Opinión

La trinchera como excusa

Manuel Sánchez Patón | Martes, 7 de Septiembre del 2021
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El Parque Viejo está tomado por patrullas de la Guardia Civil. Lo que tenía que ser una actuación provisional se extiende en el tiempo. Militarizar los barrios no es la mejor forma de fomentar la convivencia, ni de afrontar los problemas estructurales. Sin un impulso claro de las políticas sociales y de inclusión, se torna difícil que los barrios más castigados por el paro, la droga, la falta de vivienda, y la violencia salgan del marasmo en el que se encuentran. Otra cosa aquí es el juego que se traen los bancos con sus activos inmobiliarias y los efectos que parecen estar provocando.

Qué decir de la inseguridad jurídica de los inmigrantes de los alrededores, temporeros en busca de un jornal en las campañas agrícolas, expuestos a posibles abusos policiales, laborales, y sexuales en el caso de las mujeres.

¿Se ha preocupado alguien en proporcionarles información sobre las vías o procedimientos para recurrir y poder defenderse, con las mayores garantías, en casos de fuerza mayor? ¿Se está atendiendo convenientemente a un colectivo tan vulnerable, con déficit de necesidades básicas, por parte de las administraciones públicas? ¿Le importa a alguien la suerte de estas personas?

En la casuística del Barrio de San Juan se dan problemáticas complejas que superan, en algunos aspectos, el rango competencial del Ayuntamiento de Tomelloso, lo que no le exime de hacer más de lo que viene haciendo. La gestión de la inmigración, las políticas públicas de vivienda, la especulación inmobiliaria y codicia de los bancos, la escandalosa subida del recibo de la luz, entre otros, requieren pactos de estado y un marco político que, por el momento, parecen imposibles de alcanzar dado el alejamiento de la realidad de una clase política inoperante e infantilizada y, también, por unas estructuras de poder económico-financiero (con una matriz cada vez más transnacional) enquistadas en la medular de un sistema donde las grandes decisiones (que evidentemente, no responden al interés común) se cocinan en las juntas de accionistas, en los palcos VIP, y en los cotos cinegéticos más cotizados. 

Si no se actúa a tiempo, la cronificación de los problemas se hará imparable, y las consecuencias también. En Francia (las famosas banlieue), en Bélgica, y en los Países Bajos, la ausencia del Estado en significados barrios obreros, cuna de luchas vecinales y sociales en los años setenta y ochenta del siglo pasado, ha acabado convirtiéndolos en territorios sin ley donde campan a sus anchas los clanes de la droga y se incuban expresiones violentas de terrorismo global de inspiración salafista, y donde la ultraderecha explota el conflicto pensando en su crecimiento electoral. Por supuesto, no pretendo dibujar un futuro apocalíptico para un barrio tan querido, solo llamar la atención sobre la evolución de situaciones profundamente desfavorables en este tipo de entornos, con el denominador común de la inacción o el laissez faire de las instituciones.

Prevenir antes que curar. Prevenir, en vez de lamentar después discursos del odio y la consiguiente estigmatización de una comunidad con artificiosas disyuntivas identitarias.

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