Tomelloso

“Esta obra refleja el amor a la tierra, a la fotografía como lenguaje y a los pintores de mi familia”.

Juan Luis López Palacios presenta su obra “Nos queda la memoria” que acoge los libros “La Luz que permanece” y “La luz efímera”

Carlos Moreno | Viernes, 28 de Junio del 2019
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Contó ayer Juan Luis López Palacios que empezó a amar la fotografía en el año 1982, “pues ella me ayudó a comprobar  que amaba la naturaleza, la arquitectura, a las personas cercanas, el lugar donde nací, los lugares donde viajaba, la vida…” Declaración esencial de intenciones de un hombre que fotografió “sin mesura ni censura”. Muchos años después, el fotógrafo sintió la necesidad de compartir y contar aquello que poseía y decidió hacerlo en el soporte físico de un libro, bueno, en realidad dos, que fueron presentados ayer en un entrañable y elegante acto que tuvo lugar en la Biblioteca.

María Victoria Bolós condujo el acto y en el mismo intervinieron la concejala del Equipo de Gobierno, Nazaret Rodrigo; la hija del autor, María López Torres, que ha aportado mucho talento y creatividad al libro y, evidentemente, Juan Luis López Palacios que estuvo arropado por numerosos familiares, amigos y admiradores . A buena parte de ellos les dedicó la obra “Nos queda la memoria” que acoge los libros titulados “La Luz que permanece”, la primera luz que vió Antonio López García y “La luz efímera”, la otra otra luz de Tomelloso.

Antes de las intervenciones, Carmen,  la otra hija del autor que ha realizado un minucioso trabajo en la confección del libro, fue  proyectando las diapositivas con las fotos de la obra, acompañadas de bellos temas musicales que crearon una atmósfera mágica en el auditorio. Antonio López, la casa de López Torres, la cueva, muebles, objetos con mucho significado, niños, hombres, mujeres, mayores, las calles vacías de Tomelloso, el campo inmenso, los días y las noches, cielos, nubes majestuosas, nieblas que solo un gran maestro de la fotografía puede captar, fotos con mensaje irónico, fotos con los contrastes de la vida, fotos que rinden homenaje a los artistas de la familia, fotos que emocionan, que no dejan a nadie indiferente, instantáneas maravillosas de un fotógrafo que casi todo lo ha mirado con su cámara y no ha sido una mirada cualquiera.

Bolós se refirió al trabajo como “un gran documento narrativo de la historia de Tomelloso”, Nazaret Rodrigo confesó su admiración por “un artista al que conozco muy bien porque fue mi profesor y que ha realizado un trabajo que debe tener el respaldo que se merece”. Así le llegó el turno a María que contó como  se implicó en el trabajo a partir del encargo de un profesor de cine en el que cada alumno tenía que presentar la semilla o el árbol genealógico de su creatividad. “Ví que la mejor manera de cumplir el encargo era ir a Tomelloso, mirar a la gente y sus paisajes”. María evocó con emoción aquellos días en los que acompañaba las caminatas de su padre con su cámara. “Un día me colgó otra cámara y sentí la plena libertad de proyectar mi mirada a través de la cámara, una sensación que no olvidaré nunca”.

Y para terminar Juan Luis López Palacios, que agradeció emocionado el trabajo de sus hijas y de Rocío, su mujer, a la que dedicó unas hermosas palabras de amor que, en realidad, fue de lo que más habló el artista. “Durante todas las etapas de nuestra vida necesitamos ternura y amor, solo que ambos sentimientos cambian, maduran, pero nunca envejecen”.

El fotógrafo habló también del amor a la tierra que natal. “Nada esencial hallaremos en otras tierras que no podamos encontrar en la nuestra, en la que nos vio nacer” y recordó la publicación en el año 2002 del libro “Aquella isla donde habitaron las piedras”, pero marcó diferencias con los dos que aparecen ahora,  “quiero ofrecer a los demás el resultado de ese otro amor; el que incluye a la tierra donde nací, a la fotografía como lenguaje y a los pintores de mi familia”.

El fotógrafo deseo ser correspondido después de un “intenso esfuerzo en el que siento que me he vaciado, pero a partir de hoy seguiré soñando. Soñando para llenarme de nuevo”.  En el final de su disertación aseguró que “sembrar es lo que importa” y  expresó un pensamiento contrario al del gran Jorque Manrique. “Siempre he pensado  que cualquier tiempo pasado fue peor. Más allá de todo dolor, de cuánto hemos perdido, de los años gastados, nada se puede comparar con la dulcísima experiencia  de respirar en el presente , de vivir todavía”. Y se despidió con un hermoso mensaje a los asistentes, “me alegra mucho verles vivos, que la luz os acompañe”. Estos “Lópeces”, rico patrimonio del Tomelloso que les vió nacer, siempre geniales e incombustibles.


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