Opinión

Ayudándoles a sobrevivir II

Fermín Gassol Peco | Sábado, 14 de Septiembre del 2019
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Hace mes y medio escribía en este mismo digital un artículo que llevaba por título “Ayudándoles a sobrevivir I”. https://lavozdetomelloso.com/16859/ayudandoles_sobrevivir .

En él me refería al hallazgo de tres gatillos con apenas dos semanas de vida a los que su madre había abandonado y mi decisión de convertirme en una providencial y voluntaria “madre adoptiva”, salvándoles así la vida. En esta segunda parte prosigo con esta pequeña y creo que entrañable historia, sorprendente en algunos aspectos.

A fecha de hoy los tres gatillos se encuentran con buena salud pese a la ausencia materna, si bien creo que presentan algún síndrome relacionado con esta circunstancia al que luego me remitiré. Actualmente el grupo se ha visto ampliado a cinco menos uno, es decir a cuatro gatillos. Más adelante sabrán porqué introduzco esta resta.

Los mininos van creciendo mostrando sus formas de ser así como la diferenciación de sus órganos sexuales. Uno de ellos al que llamaré ansioso se convirtió al poco tiempo en el jefecillo de la camada por su viveza; al mostrarles el biberón, él era siempre el primero que lo pedía maullando con insistencia y cierta agresividad tragando después con ansia y aferrándose con las uñas a la tetilla de látex. Más tarde cuando ya empezaron a comer lo hacía invadiendo el comedero y pegando contundentes manotazos como queriendo imponer su liderazgo, tanto es así que a su hermana, cojita de la pata derecha a la que desenfadadamente llamo muñoz, (por el muñón), no le permitía comer “obligándome” a situarla en un recipiente aparte; todo un ejemplo de la crueldad hacia el más débil propio de los animales salvajes; no obstante acabada la comida, común era verlos jugando hasta caer rendidos. Pero y ahí viene la sorpresa, hace un par de días decidí ponerlos de nuevo a comer juntos y llegado el momento fue ella, la hasta ahora gatita maltratada y temerosa, la que asestó un fuerte manotazo en la cabeza del que hasta ahora tenía subyugada; también en el reino animal existe la hartura y la venganza.

El otro hermano, cariñoso, que por su actitud pensaba que era una gatita hasta que mostró ser macho, se comportaba como un perrillo faldero siguiéndome a todas partes y reclamándome de una manera insistente la atención para hacerle caricias. Tras unos días de ausencia, al regresar comprobé con tristeza que ya no estaba; dicen que lo vieron por un tejado próximo buscando el calor que yo le daba; sin duda alguien seguirá haciéndole caricias. De los tres pues, quedaban dos.

A las tres semanas apareció la madre, se trataba de una componente de la camada que mi gata “liebre” parió el año pasado a la que entonces llamé “tranquila” y de cuya historia escribí también por estas fechas en un par de artículos titulados “Enseñándoles a sobrevivir”. Supe que era la madre porque allá en junio, apareció con signo evidente de estar preñada. El abandono se debió seguramente a falta de madurez o preparación para mantener a la camada. No es la primera gata primeriza que deja morir a sus cachorros. Hace años tuve otro caso igual. La gata, preciosa, se llamaba “nieve”, y en ese caso no llegué a tiempo de salvarlos.

Les decía en el artículo anterior que mi otra gata “macarena” había parido dos gatillos unos meses antes de nacer los tres protagonistas de esta historia, ambos con pelaje y cola muy larga y que al verme huían como rayos. Pues bien una tarde apareció uno de ellos y vi que al acercarme ya no huía como antes; al día siguiente su confianza fue aumentando poco a poco hasta que se dejó acariciar mientras comía, haciéndome desde ese instante ya con ella. Pese a tener un tamaño mucho mayor al de los tres gatillos, su peso era más ligero pues se encontraba en los huesos aunque su largo pelaje disimulara tal estado; la madre ya no le permitía mamar y acudió a donde había comida. Por su comportamiento pensé que era una gata, pero se trataba de otro macho, Es un gato tremendamente zalamero y pegajoso con vocación de vivir bajo techo pues en cuanto me descuido se mete en la casa, cosa que no permito; lo llamo “sobón” Todas las mañanas cuando me levanto ahí está subido en la ventana esperando para darme los buenos días y ya de paso la comida…que los gatos son mucho más interesados que los perros.

