“Unos de sus juegos mentales preferidos, cuando iba por las calles de siempre, era evocar a los vecinos de cada casa ya desaparecidos. Y los recordaba en sus imágenes preferidas”. “Otra vez domingo” FRANCISCO GARCÍA PAVÓN

En España, la técnica del daguerrotipo –antecedente de la fotografía- se introdujo por los primeros pioneros, generalmente extranjeros, hacia 1840. Aquellos primeros fotógrafos profesionales pasaron por La Mancha como un lugar de tránsito hacia ciudades más populosas como Valencia, Sevilla o Alicante. 

En la década de 1850, empieza a trabajarse la fotografía en papel y es en esta época cuando podemos hallar los primeros ejemplos del inicio de esta modalidad artística por nuestra región. 

Se conserva, de 1855, una excelente vista de la Plaza de Almagro en papel salado. En este periodo se realizan también retratos de otros lugares de la región (Toledo, Ciudad Real, Talavera o Guadalajara). 

A partir de los años 60 del siglo XIX nuevos fotógrafos, los primeros españoles, empezaron, casi siempre, en plan ambulante, a trabajar en estas comarcas. Desde un principio, el retrato fue una de las primeras manifestaciones del negocio fotográfico y correspondía a una épica en la que, paralelamente se estaba produciendo una gran transformación social: las viejas clases políticas han tocado fondo, y una creciente democratización va a propiciar unos modos artísticos más al alcance de las clases sociales en ascenso. 

Hacerse retratar, privilegio hasta entonces de la aristocracia, se va a convertir en un signo de progresión social y nada mejor que la fotografía para que este deseo se hiciese realidad para los miembros de la nueva y ascendente burguesía. 

            Así los trabajos de los primeros fotógrafos fue desarrollándose entre las fotos de paisajes y edificios típicos, los retratos individuales o grupos (eran comunes las fotos de difuntos), las estampas de Santos, hasta concluir, muchos de ellos, en trabajos de fotoperiodismo para periódicos o revistas como “Nuevo Mundo”, “Mundo Gráfico”, Vida Manchega”, “El castellano gráfico”, …     Algunos de los fotógrafos más populares que periódicamente pasaron por Tomelloso fueron el murciano Ángel, o los madrileños Yllera o Francisco Cao y Durán. 

Ejemplos de esos retratos hechos por fotógrafos ambulantes podemos contemplar en el Bar-Cafetería Casa Antonio, en la calles Socuéllamos. (Imagen 1, FUENTE: Propiedad de familia Jiménez-Sánchez). 

La importancia de este retrato radica en que está realizado por el gran Don Manuel  Compañy (1855-1909). Su éxito e instinto comercial favorecieron la apertura de tres estudios fotográficos, dos en Madrid y uno en Toledo. Este fotógrafo que realizó tanto retratos de particulares como fotografía sobre sucesos y sobre tauromaquia que después venderá a publicaciones especializadas. 

               A continuación podemos ver otro retrato de este autor, fechado el 18 de Diciembre       de 1904. (Imagen 2, FUENTE: Geografía Afectiva, Serafín Herizo Maestre).

 

La importancia de este fotógrafo es tal que muchas familias acudían a inmortalizar sus momentos familiares en  el taller fotográfico que este personaje tenía en Madrid. (Imagen 3). Algunas fotos de tomelloseros hechas en este estudio, se pueden ver al final (Imagen 4, FUENTE: Propiedad de la familia MARTÍNEZ RAMÍREZ de Tomelloso),  correspondientes a: 

- Se trata de Augusto Martínez Ramírez “El Manchego”, nacido en Tomelloso en 1876; que fuera procurador de tribunales y hermano de Francisco Martínez “El Obrero”.  La fotografía es de 1898. 

- El siguiente retrato pertenece a una hermana de ambos, Laura Ramírez, casada en Tomelloso con Juan de Mata Espinosa, dueño de una alcoholera y alcalde por dos veces de esta localidad.  Además fue Presidenta de la Cruz Roja de Tomelloso. La fotografía es de 1903. 

