“Pocos
ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.
Nicolás Maquiavelo.
Bien podría ser este refrán una síntesis de otros dos mucho
más conocidos relacionados también con el mundo de las apariencias y que, a pesar
de sonar contradictorios, expresan a las mil maravillas las dos caras de una
misma verdad. ”Las apariencias engañan” y “No basta que la mujer del Cesar sea
honesta, también ha de parecerlo”. La apariencia como disfraz de algo que no
existe o como exhibición de una realidad más valiosa o profunda.
Los celofanes vienen
siendo utilizados desde hace mucho tiempo como envoltura en los regalos que
hacemos dada su vistosidad, pues a nadie con un mínimo de sensibilidad se le
ocurre presentarlos envueltos en papel de estraza o de periódico. El celofán como
ese envoltorio que confiere cierto aire de misterio y elegancia, como toque
final y atrayente que otorga más categoría al contenido, incluso cuando el regalo
tiene de por sí un gran valor. De ahí que el celofán sirva para confirmar la
categoría de lo que envuelve, al igual que la honestidad en la mujer del César.
El papel celofán se
presenta como sucede con todos los productos que existen hoy en el mercado con
muy diferentes aspectos. Los hay transparentes, con distintos colores de mayor
o menor intensidad, lisos, con rayas o dibujos, adhesivos, todo dependiendo del
tipo de obsequio que contiene y quién sea su destinatario. Que no puede presentar
el mismo aspecto el regalo que se hace a un niño, que a una persona de la que
estés enamorada y no digamos si se trata de agradecer algún favor. En cualquier
caso lo que conlleva es un agradable y delicado aspecto y tacto; de hecho
muchas personas lejos de destruirlo, lo guardan como recuerdo, sobre todo si el
regalo recibido es de la persona amada.
Llegados a este
punto se preguntarán a cuento de qué esta alusión y descripción de algo que no
parece tener demasiada entidad y tienen toda la razón. Pues bien, los motivos que
me llevan a hacerlo se encuentran en el hecho de que este atractivo papel está hoy
presente de manera cotidiana en nuestras vidas, no porque regalemos nada sino
porque forma parte de los regalos que nos hacen, unos regalos que sin embargo, no
sabemos muy bien en qué consisten.
Y es que hoy el papel celofán envuelve muchas declaraciones,
pactos, situaciones, decisiones, acuerdos, reuniones, fotografías, incluso carencias,
todas ellas muy estéticas. Hoy se pronuncian muchas palabras celofán, frases
celofán, existen demasiados viajes que nos resultan muy caros para celebrar reuniones
y llegar a acuerdos celofán, mucho gobierno celofán, muchas sonrisas y
decisiones celofán. Muchos papeles celofán que envuelven muchas cuestiones
propias de un zoco del todo a cien.
Maquiavelo tendría razón también hoy, cinco siglos
después, en su apreciación hacia esta civilización de las apariencias, amante
de lo superficial y estético, en la que resulta mucho más rentable aparentar
que ser, incluso en aquellos casos en los que el envase está vacío como sucede
en no pocos de los regalos que los políticos nos hacen hoy. Naderías envueltas
en ese elegante papel que, de eso se trata, resulta desde luego muy agradable al
tacto y la visión; que no nos engañemos, sigue sin haber nada nuevo bajo el
Sol. Maquiavelo que ejerció como diplomático ya sabía muy bien a su manera para
qué servía el celofán.
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Viernes, 13 de Junio del 2025
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