En él me refería al hallazgo
de tres gatillos con apenas dos semanas de vida a los que su madre había
abandonado y mi decisión de convertirme en una providencial y voluntaria “madre
adoptiva”, salvándoles así la vida. En esta segunda parte prosigo con esta
pequeña y creo que entrañable historia, sorprendente en algunos aspectos.
A fecha de hoy los tres
gatillos se encuentran con buena salud pese a la ausencia materna, si bien creo
que presentan algún síndrome relacionado con esta circunstancia al que luego me
remitiré. Actualmente el grupo se ha visto ampliado a cinco menos uno, es decir
a cuatro gatillos. Más adelante sabrán porqué introduzco esta resta.
Los mininos van creciendo
mostrando sus formas de ser así como la diferenciación de sus órganos sexuales.
Uno de ellos al que llamaré ansioso
se convirtió al poco tiempo en el jefecillo de la camada por su viveza; al
mostrarles el biberón, él era siempre el primero que lo pedía maullando con insistencia
y cierta agresividad tragando después con ansia y aferrándose con las uñas a la
tetilla de látex. Más tarde cuando ya empezaron a comer lo hacía invadiendo el
comedero y pegando contundentes manotazos como queriendo imponer su liderazgo,
tanto es así que a su hermana, cojita de la pata derecha a la que desenfadadamente
llamo muñoz, (por el muñón), no le
permitía comer “obligándome” a situarla en un recipiente aparte; todo un
ejemplo de la crueldad hacia el más débil propio de los animales salvajes; no
obstante acabada la comida, común era verlos jugando hasta caer rendidos. Pero y
ahí viene la sorpresa, hace un par de días decidí ponerlos de nuevo a comer juntos
y llegado el momento fue ella, la hasta ahora gatita maltratada y temerosa, la que
asestó un fuerte manotazo en la cabeza del que hasta ahora tenía subyugada;
también en el reino animal existe la hartura y la venganza.
El otro hermano, cariñoso, que por su actitud pensaba que
era una gatita hasta que mostró ser macho, se comportaba como un perrillo faldero
siguiéndome a todas partes y reclamándome de una manera insistente la atención
para hacerle caricias. Tras unos días de ausencia, al regresar comprobé con
tristeza que ya no estaba; dicen que lo vieron por un tejado próximo buscando
el calor que yo le daba; sin duda alguien seguirá haciéndole caricias. De los
tres pues, quedaban dos.
A las tres semanas apareció
la madre, se trataba de una componente de la camada que mi gata “liebre” parió el año pasado a la que entonces
llamé “tranquila” y de cuya historia
escribí también por estas fechas en un par de artículos titulados “Enseñándoles
a sobrevivir”. Supe que era la madre porque allá en junio, apareció con signo
evidente de estar preñada. El abandono se debió seguramente a falta de madurez
o preparación para mantener a la camada. No es la primera gata primeriza que
deja morir a sus cachorros. Hace años tuve otro caso igual. La gata, preciosa,
se llamaba “nieve”, y en ese caso no
llegué a tiempo de salvarlos.
Les decía en el artículo anterior que mi otra gata “macarena” había parido dos gatillos unos meses antes de nacer los tres protagonistas de esta historia, ambos con pelaje y cola muy larga y que al verme huían como rayos. Pues bien una tarde apareció uno de ellos y vi que al acercarme ya no huía como antes; al día siguiente su confianza fue aumentando poco a poco hasta que se dejó acariciar mientras comía, haciéndome desde ese instante ya con ella. Pese a tener un tamaño mucho mayor al de los tres gatillos, su peso era más ligero pues se encontraba en los huesos aunque su largo pelaje disimulara tal estado; la madre ya no le permitía mamar y acudió a donde había comida. Por su comportamiento pensé que era una gata, pero se trataba de otro macho, Es un gato tremendamente zalamero y pegajoso con vocación de vivir bajo techo pues en cuanto me descuido se mete en la casa, cosa que no permito; lo llamo “sobón” Todas las mañanas cuando me levanto ahí está subido en la ventana esperando para darme los buenos días y ya de paso la comida…que los gatos son mucho más interesados que los perros.
De la gata “liebre”, madre de “tranquila” y “abuela” de la actual camada les decía también en el ya
referido anterior artículo que estaba preñada y que un buen día la vi parida
pero sin lograr saber cuántos gatillos había tenido. Pues bien, una mañana
temprano apareció con una sola cría que era su réplica en miniatura y de la que
no se separaba ni un momento, apareciendo ambas de manera fugaz. Tal como
sucediera con “sobón” y siguiendo la
misma ley de no querer la madre amamantarla, se ha unido recientemente al grupo
pero de una manera completamente distinta. De tamaño intermedio entre “ansioso”, “muñoz” y “sobón” es muy recelosa,
huyendo al menor movimiento que observa; ágil como su madre, ya intenta coger
los pájaros al vuelo demostrando ser la más felina con diferencia; la llamo “astuta”. No he logrado aún tocarla y
dudo que pueda hacerlo que con su madre también fracasé.
