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Dolores la Siniestra | Miércoles, 20 de Mayo del 2020
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Ven. Cuando me pongo tremendona ­–y les hablo de mis aventuras con yogurines­- me dicen ustedes que no sé tocar más que las cosas del culo. Y el mes pasado, que saqué la vena de la rabia y la ira por los muertos por el COVID-19 –y la incompetencia supina de los que dejamos que nos gobiernen-, me reprochan que no supiera aportar un rayo de esa gracieja tomellosera que tan bien hubiera venido para quitar tensionesLes juro que no hay quien les entienda.

Lo de hoy es una tontería, pero no me resisto a contarlo.

El martes pasado estaba en el Mercadona, parapetada con mi mascarilla, con las gafas empañadas –porque no soy capaz de ajustar los nudos esos al pico de cada lado- y con unos guantes de los de fregar –porque en la farmacia de mi barrio no disponen de existencias- cogiendo pimientos, tomates, comino y ajos para hacer asadillo.

Al pagar, cuando iba al aparcamiento para dejar las bolsas en el coche, me percaté de su presencia, en un rincón de la esquina.

Parecía triste, apocada, compungida o, quizá, tan solo preocupada. Me acerqué a ella, para preguntarle, sobre todo por si necesitaba algo de ayuda, y entablamos, distancia de seguridad mediante y casi cobijadas de las miradas indiscretas entre las dos esquinas, una breve conversación.

-Pues claro que estoy jodida, ¿cómo para no estarlo?

-Pero chica –le dije- yo creo que no ha sido para tanto. Además, en los grupos del Facebook del pueblo, que es al final donde la gente ve o lee estas cosas y donde se podría armar revuelo, en cuanto se habló del tema lo quitaron todo. De hecho, yo en la prensa local no he visto nada.

-Ya, y menos mal. Pero no lo sé, no lo sé. De verdad, que me ha tenido en vilo muchas noches, y así sigo, que se me cayeron los palos del sombrajo. Yo pensaba que eso no iba a salir de nuestro grupo pero, ya ves… Es que no te puedes fiar de nadie.

-En eso llevas razón, hermosa –trataba de mostrarle cercanía porque ella estaba cercana a las lágrimas. Mi abuela me lo decía siempre: tu mejor amigo tiene un mejor amigo que, a su vez, tiene un mejor amigo. Así que, sé discreto.

-Ya, joder, pero es que, siendo quién soy, que me conoce todo el mundo… Y que, al final, eso se grabó para hacer ilusión a los muchachos y a las familias, para sacarles una risa en estos momentos de separación y confinamiento. Una cosa interna, vaya…

Deje dos segundos antes de contestarle-. Bueno, mujer, pero seguro que los tuyos han estado ahí a tu lado, ¿no?

-Sí, claro. Los de siempre sí, Los que no fallan… Ésos siempre están y apoyan. Y hacen todo lo que haga falta por ti. Pero esto, tú no sabes qué “entripao” tan grande.

-Ya –le respondí-, pero, yo que tú. me andaría con más cuidado. Porque los que aunque sea negro te dicen blanco para regalarte los oídos, ésos son como las primeras ratas que huyen del barco. Y ya sabes cómo es tu mundillo. De hecho, alguno de los que de verdad te aprecian te debería haber advertido que esto podía haber ocurrido. Un día puede estar arriba y, por una cosa de éstas, al día siguiente te ves fuera.

-Nada, ninguno, hija mía. Ninguno. Y ¿sabes lo que más coraje me da? Que, encima, he quedado como una tonta y que sé que mucha gente me mira mal. Por no haber tenido cabeza, por no haber sido capaz de pensar y negarme a participar en una estupidez como ésa con lo que estaba pasando en el pueblo.

La miré de frente, callándome lo que de verdad pensaba-. Bueno, tú tranquila y a lo tuyo. Que esto no pasará de ser un mal sueño. La gente se olvida pronto y la próxima vez que salgas te volverán a aplaudir como siempre.

Pareció no escucharme.

-Yo, joder, yo, que siempre he intentado hacer lo mejor para todos. Para conseguir su felicidad… Es que no me lo puedo creer.

Nos despedimos.

Ustedes lo pondrán en duda, pero jamás vi caminar a una guitarra de juguete de niño pequeño caminar con tanta tristeza y desolación.

Alicaída, dolida, incomprendida, como si todo el mundo confabulara contra ella. Como si nadie pudiera entender que, incluso las mayores estrellas, pueden guardar un resquicio para sonreír y actuar.

Incluso, cuando, a su alrededor, todo se desmorona y la gente muere a paletadas.

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