Tomelloso mantuvo una estrecha relación con la industria del
juguete. Muchos de sus vecinos emigraron
a Ibi en las décadas de los sesenta y setenta para trabajar en las fábricas de
marcas tan conocidas como Rico, Payá o Injusa. En tierras alicantinas se
ganaron la vida aquellos tomelloseros que tuvieron el privilegio de fabricar
esos productos que tan felices hacían a los más pequeños. Entonces, el plástico
todavía no era hegemónico y se imponían otros materiales como la chapa y la
madera.
Ahora hemos tenido la oportunidad de revivir aquel
entrañable mundo visitando a Isabel Parra Onsurbe, que guarda con especial mimo
y cariño la maravillosa colección de juguetes antiguos de su marido Leonardo
Mesones, el cántabro que le robó el corazón y con el que compartió treinta
felices años de convivencia conyugal. “Mi marido empezó la colección con la
flecha de plata que era un juguete muy conocido, un coche deportivo que causó
sensación en la época y que era muy caro. Era también muy amante del motor, de hecho
tenía un Ford de 1920 que acabó vendiendo al museo de Camilo José Cela en Iria
Flavia y hasta organizaba rallyes”, explica
Muchos de los juguetes son de los años veinte y treinta.
Están cuidadosamente colocados en unas vitrinas procedentes de una antigua
farmacia de Madrid. Isabel las consiguió por mediación de unas buenas amigas.
El espacio que ocupa la colección es en realidad un pequeño museo muy bien organizado. “La
debilidad de mi marido eran los coches”, nos sigue contando nuestra amable
anfitriona. Así, vamos viendo maravillosas reproducciones de coches de
legendarios modelos, a distintas escalas y tamaños. Muchos son de chapa, de la
época en la que este material fue tan utilizado en la industria del juguete.
También hay motos, aviones, soldados de plomo, muñecas, camiones, barcos,
trenes con diferentes estaciones, a autobuses, caballitos con ruedas,
bicicletas, vespas…Una vitrina entera está dedicada al seiscientos. “Casi todo
es juguete antiguo, recopiló también algo de moderno, pero muy poco”.
Cuenta Isabel que el Ayuntamiento de la época de Carlos
Cotillas le ofreció a su marido la posibilidad de realizar una exposición en La
Posada. “Leo estuvo encantado, pero les dijo que necesitaba vitrinas cerradas
para exponer los juguetes. Le dijeron que lo pensarían y después le contestaron
diciendo que habían pedido un presupuesto y que no había sido posible encontrar
las vitrinas que pedía mi marido. Después se lo ofreció al Ayuntamiento para
montar un museo permanente, una forma de homenajear la gran fusión que ha
existido entre Tomelloso e Ibi por los muchos trabajadores de aquí que se
emplearon en las fábricas del juguete. En Castilla-La Mancha apenas hay museos
del juguete y nuestra ciudad podría tener uno precisamente por esa gran
vinculación con Ibi. Pero nos dijeron que no tenían sitio”.
Leonardo Mesones mantuvo relaciones fluidas con otros
coleccionistas como José Andrés López Vázquez “que tiene muy poquitos juguetes,
pero muy buenos” o Vicente Lara Casero, ingeniero tomellosero que reside en
Málaga y otros muchos coleccionistas de toda España Acudía también a ferias”.
Su implicación con este mundillo le llevó a conocer al autor del libro “La
historia del juguete en España”, José Corredor Mateos, natural de Alcázar de
San Juan, aunque afincado en Barcelona. “Quiso que esta colección fuera a
Alcázar de San Juan, pero nos negamos. Esto está tal y como mi marido lo dejó,
se pasaba aquí las horas muertas. Le quisieron comprar algunas cosas, pero él
casi nunca quería vender nada”.
No nos cansamos de admirar juguetes de la colección,
únicamente lo que se ve, porque hay mucho material guardado. Hay una preciosa
colección de muñecas alemanas, y entre ellas está también la famosa Mariquita
Pérez. En otro lugar aparece el muñeco Pipo, que fumaba, y causó furor en su
tiempo y un juego de tabas. En la parte más alta de una de las estanterías
aparecen los juguetes de madera que se fabricaban en Denia. Isabel nos enseña
también una mini peluquería de muñecas por la que siente especial cariño,
evocando, quizá, el oficio que desempeñó durante tantos años.
Isabel guarda también las cajas
de los juguetes, a las que los coleccionistas otorgan gran importancia. “De
hecho, vas a ferias y puedes encontrarte con que tenga más valor la caja que el
propio juguete”, señala.
Juguetes y muchas más cosas
El afán coleccionador de Leonardo Mesones iba más allá de
los juguetes. En nuestro recorrido hemos visto curiosos instrumentos antiguos
como una cámara de cine, un farol de barco, relojes, navajas, armas antiguas,
un taxímetro, varios aparatos de radio, un proyector, cámaras fotográficas, una
calculadora, un sifón de San Cristóbal, un teléfono de ferroviario, el último
cupón de la once con la peseta y el primero con el euro, entre otros muchos
objetos. Isabel hace que nos detengamos en una vitrina que contiene una
colección de vasos de balnearios. Nos enseña uno en el que se conmemoraba la
boda de Alfonso XIII.
Cuando apuramos nuestra visita todavía hay tiempo para ver
una colección de la famosa revista “La Codorniz”, con ejemplares que van de
1962 al 77, encuadernada en un taller de Afas. En el salón y el largo pasillo
del piso cuelgan cuadros de diversos estilos, muchos de ellos llevan la firma
de Serafín Herizo, gran amigo de Leonardo e Isabel.
Insiste Isabel en su ideal del museo. “El día que yo falta no sé qué va a pasar con todo esto y me gustaría que quedara para generaciones futuras. Hay mucho que ver y aprender en todo lo que coleccionó mi marido, una persona increíble que leía todo lo que caía en sus manos, muy amante de la cultura”. Los periodistas despedimos agradecidos a una mujer con la que hemos compartido un maravilloso viaje en el tiempo.
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Jueves, 25 de Abril del 2024
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