- La última corresponde a Laura y Luisa (“Las Lauras”) con su madre María. La fotografía es de 1900. Las Lauras son unos personajes de Tomelloso  que aparecen en los cuentos de Francisco García Pavón.

 En las décadas de 1860 y 1870, hasta una veintena de fotógrafos ya tenían establecidos sus gabinetes en Castilla-La Mancha. Entre ellos mencionar a Juan José Muñoz que en 1865 instaló en Ciudad Real su primer estudio, donde trabajaría su hermano Nicomedes. Precisamente un descendiente de Nicomedes, Gregorio Muñoz (Ciudad Real, 1893 – Tomelloso, 1949) abriría un estudio en Tomelloso en 1939. Un retrato de Muñoz es el de Antonio López Torres de 1932. (Imagen 5, FUENTE: www.foroxerbar.com).

 A finales del siglo XIX, se funda el primer gabinete fotográfico en Tomelloso. Su promotor Don Nicanor Cañas, que pronto extendió su afición a sus hijos y crearon el estudio “Fotografía Artística de Cañas e hijo”. Una vez establecidos, la actividad laboral se dividía entre los trabajos en el propio estudio y  realizando, durante largas temporadas al año, las llamadas ambulancias fotográficas. Así se lanzan a la aventura para descubrir nuevos destinos, pese a la dificultad de acarrear las enormes cámaras de cajón y todos los bártulos de laboratorio.

 Se tiene referencias de un Nicanor Cañas que ofrecía ya en 1895 “ambulancias con personal inteligente” aprovechando la aparición de nuevos caminos, a lomos de cabalgadura o en entrañables diligencias por una amplia zona geográfica delimitada por pueblos tan distantes como Campo de Criptana, Alcázar de San Juan, Socuéllamos, Villarrobledo y San Clemente.

Un ejemplo de su actividad como fotógrafo ambulante lo tenemos en la siguiente foto de Manuel Paniagua Rivas “el zapaterillo”. Ejercía como zapatero en la localidad de Alcázar de San Juan y fallecido en Enero de 1889. Esto confirma la actitividad fotográfica del tomellosero en la penúltima década del siglo XIX. (Imagen 6, FUENTE: Rafael Mazuecos, “Hombres, lugares y cosas de La Mancha”, abril 1967).

Nicanor Cañas estaba casado con Rosario Martínez, y su domicilio estaba en calle Molino Viejo; era hijo de los tomelloseros Antonio Cañas y María Rosario Cepeda.

 El fotógrafo ambulante viajaba durante la primavera y el verano, aprovechando el buen tiempo y las ferias de agosto y septiembre. En los días que duraba su periplo se hospedaba en fondas y posadas, o en los domicilios de conocidos y parientes, en cuyos patios improvisaban sus desangelados platós. En los primeros tiempos realizaban sus retratos en la modalidad “tarjeta de visita”. A partir de 1910, los formatos más comunes eran del de la llamada tarjeta postal, que se conseguía por contacto a partir de negativos de cristal de 10x15 cm.

 Cañas tuvo una presencia destacada en la vida pública de su tiempo, no sólo como retratista y fundador de una importante saga profesional sino “como miembro de aquella menguada élite de ciudadanos que, desde los ámbitos catacumbales de la Primera Internacional sembraron la semilla igualitaria en una región con tan profundas carencias de escuela y de despensa”.

Ejemplo de la importancia social de este personaje lo podemos ver en el hecho de ser una persona que diferentes movimientos liberales del momento pusieron ojos en él, como un claro exponente del liberalismo político en La Mancha. Una publicación defensora de estos ideales fue “EL Orden”, quién remitió la siguiente carta a Nicanor Cañas solicitando su adhesión a la causa. (Imagen 7,  FUENTE: Cartas, comunicaciones y circulares de la Comisión Federal de la Región Española, María Martínez de Sas)

El éxito profesional de la familia Cañas les llevó a establecer una sucursal de su estudio en la capital de la provincia. (Imagen 8: Pie de foto y sellos del estudio de Nicanor Cañas e hijos, Fuente La huella de la mirada, Publio López Mondéjar).