Si han tenido la curiosidad
de ir sumando y restando los gatillos que han aparecido en escena, tal como
decía más arriba, habrán llegado al resultado de que el grupo actual está
formado por cuatro miembros, dos machos y dos hembras. Cinco menos uno, “cariñoso”, aquel gatillo que en mi
ausencia desapareció y ya no se encuentra entre ellos…aunque quién sabe si
algún día vuelvan a encontrarse en cualquier otro lugar para seguir jugando.
Respecto a cómo trascurren
sus días, decirles que las tres gatas hacen acto de presencia cuando menos me
lo espero pero sin acercarse demasiado al lugar donde se encuentran sus hijos
respectivos; los observan, quizá para comprobar que siguen vivos; sin embargo tanto
“liebre” como “macarena” y “tranquila”
muestran el mismo comportamiento de rechazo cuando los gatillos se les intentan
acercar lanzando un bufido que los frena en seco; la causa no es a buen seguro
desconocerlos, sino pensar que quieren seguir mamando. Una manera tajante de
enseñarles a valerse por sí mismos.
Durante el día si éste se presenta
muy caluroso, el grupo se dedica a comer y dormir en cualquier parte ya que el
calor los vuelve inactivos. Si detectan mi presencia se acercan y se quedan
dormidos a mi lado, bien debajo de la silla o encima de las chanclas pues los
gatillos buscan constantemente compañía. Es al atardecer cuando inician una
actividad frenética de saltos, volteretas y carreras trepando incluso por los
troncos, sirviendo de entretenimiento a quienes los observamos. Durante la
noche tienen predilección por lugares con suelo blando y recogido; la razón
está en que duermen pegados para darse calor unos a otros; en principio era una
maceta mediana la cama común, ahora duermen en un capacho al que le tengo
puesta una alfombrilla de baño ya gastada, curiosa y tierna a la vez la escena lamiéndose
mutuamente pues sabrán que los gatos son animales muy limpios.
Cierta noche, antes de irme
a la cama, observé que los dos gatillos hermanos estaban con las cabezas juntas
emitiendo un sonido parecido a cuando maman. Me acerqué y puede comprobar que
uno de ellos “ansioso” estaba chupando
los pelillos del cuello de su hermana. Al ponerles la alfombrilla antes
referida ambos comenzaron también a succionar las hebras, algo que todavía
siguen haciendo.
Para comprobar si este comportamiento respondía al síndrome que más arriba refería provocado por la carencia de la leche maternal, hecho que les llevaba a chupar esas hebras como sucedáneas de la tetilla, llené el biberón de agua; al dárselo mis sospechas se confirmaron pues se seguían agarrando con mayor intensidad aún que cuando tenían solo leche de alimento; estaba claro que aún saciados querían seguir mamando…no les importaba el líquido pues se trataba de satisfacer ese instinto aún presente.
El verano va tocando a su
fin y también mi estancia en ese lugar donde resido durante esos meses. De
hecho este artículo lo comencé a escribir junto a ellos y lo estoy acabando separado
diez kilómetros. Sería hipócrita decir que no los echo de menos y seguro que
ellos también a mí, pero sé que me estarán esperando pues tienen cama y
alimento; yo les corresponderé viéndoles con frecuencia por otros motivos.
Sin embargo la vida sigue,
se harán adultos y tomarán el rumbo que deseen; es la ventaja y el riesgo de no
estar sometido a nadie y depender de sí mismo. Quién sabe si entrado el frío
busquen otros parajes o alguien los acoja en cualquier sitio. Posiblemente
“muñoz” la gatita coja, siga permaneciendo allí pues tendrá muchas dificultades
en valerse por sí misma; sus ritmos son mucho más lentos y así como su
crecimiento. El tiempo lo dirá pero creo que mi “maternidad adoptiva” en este
caso se verá prolongada hasta que la naturaleza lo decida.
Un buen día de suerte para
ellos, a principios de julio, sus fortísimos maullidos me llevaron a recogerlos
y salvarles la vida. Hoy mi misión ya está cumplida, de ahora en adelante no
debo alterar lo que el futuro y su condición les tiene preparado, siquiera,
aunque me duela, el más que dudoso porvenir de la minusválida gatita, de lo
contrario estaría atentando contra su propia naturaleza felina. Que la
naturaleza una vez más decida.
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Jueves, 25 de Abril del 2024