Manos Unidos ha presentado este miércoles la campaña de este
año “Contagia solidaridad para acabar con el Hambre”. Dadas las circunstancias
sanitarias, se ha podido seguir la presentación online. El acto ha contado con
los testimonios de Raquel Reynoso, presidenta de SER (Asociación Servicios
Educativos Rurales), socio local de Manos Unidas en Perú, y de Alicia Vacas,
misionera comboniana afincada en Israel, y de la presidenta nacional de Manos
Unidas, Clara Pardo.
Durante los próximos doce meses, la ONG de la Iglesia
católica va a centrar su trabajo en denunciar las consecuencias que la pandemia
del coronavirus está teniendo entre las personas más vulnerables del planeta y
en promover la solidaridad entre los seres humanos como única forma de combatir
la pandemia de la desigualdad, agravada por la crisis sanitaria mundial, que
castiga con hambre y pobreza a cientos de millones de personas en el mundo.
La presidenta de Manos Unidas ha advertido de que la
pandemia de la Covid-19 no puede provocar el olvido de otras crisis como la
pobreza y el hambre que “no se contagia, pero mata mucho más” y ha subrayado
que nadie en el mundo debería tener que “elegir” entre “morir de hambre o de
Covid”.
“La pandemia del coronavirus está teniendo un impacto
brutal, del que les va a ser muy difícil recuperarse en mucho tiempo. Se habla
ya de décadas de retroceso en los planes de desarrollo. ¿Cuántas de estas
personas no han tenido que plantearse durante estos meses la disyuntiva de
morir de hambre o de Covid? Una elección que nunca debería plantearse un ser
humano", ha indicado Clara Pardo.
Según ha precisado, muchas personas vulnerables se han visto
“completamente ahogadas” por las medidas de confinamiento decretadas por los
diferentes gobiernos. Así lo ha puesto de manifiesto este miércoles 10 de
febrero durante la presentación de la 62 Campaña de Manos Unidas que lleva por
lema 'Contagia solidaridad para acabar con el hambre'.
La presidenta de la ONG de la Iglesia católica también ha
asegurado que ha seguido “perpleja” el debate de las vacunas y se ha preguntado
“dónde ha ido a parar la solidaridad de meses atrás”.
Ahora, según ha lamentado, parece que la gente se preocupa
más por “los multimillonarios contratos de los futbolistas o los rifirrafes
entre políticos” que por el hecho de que “muchos millones de personas no van a
poder vacunarse”.
“¿Quién se plantea cómo se va a conservar la vacuna en
lugares donde la electricidad brilla por su ausencia? Así nos lo explicaban
desde Sierra Leona. ¿Cómo van las personas que viven al día, a hacer frente a
la vacunación en los países en los que ésta no sea gratuita, como sucederá en
India en la segunda fase de vacunación?”, ha planteado.
Los que ya eran vulnerables antes de la pandemia
Durante la presentación de la campaña también ha intervenido
la presidenta de la Asociación Servicios Educativos Rurales (Perú) —a la que
apoya Manos Unidas—, Raquel Reynoso, quien ha puesto de manifiesto cómo la
pandemia ha mostrado la vulnerabilidad de todos, pero más aún la de quienes ya
vivían día a día “con problemas muy graves de vulneración de derechos,
problemas de alimentación, de empleo”.
“Con un 80% de empleos en la informalidad, si las personas
no morían por Covid podían morir de hambre si no salían a vender algo para
sobrevivir. Hablamos también de familias con problemas de acceso al agua, a la
luz, lo cual no les permite contar con un refrigerador para almacenar alimentos
para varios días”, ha comentado.
Desde la Asociación Servicios Educativos Rurales trabajan
con mujeres que arrastran las consecuencias de un conflicto armado interno que
dejó alrededor de 69.000 víctimas, y que afectó gravemente a las mujeres
campesinas, que sufrieron violaciones y esterilizaciones forzadas.
Según ha explicado Reynoso, las condiciones que provocaron
el conflicto armado interno aún no han sido resueltas y han tenido que
enfrentarse a la pandemia en situaciones “muy deplorables: niños con altos
índices de anemia y desnutrición, comunidades enteras que no cuentan con agua
potable”.
Confidencias en torno a cestos de ganchillo
También ha intervenido la responsable de las misioneras
combonianas en Oriente Medio y Asia, Alicia Vacas, que trabaja con las mujeres
africanas en busca de asilo, que forman el proyecto llamado Kuchinate y a las
que Manos Unidas ha apoyado con ayuda de emergencia durante los confinamientos
en Tel Aviv, que es donde se ubica el proyecto.
“Son mujeres, son africanas, han sido víctimas de abusos y violencia,
no tienen reconocimiento del gobierno como refugiadas”, ha explicado Vacas.
Kutchinate, que nació como un lugar de encuentro entre estas
mujeres para tejer juntas cestos de ganchillo, se ha convertido en un proyecto
psicosocial que tiene como objetivo el empoderamiento de más de 300 mujeres en
situación de vulnerabilidad extrema.
“Desde el punto de vista humano, Kutchinate es un
laboratorio de solidaridad. Un ejemplo vivo y eficaz de que otro mundo es
posible, de que existen alternativas al miedo, a la exclusión, al internamiento,
a los discursos populistas, racistas, a las miopías nacionalistas”, ha
subrayado Vacas.
4,6 millones para hacer frente a la crisis
Ante todas estas situaciones de vulnerabilidad agravadas por
la pandemia, Manos Unidas ha tenido que adaptar programas y estrategias a corto
plazo —y, en algunos países, también a medio plazo— para orientar la acción
hacia una asistencia humanitaria de carácter urgente, destinando casi 4,6
millones de euros a hacer frente a esta crisis.
Así, de los 160 proyectos de emergencias aprobados a lo largo del año 2020, 133 se han destinado a emergencias derivadas de la pandemia de COVID-19 en África, Asia y América Latina. Además, en los proyectos ya en marcha se han incluido partidas de mitigación de los daños del coronavirus en unos 200 proyectos de desarrollo.
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Viernes, 26 de Abril del 2024