“Plinio y Don Lotario, según su costumbre en las atardecidas
inanes, raboteaban por el Paseo del Cementerio con las manos en la espalda y el
verbo suspendido. De rato en rato echaban ojeos a los árboles enclenques ya con
sienas otoñales, a los coches que iban y venían por la carretera paralela al
Paseo, y al sol caidón y ya tintado de brasa.
—Desengáñate Manuel, desde que mecanizaron los entierros,
perdieron solemnidad. Antes, cuando moría un paisano, entre velorios, idas y
venidas al cementerio a golpe de talón; despido del duelo en la puerta de la
casa, rosarios y funerales, cumplía uno como Dios manda, al dedicarle día
entero o día y medio al sucumbido… Pero ahora, con eso de despedirse el
acompañamiento en la misma puerta de la iglesia; venir -los muchos compromisos-
en auto al cementerio, y siempre sin paciencia a que al camposantero acabe de
ennicharlo, los entierros han quedado en mero trámite...”.
FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Otra vez domingo
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Jueves, 28 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024