Opinión

A mi manera

Encarna Cabañas | Lunes, 31 de Agosto del 2020
{{Imagen.Descripcion}} Foto: Carlos de la Osa Foto: Carlos de la Osa

Hoy en la madrugada del 31 de agosto, resuenan unas notas tímidas de “A mi manera”… que interpretan los hermanos Osuna. La música colándose por mi ventana me recuerda que muchos están celebrando esta última noche de fiestas embozadas…a su manera.

Se filtra esa melodía recordándome que los días de feria sin carruseles, sin el chocolate humeante acompañado de un chal que no es capaz nunca de quitar el frío en esta última noche de fiesta, han terminado. Que no he comprado el bolso de todos los años que inicié como tradición, desde  aquel que fue confeccionado en charol con el estampado de “la familia Telerín” y que adquirí en los puestos de la feria con todo mi dinero ahorrado, que las sandalias no se han empolvado de tierra del parque para la vuelta a casa, que no he conseguido las cucharas de madera para este año en la venta de los cacharros, y que tantas cosas no han sucedido, que tengo la extraña sensación que quizá no haya envejecido un año más.

De todas las fiestas que nos ha robado esta enfermedad, ahora nos tocaba la feria, la que nos hacía recordar la niñez, la juventud, los hijos menudos, las ausencias… la que todos los años nos hacía sentir pequeños de nuevo mirando una noria muy grande, que nos hacía  jóvenes compartiendo unos botellines en la misma barra de siempre y al mismo tiempo nos hacía velar por nuestros jóvenes , quienes realmente de verdad lo eran envueltos en algodón de azúcar…que nos hacía bailar y brillar junto con los arcos de luces y los fuegos artificiales y la que debería convertir en recuerdos lo que  este año no hemos podido vivir.

Nos hemos quedado esperando tantas cosas, que es como si el tiempo se hubiera paralizado y  junto al paseo, quedamos petrificados… sin que nunca llegaran las madrinas con sus recién estrenadas bandas honoríficas impuestas en la Fiesta de la Vendimia de camino hacia la pólvora.

Las fotografías de blanco y negro del tirapichón, con el ojo guiñado de nuestros padres, parecen recordarme que algo no ha pasado, que queda pendiente… o que este año la feria ha ocurrido sin mí, en otra dimensión, donde huele a berenjena y a pollo asado y donde existe un bullicio que yo he dejado de oír.

La sensación es que todo queda por pasar…igual que no pasaron los penitentes ni los romeros…dicen que cuando las máscaras se mojan, los penitentes andan a saltos…pero ¿qué pasa cuando nada pasa?, cuando todo termina en un Carnaval y da igual lo que les haya pasado a las máscaras si se han mojado o no…pues no llegaron los penitentes, solamente quedamos las máscaras, embozadas, ocultando nuestros rostros irremediablemente en un Carnaval que no acaba…aunque nosotros nos hayamos convertido en penitentes por una causa de la que no somos culpables.

Esta última noche de fiestas y en la que este último baile no acaba pues no ha comenzado…me lleva al Teatro Municipal, donde yo de negro riguroso, recuerdo a un auditorio expectante como cada año en La Fiesta de las Letras y al que yo recibía recordando la ausencia para mí más importante de la noche, la de mi hermano José Luis Cabañas que había firmado su última viñeta con la vida dos días antes sin ello estar en mi guión,  y recordando las palabras, imágenes  y melodías en torno a un Pavón que Umbral  elogiaba como” señorito de pueblo, rubiasco y muy puesto”,   en su pregón de La Fiesta de la Vendimia de 1970 y que yo había encontrado mecanografiado a golpe de Olivetti entre los antiguos papeles de mi padre, esperando en una copia de calco azul y guardado para dejarse descubrir  en el momento adecuado.” Tomelloso era para mí un pueblo de la Mancha que tenía los ojos claros y el empaque señor de García Pavón”, escribía Francisco Umbral.

Aquella noche del 30 de agosto despedimos a los presentes con las últimas notas del Himno a Tomelloso, como si la sexagésimonovena Fiesta de las Letras que ya había concluido, esperara a la próxima; e imaginando que llegaría puntualmente este año junto al resto de nuestras vidas y de todas las vuestras.

Y las notas de “A mi manera” invitadas en mi salón sin baile, me llevan a aquella noche que recuerdo entrañable y rodeada de amigos como: Jesús, Agustín, Lidia, Álvaro, Inocente, María, Marieli e Irene, que la hicieron real desde un sueño, y que se ha quedado en un álbum entre otras imágenes de “festejos de ferias” que sucedieron antes de estos, más que los anteriores, enajenados años veinte.

Todos nosotros quedamos en la fotografía de aquella noche sintiéndonos felices, ajenos a cualquier peligro que pudiera acechar, mirando un mundo, el cual confío que pronto nos devuelva su mirada en un día de fiesta, sin peligros y sin incertidumbres.

Con mis mejores deseos para las próximas ferias y fiestas que llegarán y desde mi gran admiración a todos aquellos que fueron partícipes de las anteriores y a otros que harán posible las venideras.

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