“Plinio, con su habitual paso lento, y mirando con los ojos
casi cerrados, comenzó a pasar revista a los meloneros.
Todos, junto a su montón de sandías -todavía no era tiempo de
melones chinos- voceaban a su mercancia:
-¡A perrilla el kilo!
-¡A cata y cala!
-¡Dulces como la miel!
Pesaban con romanas las sandías brillantes, hacían catas que,
si salían rojas, las mostraban con orgullo; echaban el dinero sobre un
cajoncillo
-¡Vaya melón de agua que te llevas, parroquiano! -gritaban al cliente que marchaba con su sandía bajo el brazo.”
FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Los carros vacíos
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Jueves, 28 de Marzo del 2024
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