Tomelloso

Anro, sesenta años dando valor a Tomelloso y España

La empresa de Estructuras Metálicas afronta importantes retos de futuro

Carlos Moreno y Francisco Navarro | Sábado, 15 de Mayo del 2021
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Rafael Rodríguez, máximo responsable de Anro, recibe a los periodistas de La Voz de Tomelloso en su despacho con la cercanía y complicidad que brinda a quienes conoce desde hace tiempo.  Los ventanales ofrecen una magnífica vista de la llanura manchega, surcada por las autovías de los Viñedos y A-43 que tienen su punto de intersección muy cerca de las instalaciones. “Tengo el privilegio de tener un cuadro que cambia con las estaciones”, nos dice al tiempo que nos acomodamos para iniciar la entrevista. Nos preguntamos por los seres cercanos, rememoramos episodios de tiempos más jóvenes y echamos alguna otra risa con un hombre que siempre intenta extraer de la vida el máximo jugo.

Sesenta años ha recorrido ya una empresa señera en el sector del metal que pasea con orgullo el nombre de Tomelloso allá donde planta sus estructuras. Precisamente, la rapidez con que pasa el tiempo da pie al empresario a mostrarnos un curioso vídeo animado que enseña, en unos pocos segundos, la fugacidad de la vida.

—Anro ha cumplido ya sesenta años, ¿qué supone para usted esta efemérides de una empresa que conserva su marcado acento familiar?

—Nos deja una sensación de orgullo por los años que llevamos aportando valor a una población y un país, y eso es algo importante. Tomelloso es una población eminentemente agrícola y tiene su mérito que haya surgido una industria que, por sus características, muy bien podría ser del norte. Mi padre creó la empresa y supo dotarla de unos cimientos que nos han permitido aguantar la  crisis tan brutal que estamos atravesando. Los hijos nos encontramos una estructura muy potente y hemos seguido empujando para que la empresa siga manteniéndose, haciendo proyectos muy bonitos tanto en España como el extranjero. Una trayectoria de muchas batallas, de mucha lucha y, sobre todo, de hacer bien las cosas.

-Mencionaba usted a su padre que fue el hombre que inició el gran proyecto de Anro y que  fue haciendo crecer la empresa, ¿cómo enjuicia su figura?

—Mi padre es un ejemplo más de la mucha gente con iniciativa que tenemos en Tomelloso. El que no se dedicaba a la agricultura tenía que buscarse la vida por otro lado. Mi padre empezó en la fragua de mi abuelo con el tema de los aperos de labranza. Pero supo aprovechar la corriente de industrialización del país para ir metiéndose con las ventanas, las puertas, las pequeñas estructuras y otras obras...Fue cogiendo ese nicho y avanzando hasta llegar a acometer proyectos de cierta envergadura, acompañando a las grandes empresas del país que son las que han llevado a las subcontratas hacia arriba en los años de bonanza.

—La crisis de 2008 fue dura, marcó un punto de inflexión y obligó a muchas empresas a reinventarse ¿Cómo afectó esta recesión económica a una empresa como Anro?

—Cogí las riendas de la empresa en el 2003 en un momento de bonanza de la economía que llegó hasta el 2009. Creo que lo que nos ha salvado a nosotros es haber hecho bien las cosas precisamente en esos seis o siete años, consiguiendo una capacidad financiera que nos ha dado estabilidad en estos años tan complicados para todo el sector. Hay que tener en cuenta que todo va encadenado, las grandes constructoras no cogen los proyectos en las mejores condiciones y esto arrastra a todas las subcontratas. En este escenario nos tenemos que mover, como podemos y como nos dejan.

—El propio sector obliga siempre a invertir y a apostar por la mejor tecnología, ¿no es así?

—Tenemos que invertir en la mejora de los procesos, en nuevos sistemas de software para el departamento técnico…todo va demasiado rápido, y si no vas al día correr el riesgo de quedarte fuera del mercado. Fue en el 2012 cuando cambiamos toda la maquinaria y actualizamos los procesos con el objetivo de reducir costes y ser más competitivos. Pero claro esto lo pudimos hacer porque en los años anteriores se trabajó con buen criterio.

—¿Resulta difícil competir con esos países en los que los costes de su mano de obra son prácticamente irrisorios?

—Depende. En Europa hemos sido muy competitivos porque España estaba demasiado hundida y eso lo saben los europeos que nos aprietan cada vez más y es difícil. Moviéndote por Europa también percibes que se trabaja de forma diferente a España, en Europa lo que se firma se cumple.  En cualquier caso, estamos trabajando en Hungría, tenemos otro proyecto en Oslo, también en París donde vamos a construir una pasarela y llevamos ya cinco años implantados en Chile donde tenemos ahora mismo a cincuenta personas…En fin que no nos podemos quejar tal y como están los tiempos. El año pasado fue complicado para nosotros, igual que para todos, pero hemos logrado aguantar y este año parece que las cosas fluyen de mejor manera.

