Tomelloso

Las familias numerosas del Barrio del Pilar

Carlos Montañés, Montse Jiménez y Juan Carlos García evocan los tiempos de su infancia en la popular barriada de Tomelloso

Carlos Moreno | Domingo, 11 de Octubre del 2020
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Una parte importante de las familias numerosas de Tomelloso convergieron en el Barrio del Pilar. Ser familia numerosa era la condición principal para poder conseguir una casa o un piso de la popular barriada construida a principios de los años setenta en el final de la avenida Antonio Huertas, cerca del final de Doña Crisanta y el carreterín de la Ossa . Entonces el paisaje urbano de Tomelloso era mucho más reducido; no había ni rastro de la avenida Juan Carlos I ni de otras muchas calles que se trazarían después.  Mañana 12 de octubre hubiera sido el día grande de sus esperadas fiestas. 

La Voz de Tomelloso ha rendido su particular homenaje al barrio hablando con tres personas muy implicadas en el tejido social de la ciudad. Ellos han evocado sus tiempos de niños en el singular barrio: Carlos Montañés, conocido periodista de Radio Surco; Montse Jiménez, cabeza visible del colectivo de Las Supernenas y Juan Carlos García, que forma parte de la directiva del Club Vespa Tomelloso.  Los tres formaban parte de familias numerosas y nos han ofrecido valiosos y entrañables testimonios de la vida en el barrio: las familias que lo habitaban, los inolvidables juegos de infancia, las fiestas, la gigantesca labor de los sacerdotes de la Sagrada Familia, los equipos deportivos que se formaron, las iniciativas culturales…Todos han recordado con emoción unas vivencias que les marcaron de por vida.

Juegos inolvidables y cine a través de la ventana.  Carlos Montañés formaba parte de una familia de ocho hermanos que vivía en una de las casas colindantes con el antiguo Cine Ideal. Montañés tira de memoria recordando a algunas de las familias que habitaban el barrio; los Linares, los Caballeros, la familia de Rafaela y Domingo “que eran diez o más, no recuerdo bien”, la familia Cano Becerra, la de Ceferino y Lola, la familia de los Mangas…”El barrio se hizo precisamente para las familias numerosas, -indica-. Recuerdo con mucho cariño mis tiempos de niño en el barrio porque me harté a jugar en la calle: el pillar, el escondite, los famosos burros del churro media manga mangotero. Se compartía mucho con los vecinos todo el año,  no solo en las fiestas”.

Esos niños crecieron y se fueron marchando del barrio, pero algunos tienen la suerte de tener todavía allí a sus padres que tenían que hacer encaje de bolillos para organizar los dormitorios. “En mi casa había tres alcobas, uno era para mis padres, otro para las cuatro chicas y el tercero para los cuatro chicos”. 

La casa donde vivía Carlos Montañés y otras de la misma fila guardaban un bonito aliciente. “En verano desde la ventana veíamos las películas que se proyectaban en el cine Ideal.  Estábamos todo el día esperando el inicio del cine”. Pero había un aliciente todavía mayor tal y como explica Montañés. “Detrás del barrio todavía no habían urbanizado nuevas calles y disponíamos de un montón de eras para jugar. De hecho, yo recuerdo ir al colegio San José de Calasanz a campo a través,  llegaba muy pronto y era mucho más divertido que hacerlo por el paseo”.

 En las paredes de uno de los bloques se conserva intacta la placa en la que están grabadas las letras: Barriada Sindical de la Virgen del Pilar que da evidente pistas sobre el perfil sociológico de un barrio trabajador en el que los padres fueron sacando adelante a sus familias como auténticos héroes.

Una carta al Jefe del Estado y fiestas muy familiares. Montse Jiménez, la última en llegar en una familia de nueve hermanos, nos cuenta la curiosa manera que sus padres consiguieron la casa. “Mi padre era muy amigo de Luis Moraleda, el de Claudio,  que  sabía que mi padre vivía de alquiler y de los enormes sacrificios que hacía para mantener una familia tan grande. Le decía: Ceferino, usted tiene que tener una casa  como Dios quiere y manda, así no puede usted estar.  Le escribió una carta a ¡Franco! y el caudillo contestó a esa carta y ordenó que se entregara esa vivienda a mi padre. Cuando llevaban dos años en la casa, nací yo”. 

