La existencia, la realidad
preexistente, siempre aparece cargada de verdad. No es la primera vez que
escribo sobre este tema que considero de capital importancia pues de su aceptación
y seguimiento depende sin duda alguna el futuro, la llegada a buen puerto, el
descubrimiento de la plena identidad del ser humano.
La
verdad es cualquier realidad que la vida nos ofrece en su manera original, por
lo tanto trasparente, inocente, sin contaminar; de la misma manera que la
naturaleza no entiende de dobleces, preámbulos, cálculos o reflexiones pues todo
en ella discurre de una manera espontánea. Si equiparamos naturaleza, vida y
existencia, tendríamos que colegir que las nuestras en principio deberían estar
impregnadas de todo lo anterior. Pero en este maravilloso escenario donde las
sorpresas no caben, existe un factor destinado a elevarla y dotarla de
personalidad propia, un elemento que hace de esa naturaleza, de esa existencia,
de esa vida, algo activo, participativo, capaz de dotarla de una respuesta
propia; ese elemento es la libertad. De ella derivan la inteligencia, la conciencia
y la moral.
La
libertad, la inteligencia, la conciencia y la moral son virtudes y atributos con
los que la naturaleza humana está capacitada para poder profundizar en las
verdades que la vida ofrece pues la existencia contiene unas potencialidades, unas
dimensiones que solamente puede ser abordadas a través de esos cuatro atributos
específicos del ser humano. Y es que hasta hoy no existe nada ni nadie con
capacidades superiores a las del hombre como especie, de ahí que seamos
nosotros los encargados de llegar a descubrir por completo la realidad que
existe.
Pero
tanto la libertad como la inteligencia, la conciencia y moral pueden ser
educadas y utilizadas de una manera veraz o torticera; en este último caso
estamos hablando de lo contrario a la verdad, la mentira.
La
mentira puede ser considerada como la estrangulación de la verdad que la vida
nos presenta, de aquellas realidades que nos encontramos a diario. Las mentiras
traicionan por tanto el futuro que procura la verdad que es tanto como decir
abortar el futuro del ser humano porque escatiman o anulan la dimensión
creciente que la verdad procura. La verdad es oxígeno para ese futuro, mientras
las mentiras son conceptos nocivos que eliminan el aire de la vida.
Como le diría Serrat a Sabina en una irónica
canción, “nunca es triste Sabina la verdad” pero para saber aceptarla hay que
tener madurez y valentía; la mentira es siempre el fácil reducto del cobarde e
inmaduro o arma para propia conveniencia como individuo, grupo, clase social o
etnia.
La mentira es la
tergiversación mental de la verdad, por eso la convierte en el arma más
peligrosa para la deriva del ser humano, tanto a nivel individual como social;
supone someter a la mente a un proceso erróneo que da como resultado
desembarcar en un lugar equivocado. Cuando la mente es subyugada y sometida de
manera constante a la mentira, la conciencia acaba perdiendo el sentido, el
norte de la realidad y como consecuencia el comportamiento moral presenta un
encefalograma plano.
Cuando el ser humano vive sin
encontrar referencias, cuando la inteligencia se encuentra inundada por señales
equivocadas, la vida se convierte en un naufragio. Es cuando la mentira acaba
por estrangular a la vida y a la libertad. Por eso la verdad nos hace libres,
porque es el oxígeno de nuestras conciencias.
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Jueves, 25 de Abril del 2024
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