—En España también están acometiendo proyectos muy interesantes, ¿cuáles destacaría?

—Uno muy importante es el parking de Santander, de 70.000 metros cuadrados, en el puerto de esta ciudad. En Anro estamos muy orgullosos de este sistema de aparcamientos en altura que hemos desarrollado; aparcamientos ampliables, desmontables y reutilizables, que está dando frutos. Hemos realizado aparcamientos para firmas importantes como Inditex, BMW y otros públicos que hemos ganado en concursos en las islas canarias donde formamos parte de un consorcio para construir otro aparcamiento en un silo de 80.000 metros. Estamos contentos y vamos a seguir fomentando este sistema por el que las administraciones, sobre todo los Ayuntamientos, se interesan cada vez más.

—Son muchas las obras realizadas, pero ¿cuáles considera más significativas?

-Una de las más emblemáticas fue la ampliación del Museo del Prado, pero también fueron importantes las de la estación de Atocha, la de Santa Justa en Sevilla, la remodelación de la cubierta del Bernabeu, aunque en la obra que el Real Madrid está haciendo ahora no hemos podido entrar y hemos estado en puertas de varios lotes de obra que han salido, pero al final no ha podido ser. Hay mucha competencia y la gente está apretando mucho. Sí participamos en la construcción del Wanda Metropolitano junto a la empresa japonesa que hizo la cubierta. También fue importante la obra del campus de Iberdrola, quizá la de mayor facturación, de unos 15 millones de euros. Además, no fue a través de ninguna contrata, la hicimos directamente.

—Anro se ha distinguido también en la construcción de puentes en muchos países del mundo, ¿no es así?

—Hemos realizado puentes formidables, pero de algunos no tengo precisamente buenos recuerdos porque, como se dice en Tomelloso, nos han costado los cuartos (risas). Hemos hecho puentes en el norte de Noruega, en Panamá, en Bélgica hicimos otro con un montaje espectacular que fue un reto para nosotros porque fue en una ría al lado del mar y muchos más. Los puentes tienen mucho trabajo y responsabilidad y no se pagan bien. Hay que mimar todos los procesos de corte, ensamblado, soldadura y, como es lógico, llevan numerosos controles. De hecho, no hay muchas empresas en España que tengan la clasificación para poder hacer los puentes.

—Fabrican piezas de gran tonelaje, las transportan y las montan lo que les obliga a tenerlo todo muy coordinado…p

—La coordinación es la clave. Desde que el cliente desarrolla el proyecto, la elaboración de los planos por los técnicos, las compras de los perfiles y su posterior transformación, el soldado y la carga final para enviarlo a la obra donde irán nuestros montadores a culminar la obra. Es como un puzle que hay encajar a la perfección. La clave es elaborar unos buenos planos de fabricación en la oficina técnica para que todo el proceso salga bien.

—¿Están invirtiendo ahora las administraciones en obra pública?

—Salen cosas, pero no todas las que quisiéramos las empresas del sector. Este verano hicimos el Hospital Zendall en Madrid, una obra faraónica que hubo que hacer en poco más de un mes y fue otro reto para la empresa. Todo salió bien y hasta la presidenta Ayuso nos felicitó. La verdad es que el dinero que pagamos a través de los impuestos es para que hagan cosas, no para que se lo guarden o que los políticos presuman de tener superávits. El dinero público hay que invertirlo con sentido común con el fin de que se genere riqueza y empleo.

 —En Anro trabajan más de doscientas personas, ¿de qué obra se siente más orgulloso?

-Más que de una obra, que hemos hecho muchas y buenas, de lo que me siento más orgulloso es del equipo que tengo, gente muy profesional en la que he depositado toda la confianza porque han demostrado su solvencia y buen hacer.  Hay trabajadores muy comprometidos con la empresa, de hecho ahí está la antigüedad de muchos de ellos que quieren seguir estando aquí, defendiendo los colores de la camiseta de Anro.

—¿Con qué perspectivas e ideas afronta Anro el futuro?

—Estamos ahora con unos proyectos muy ambiciosos de viviendas prefabricadas modulares en altura. Y aprovechando el sistema de nuestro aparcamiento, tenemos ya un desarrollo muy avanzado. Nos hemos acogido a las ayudas que la Junta ofrece para estos proyectos y en un par de meses podría salir. Son viviendas que oscilan entre los 38 y 76 metros de superficie. También queremos hacer habitaciones de hoteles y residencias de estudiantes. Estamos ilusionados porque este sistema es una alternativa a la construcción que cada vez está más complicada. Pensamos que hay una vía de negocio ahí. Tenemos que reinventarnos y encontrar nuevas rutas y caminos, de lo contrario es imposible. 

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