Mientras deliberaba el jurado, en el que estaba el concejal de Festejos, Raúl Zatón; la presidenta de la Federación de Teatro Aficionado de Castilla-La Mancha, Mercedes González o el hombre que impulsó los monólogos en la ciudad, Pepe Torres, entre otros componentes, apareció otro monologuista de lujo, José Boto, vertiginoso en su puesta en escena de la historia de su longeva abuela y genial en sus improvisaciones como demostró al recabar la ayuda de una niña en su monólogo. La joven tenía que ir reproduciendo los sonidos en función de lo que iba diciendo Boto y, sin duda, asistimos a uno de los mejores momentos de la noche

Jesús Arenas volvió a ser el presentador y aunque  dijera “va a resultar complicado  ser gracioso tres días seguidos”, lo acabó logrando con suficiencia. Este roblense atesora talento para dar y tomar e improvisa como pocos y lo sabe bien el técnico del Ayuntamiento de la iluminación y la música, Ramón, que fue “víctima” de las continuas bromas del presentador. Tampoco nos libramos los periodistas cuando nos acercamos a realizar las fotos de la entrega de premios. Estos tipos crujen a quien se ponga por delante.

Albert Vil fue el primer finalista en saltar a las tablas. No es nada fácil enganchar al público con el mismo monólogo que has ofrecido un día antes, y aunque el hilo argumental fue el mismo, introdujo elementos y matices nuevos en este tono castizo que le hizo conectar con el respetable, intercalando buenas imitaciones y frenéticos movimientos en el escenario.

Y nada más salir, y lo hizo en dos ocasiones porque no le gustó el primer aplauso que le dieron, ya se metió al público en el bolsillo, Fernando Bernal, con ese humor gaditano expresado, además, con una apabullante seriedad que te hacía reír en cada una de sus frases. Se inspiró en la vida misma para ensamblar un monólogo basado en las preguntas tontas que solemos hacer reforzando aquella teoría del genial Chaplin cuando le preguntaban que de dónde sacaba tantos recursos cómicos. “Observo a la gente”, decía.

Bernal recomendó la terapia de la risa. “Hacer reír es muy difícil y todavía más en estos tiempos de pandemia. Hay que reírse de todo y de todos, incluso de nosotros mismos”, manifestó poco antes de despedirse.

Y el Jaro Perona estuvo también a gran altura con sus “miserias matrimoniales” que fue contando, recitando o cantando. El Jaro fue tercero y puede quedar como el perdedor de la noche y nada más lejos de la realidad; porque logró meterse en la final. En las redes sociales felicitó elegantemente a los dos primeros. “Un tercer premio que sabe a gloria ante dos bicharracos de la comedia”, señaló. Pero él también es uno de los grandes y lo demuestra en todos los escenarios a los que se sube.  

Más de dos horas después se bajo el telón.  El género del monólogo sigue enganchando en Tomelloso y con tres genios como los de ayer es entendible. Empieza la cuenta atrás para la XII edición que tiene muy alto el listón.