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De la gata “liebre”, madre de “tranquila” y “abuela” de la actual camada les decía también en el ya referido anterior artículo que estaba preñada y que un buen día la vi parida pero sin lograr saber cuántos gatillos había tenido. Pues bien, una mañana temprano apareció con una sola cría que era su réplica en miniatura y de la que no se separaba ni un momento, apareciendo ambas de manera fugaz. Tal como sucediera con “sobón” y siguiendo la misma ley de no querer la madre amamantarla, se ha unido recientemente al grupo pero de una manera completamente distinta. De tamaño intermedio entre “ansioso”, “muñoz” y “sobón” es muy recelosa, huyendo al menor movimiento que observa; ágil como su madre, ya intenta coger los pájaros al vuelo demostrando ser la más felina con diferencia; la llamo “astuta”. No he logrado aún tocarla y dudo que pueda hacerlo que con su madre también fracasé.

Si han tenido la curiosidad de ir sumando y restando los gatillos que han aparecido en escena, tal como decía más arriba, habrán llegado al resultado de que el grupo actual está formado por cuatro miembros, dos machos y dos hembras. Cinco menos uno, “cariñoso”, aquel gatillo que en mi ausencia desapareció y ya no se encuentra entre ellos…aunque quién sabe si algún día vuelvan a encontrarse en cualquier otro lugar para seguir jugando.

Respecto a cómo trascurren sus días, decirles que las tres gatas hacen acto de presencia cuando menos me lo espero pero sin acercarse demasiado al lugar donde se encuentran sus hijos respectivos; los observan, quizá para comprobar que siguen vivos; sin embargo tanto “liebre” como “macarena” y “tranquila” muestran el mismo comportamiento de rechazo cuando los gatillos se les intentan acercar lanzando un bufido que los frena en seco; la causa no es a buen seguro desconocerlos, sino pensar que quieren seguir mamando. Una manera tajante de enseñarles a valerse por sí mismos.

Durante el día si éste se presenta muy caluroso, el grupo se dedica a comer y dormir en cualquier parte ya que el calor los vuelve inactivos. Si detectan mi presencia se acercan y se quedan dormidos a mi lado, bien debajo de la silla o encima de las chanclas pues los gatillos buscan constantemente compañía. Es al atardecer cuando inician una actividad frenética de saltos, volteretas y carreras trepando incluso por los troncos, sirviendo de entretenimiento a quienes los observamos. Durante la noche tienen predilección por lugares con suelo blando y recogido; la razón está en que duermen pegados para darse calor unos a otros; en principio era una maceta mediana la cama común, ahora duermen en un capacho al que le tengo puesta una alfombrilla de baño ya gastada, curiosa y tierna a la vez la escena lamiéndose mutuamente pues sabrán que los gatos son animales muy limpios.

Cierta noche, antes de irme a la cama, observé que los dos gatillos hermanos estaban con las cabezas juntas emitiendo un sonido parecido a cuando maman. Me acerqué y puede comprobar que uno de ellos “ansioso” estaba chupando los pelillos del cuello de su hermana. Al ponerles la alfombrilla antes referida ambos comenzaron también a succionar las hebras, algo que todavía siguen haciendo.

Para comprobar si este comportamiento respondía al síndrome que más arriba refería provocado por la carencia de la leche maternal, hecho que les llevaba a chupar esas hebras como sucedáneas de la tetilla, llené el biberón de agua; al dárselo mis sospechas se confirmaron pues se seguían agarrando con mayor intensidad aún que cuando tenían solo leche de alimento; estaba claro que aún saciados querían seguir mamando…no les importaba el líquido pues se trataba de satisfacer ese instinto aún presente.

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El verano va tocando a su fin y también mi estancia en ese lugar donde resido durante esos meses. De hecho este artículo lo comencé a escribir junto a ellos y lo estoy acabando separado diez kilómetros. Sería hipócrita decir que no los echo de menos y seguro que ellos también a mí, pero sé que me estarán esperando pues tienen cama y alimento; yo les corresponderé viéndoles con frecuencia por otros motivos.

Sin embargo la vida sigue, se harán adultos y tomarán el rumbo que deseen; es la ventaja y el riesgo de no estar sometido a nadie y depender de sí mismo. Quién sabe si entrado el frío busquen otros parajes o alguien los acoja en cualquier sitio. Posiblemente “muñoz” la gatita coja, siga permaneciendo allí pues tendrá muchas dificultades en valerse por sí misma; sus ritmos son mucho más lentos y así como su crecimiento. El tiempo lo dirá pero creo que mi “maternidad adoptiva” en este caso se verá prolongada hasta que la naturaleza lo decida.

Un buen día de suerte para ellos, a principios de julio, sus fortísimos maullidos me llevaron a recogerlos y salvarles la vida. Hoy mi misión ya está cumplida, de ahora en adelante no debo alterar lo que el futuro y su condición les tiene preparado, siquiera, aunque me duela, el más que dudoso porvenir de la minusválida gatita, de lo contrario estaría atentando contra su propia naturaleza felina. Que la naturaleza una vez más decida.

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