Opinión

Augusto Comte hoy

Fermín Gassol Peco | Sábado, 18 de Mayo del 2019
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Uno de las características universales en toda relación es la dualidad. La dualidad es el caldo de cultivo de todas nuestras decisiones afectivas, profesionales, personales; es más, solo podemos conocer la entidad de cualquier realidad siempre y cuando pueda ser contrastada con otra de igual índole, por eso lo absoluto nos resulta tan desconocido como incomprensible. 

Históricamente estos dualismos se han venido adecuando con los problemas que las personas en todas las épocas se han encontrado y a las soluciones logradas en cada momento. Los hombres y mujeres hemos ido descubriendo nuestras capacidades ascendiendo por las paredes más o menos verticales de la historia apoyados en dos grandes bastones, la cabeza y el corazón; y así hemos llegado a donde estamos.

Fue Augusto Comte quien definió esta escalada con sus tres grados o niveles, con sus famosos estadios del saber; la religión, la filosofía y la ciencia positiva como cima de este conocimiento. El hombre positivo, cerebral, exacto, matemático, ese es quien según este filósofo francés llegaría un día a la plenitud del saber universal. Comte desarrolló esta teoría hace unos ciento sesenta años. Echando un vistazo a la situación actual, la pregunta podría ser ésta: ¿Ha logrado la humanidad hoy ser  más cerebral que hace siglo y medio?  

A nivel personal el hombre actual es mucho más positivo; plantea la vida de manera más práctica, más efectiva e inmediata. El desarrollo y los descubrimientos científicos hacen que sepamos el porqué de muchas cosas que tiempo atrás, bien se desconocían o se atribuían a generalidades. Hoy el saber es mucho más específico que así deber ser todo verdadero conocimiento, aquel que distingue lo exclusivo de lo parecido o general. Por eso hoy existen muchas más especialidades, tanto a nivel universitario como en la formación profesional, tanto en materias intelectuales como en las manuales. Hoy toda persona que quiera sobrevivir en esta compleja maquinaria social ha de estar especializada en alguna materia.

 A nivel social, sin embargo, los hombres y mujeres mantenemos un comportamiento más mezclado con el pasado. Gustamos de rememorar viejas costumbres, mantener tradiciones que se dan de plano con la forma de concebir la vida a diario. Quizá sea como una contraprestación a una vida que sabe y huele a poco o que no nos ofrece los olores y sabores de nuestras raíces; y es que no todo en la vida es “plástico, plasma y aluminio”, aunque estos materiales tengan muchas e indudables virtudes. 

A nivel político la cosa se complica y mucho. Mantenemos con demasiada frecuencia posturas que tienen que ver con el pasado y con nuestro corazón. La persona de hoy, positiva y racional lo es menos cuando “piensa” en decisiones donde el pasado y la historia, la genética y la tradición juegan un papel destacado todavía a la hora de decidirse por una u otra opción. Si para Comte la fase filosófica del conocimiento tendría que ser superada por la científica, no parece que muchas personas actualmente a la hora de emitir su voto, por ejemplo, actúen con la frialdad de una decisión de la mente, sino más bien con la decisión un tanto atávica del calor del corazón. 

Como es lógico, dejo a un lado a aquellos que toman las decisiones desde el estómago agradecido. Esos no formaban parte del pensamiento de Comte. 


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