Opinión

Hay que ser Sinaco…

La TomePedia | Jueves, 18 de Enero del 2018
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O hecha la norma, hecha la trampa. Los académicos de La TomePedia hemos descubierto algunos términos han surgido de aplicar nuestra gramática con ingeniería inversa. Esto que suena muy rimbombante en realidad es un proceso muy sencillo, pero hay que explicarlo.

Por ejemplo, según nuestras «Normas de Gramática Tomellosera», para simplificar la dicción de los superlativos, no los acabamos en “-ísimo”, sino en “-ismo”. Asi uno muy alto, será altismo y no altísimo. Y a uno le puedes decir «Cansinismo» y que te respeten, como se te ocurra decir “cansinísimo”, el dolor de cuello del garrotazo que te puede caer, sí que te va a parecer “hartizo”.

Total, que en algún momento, los tomelloseros se encontraron con el término «Sinapismo» que en su segunda acepción la RAE lo define como “Persona o cosa que molesta o exaspera”.  En base a nuestra gramática, podría ser el superlativo de “sinapo” y en algún momento cambió el sonido “pe”, por el de la “ka” (no sabemos si fue antes el huevo o la gallina). Pero al final nos hemos quedado con los términos «Sinaco» y su superlativo “sinaquismo” que son los que hoy usamos, pero en castellano original, este superlativo tendría que ser algo tan raro como “Sinapismísimo”, palabro de todo punto impronunciable sin provocar un esguince lingual o un «Espite» celebral según los casos.

Algo parecido pasa con las palabras con género ambiguo como “moto” o “radio”, que son femeninos pero no acaban en “-a”. Como la tendencia en el habla es a eliminar las vocales respetidas, alguien (de Tomelloso) que escuche “trae la radio”, fonéticamente puede entender “trae l(a)’arradio” o “trae’(e)l arradio”, no sabes a ciencia cierta si es un femenino o un masculino, pero en cualquiera de los casos ha aparecido una “a-“ antes de la palabra, que ya se consolida y pasa a considerarse como parte de ella. Así en nuestra tierra aparecen «el Arradio» y «el Amoto», rizando el rizo de nuestra propia gramática y usándola para crear palabras al revés.

¿Entonces para qué creamos estas palabras si no hacían falta? Para darle consistencia a nuestras normas gramaticales, que sin saber si quiera de su existencia, todo tomellosero sabe inequívocamente respetar. 

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