Opinión

Profecías de la pandemia

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 20 de Junio del 2020
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Sí otro artículo sobre la pandemia. Pero no es lo que piensas. 

         Hace unos días leyendo sobre temas interesantes, di con una frase de esas que, al pensarlas, dan lugar a infinidad de ideas, que ayudan a relacionar otras y a comprender  muchas más. Es como esos cohetes de fiestas surgiendo hacia el cielo y al estallar abren un paraguas con infinidad de lucecitas, las cuales siguen multiplicándose mientras iluminan la noche e intentan armonizar sonidos bonitos. Pues así…

         La frase era de una escritora religiosa Dominica: «¿Una pandemia puede ejercer de profeta

         Algunas de las ideas que me vinieron a la mente quiero compartirlas contigo, que lees estas líneas, pero antes, por si acaso, necesito aclarar lo que he aprendido que significa “profeta” y en este caso “profecía”. Etimológicamente la palabra tiene, como muchas otras, la raíz en el Griego clásico; está compuesta por la preposición “πρό” y el verbo “φαίνω”, y significa el que habla en nombre alguien, un intermediario, abogado representando a un cliente; desde luego nada que ver con el significado de adivinador, astrólogo, vidente…

         El profeta, personaje muy presente en las religiones, es la persona que llama la atención del pueblo, de los reyes, mandatarios, etc. para que corrijan su mal comportamiento, dicen que hablan en nombre de Dios. Muchos ejemplos los tenemos en la Biblia en la parte del Antiguo Testamento.

         Pues, eso, relacionando en mi mente, me dije «claro, la pandemia puede hacernos de profeta». A ver si me explico bien. Para mí el covid-19 ha sacudido el mundo, ha hecho que nos tambaleásemos todos los habitantes de la tierra, igual que hacen las máquinas en la recogida de aceituna.

         Los resultados han sido catastróficos, muertes, enfermos, dolor, sufrimientos, lágrimas, nervios, pérdidas de trabajo… miles de males muy concretos en personas también muy concretas. A todos de un modo u otro nos ha afectado esta oleada de sufrimiento y tragedia.

         Nos dicen que va a cambiar la sociedad, que vamos a cambiar todos, mi pregunta ahora ¿para bien, progresando en valores, mejorando cualidades y dones de cada uno o por el contrario aumentando el egoísmo, materialismo, el afán de revanchas en fiestas y botellones?

         También me respondo. Sin pecar de optimista sé, por experiencia, que la inmensa mayoría de personas se van a preocupar por progresar, por mejorar comportamientos. El ejemplo estos meses de atrás; desde los que trabajaban en “primera línea de fuego” como los sanitarios y familiares de enfermos, hasta el último vecino que se ofrecía para hacer la compra o recoger medicinas en la farmacia, incluidos los aplausos de las ocho. Otros cocinaban más cantidad para pasar un plato al abuelillo, que se había quedado solo. El otro que inventaba, cantaba, animaba haciendo más llevadero el encierro. “¡MILLONES DE PERSONAS PREOCUPADAS POR AYUDAR A LOS DEMÁS”!, ha sido noticia en telediarios y periódicos digitales.

         La única nota discordante la han dado algunos políticos, no todos,  “tirándose al degüello”, para aparentar mayor preocupación por la “ciudadanía”, intentado ocultar el hambre de votos.

         Pues eso es, no vamos a ser mejores, ya lo estamos siendo, ya estás siéndolo. La “pandemia”, ha actuado como profeta en nuestras vidas y en la sociedad, ha sacado lo mejor de cada uno y lo hemos practicado durante meses, simplemente habrá que seguir en la línea. También llevas razón si me dices que hay mucho descerebrado, que no piensa el daño que puede traer su mala conducta. Sin embargo yo sigo, terco, pensando que somos más numerosos los que actuamos con responsabilidad y “cabeza”.

         Te animo a que aproches lo que los técnicos llaman el kairós, el momento oportuno, la ocasión. Hay que subir otro escalón. No podemos dejarnos vencer por esto, ni por ningún otro acontecimiento de muerte en nuestra vida.

         Mientras escribo estas líneas de reflexión, por si te valen, querido lector, me acuerdo de mi amigo Benigno Novillo, “hombre cabal” como decimos en la Mancha, honrado, buena persona, trabajador y cristiano convencido, se fue al cielo el día 5 de abril arrastrado por covid-19, solo, en una cama de hospital, sin el calor de la familia, sin la caricia de la mano de su mujer Vicenta, (así obligaban las normas de sanidad), igual que posiblemente tu padre, tu madre, un hermano, un pariente, un amigo, un vecino, con nombres y apellidos, personas concretas, muy queridas por los suyos:  Alejandro, Ramón, María de Gracia, José, Antonio, Pepe, Mercedes, Mari Carmen…

         Por ellos, por todos los que han muerto, por todos los que han superado la enfermedad, un recuerdo, una oración y el compromiso de que esta sacudida  mundial te haga, y me haga un poquito mejor.

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