Andando el tiempo, el hijo mayor José María acabaría regentando el negocio familiar de Tomelloso en la actual calle Don Víctor, mientras que su otro hijo Jesús se establecía en Campo de Criptana. Posteriormente el propio Jesús Cañas (nacido el 21 de Enero de 1874) tendría otro estudio en Tomelloso en la actual Calle Alfonso XII. Estos hermanos, herederos de la sapiencia fotográfica del padre fueron, participaron en el Congreso Nacional de Fotógrafos Profesionales celebrado en Valencia en 1908. En él tuvieron una señalada actuación en defensa de los intereses corporativos de una profesión que, según los observadores más notables, comenzaba a padecer una honda y  perturbadora crisis.

Fueron estos hermanos los que según las Actas de este Congreso Nacional expusieron la “manera posible que el Estado acepte la idea de que todas las cédulas personales lleven la fotografía del interesado, con la forma y condiciones en que puedan prestar los fotógrafos prestar este servicio”.

 A partir de 1910 la actividad de estos pioneros creció sensiblemente, aunque la situación económica y social de la comarca no era la más propicia para sostener sus industrias. La influencia como amante de la fotografía de Nicanor Cañas, en su familia, no terminó en sus hijos. Otros familiares suyos también hicieron sus intentos en el nuevo arte de la fotografía.

Es el caso Lucio Cañas Olmedo, tomellosero nacido en 1859 y fallecido en 1918, que compartía su trabajo de pintor “de brocha gorda” con aficiones más artísticas como era tocar la guitarra o realizar retratos en su improvisado y mínimo estudio en su domicilio en la calle Santa Rita. Se caracterizaba por ser muy autodidacta e, incluso, él se fabricaba y reparaba sus propias cámaras fotográficas. (Imagen 9, FUENTE: Propiedad de Anastasia Cañas Serrano).

Hubo gente que viendo el incremento de fotógrafos ambulantes que acudían a las diferentes localidades quiso aprovechar la ocasión, ofreciendo su vivienda para que sirviese de improvisado estudio a la vez que realizaba las funciones de representante de esos fotógrafos cara a la localidad. Es el caso del tomellosero Sandalio Parra, que con tanta diligencia ejerció esta labor de representación con los ambulantes que llegaban a Tomelloso que instaló su propio establecimiento llamado “Fotografía Parisién” (nombre muy común de estos tipos de comercio).

En los estudios de aquella época ocupaban un lugar destacado las ampliaciones, realizadas a partir de imágenes de procedencias diversas, que eran convenientemente intervenidas, de forma que varios retratos dispersos acaban formando una única y monumental composición familiar mediante la magia del retoque y la destreza de los profesionales, “capaces de obrar el prodigio de convertir la pana o las humildes pelerinas en elegantes ternos y tocados a la moda, o la desolada escenografía rural en refinados y selectos salones”.

Los precios de las copias oscilaban entre dos reales y una peseta la tarjeta postal en los años 20. Estos precios pasaron a ser de cinco y seis peseta en los años cuarenta, cantidad que aumentaba hasta las quince pesetas si el formato de la fotografía era 13x18 cm; y podía llegar hasta treinta y cinco pesetas si la ampliación llegaba al formato de 85x100 cm.

 Muchas de las primeras fotografías de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en Tomelloso, han sido recuperadas gracias a la laboriosa tarea de ilustres tomelloseros como el ilustre Francisco García Pavón y Serafín Herizo Maestre. Algunas de sus fotografías recopiladas son las que ilustran el presente capítulo.

 En los recuerdos de García Pavón, reflejados en la obra “Ya no es ayer”, hace referencia a uno de los retratistas que en la década de los años 20 del siglo XX se estableció en Tomelloso. Era Asensio Alarcón: “A la hora de la siesta nos llevó mamá a casa de Asensio el fotógrafo, que nos hizo aquel retrato color sepia, en el que estamos tan inexpresivos”.