Montse Jiménez asegura  que el Barrio del Pilar es  un barrio diferente y singular. “Inicialmente estaba en una zona periférica de Tomelloso,  con viviendas de protección oficial que se entregaron a las familias numerosas. Había familias grandísimas que se acoplaban en las casas o en los pisos haciendo juegos malabares. En mi casa, los chicos eran solo dos y disponían de más espacio, pero las chicas teníamos que dormir en literas. Con el paso del tiempo mi padre fue haciendo más habitaciones y nos organizamos mejor”.

La eras que había junto al último bloque era un paraíso para los niños del barrio. “Nos hemos criado ahí, jugando con perros y gatos, fabricándonos unas pequeñas casas con piedras y las cosas que íbamos encontrando y otros juegos muy curiosos, siempre en la calle. Como éramos tantos, estábamos más fuera que dentro, jugando al trenillo, las vidas, el escondite inglés, a las bolas, con las globetinas, con las gomas, también hacíamos alguna incursión al patio de la bodega de Clemente Cuesta…Llegaba del cole a las cinco, veía Barrio Sesamo, hacía la tarea y luego tocaba el bocadillo y salías a la calle hasta la hora de la cena. Era muy divertido, al ser tantos el barrio estaba siempre lleno de niños jugando. Había alguna rencilla o riña inevitable entre niños, pero en general estábamos muy bien avenidos”.

 Jiménez sube en un pedestal a los padres de todas aquellas familias  que criaron esas familias. “No paraban de trabajar. Pongo el caso de mi padre que trabajaba en la construcción en Madrid y cuando llegaba al pueblo el viernes ya tenía chapuzas para hacer, y también el sábado. En realidad solo descansaba el domingo, y a las 3 de la madrugada otra vez a Madrid. Y en la misma situación que mi padre estaban otros muchos.  Eran familias humildes y cuando los hijos crecían, se ponían también a trabajar, en la mayoría de las casas no había dinero para poder pagar carreras”.

Recuerda Montse también las fiestas que “no eran como las que se hacían en el resto con atracciones, casetas, actuaciones musicales. Nuestra fiesta era muy familiar, de compartir un buen asado, de conversar mucho, de juegos, de organizar los bailes nosotras mismas, de gastar bromas. Fue Antonio Serna el que marcó un poco esta manera de celebrar las fiestas del barrio, con su sentido del humor y siempre tan unido a sus vecinos. El día de las gachas probaba las de todos los vecinos y a todos les iba contando sus historias y chascarrillos”.

El Barrio del Pilar ya va por tres generaciones y en alguna familia han alcanzado la cuarta. “Nuestros padres siguen aquí y aunque nosotros nos fuimos a vivir a otras casas,  volvemos con frecuencia ay ahora son nuestros hijos los que juegan aquí. El barrio sigue guardando esa parte humana y cercana.”

Sacerdotes que dejaron huella y mucho deporte en Los Charcones. Juan Carlos García también guarda multitud de recuerdos de su estancia en el barrio. Su familia era de diez y lo curioso es que nacieron primero las chicas y después los chicos. “Jugábamos en Los Charcones, donde muchas veces veíamos pintar a López Torres. Allí hicimos un campo de fútbol y también de beisbol. Incluso nos dio por hacer un campo de golf”. Juan nombra a otras familias que recuerda como los Ferrandis o los Ortega y se acuerda especialmente de Antonio Serna “que era todo un personaje. Se preocupaba mucho por las cosas. Cuando murió, se quedó su mujer de presidenta”,

Juan Carlos asegura que en el barrio había muchas viudas, “mujeres que perdieron a sus maridos siendo todavía jóvenes y que tenían que criar a los hijos sin compañía. Pero en el barrio había mucha solidaridad y unas familias se ayudaban a otras”. Con una familia tan grande las apreturas en la casa de Juan Carlos eran inevitables “pero nos apañábamos muy bien con literas o camas supletorias. Los problemas se originaban a la hora de utilizar el servicio o la ducha porque solo había uno”, explica.

Los muchachos andaban casi siempre por las calles, “pero a veces íbamos a los pisos o casas de algún vecino. Recuerdo a Juanita , la madre de los Linares, que nos abría las puertas de la casa de par en par, pese a que ellos eran muchos”. También se divertían en unas fiestas “muy familiares y entrañables. Los vecinos eran gente muy luchadora y trabajadora, buena gente”, comenta.

Mención especial hace de los sacerdotes que fueron pasando por la Sagrada Familia, la Iglesia del Barrio. “Hicieron una labor pastoral y social muy grande. Recuerdo mucho a Don Emilio Aguirre y su gran afición por la pintura. Con el íbamos a buscar setas y espárragos y luego hacíamos tortillas en su casa. También fue muy importante Luis Miguel Avilés”.


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