba
la segunda parte del concierto. La primera sinfonía de Gustav Mahler, la Titán.
Este cronista acudió al concierto con todas las reservas del mundo, dada su
difícil relación con ese músico. Y es que, el lector lo recordará, hubo un
tiempo —durante los años 80 y 90— en que todo era Mahler. El autor del famoso
adagietto sonaba a todas horas, los políticos los recomendaban (Alfonso Guerra,
especialmente), todo el mundo lo escuchaba, tanto que uno, por saturación se
alejó de ese autor.
Pero (empiezo por el final), tras el concierto de la
Orquesta Sinfónica Verum, uno se ha reconciliado con el marido de Alma. Dirigidos
por la batuta de Romea, los músicos estuvieron a la altura de esta obra,
moderna en su tiempo, que introduce el sinfonismo del siglo XX.
La orquesta transita por los cuatro movimientos de la
sinfonía, con el público entregado desde el primer compás, aplaudiendo las
pausas. El primer movimiento nos introduce
y define la obra. En el segundo, el Scherzo, nos invita a bailar n los
asientos, Romea se mueve hiperbólicamente, se nota que el director está a
gusto. La Verum (y Mahler) nos dan un respiro con la soberbia marcha fúnebre
del tercer movimiento; el solo de contrabajo del principio pone los pelos de
punta. Y el último movimiento, con su impactante apertura, que sorprende y
asusta, parece que el teatro se vaya a hundir, hasta llevarnos (pasando por
todos los temas de la obra) al dramático final de la Titán.
Cuando Romea baja la batuta, el público premia a la orquesta
y su director con una gran ovación. Miguel Romea tiene que salir varias veces a
saludar.
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Lunes, 6 de Mayo del 2024
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