Guillermo de Ockham era un franciscano, filósofo y escolástico
inglés del siglo XIV, en el que se basó Umberto Eco para construir a
protagonista de El nombre de la rosa, Fray Guillermo de Baskerville. El fraile
formuló un principio metodológico y filosófico que preconiza que “en igualdad
de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. A
partir del siglo XVI fue llamado la navaja de Ockham porque con este principio
el filósofo inglés “afeitaba como una navaja las barbas de Platón”.
Es decir, cuando dos teorías tienen las mismas
consecuencias, la más simple de ellas tiene más probabilidades de ser la correcta.
Esgrimiendo ese principio (al que uno le profesa una fe
inquebrantable) me pongo a responder a una de las colaboradoras de La Voz de
Tomelloso, Dolores la siniestra. Asegura nuestra simpar columnista con su prosa
ágil y bella, que le dolió “que se afirme, alegremente, que Tomelloso no ha
tenido referentes, poéticos o literarios, con nombre de mujer. Y se ejecute un
auténtico ejercicio de equilibrismo para dotar de tal condición a la malograda
Guadalupe Grande”. Y lamenta que se olvidase en el acto de la poetisa local
Natividad Cepeda.
Para nuestra querida colaboradora pareciera que “el silencio
sobre Natividad responde a que determinados encargados de entregar los carnets
de poeta –en ocasiones, demasiado escorados y presuntos propietarios del
progresismo y la cultura- convinieron en olvidar a la artista local”. Aunque
previene que puede estar equivocada.
No pretende esta nota, ni mucho menos, poner en duda las
cualidades literarias de Natividad Cepeda, ni sus publicaciones, logros, hitos,
premios recibidos o cargos ostentados. Ni mucho menos. Es más, creo que se
merece todos los parabienes y homenajes que le lleguen y que estén a la altura
de su pluma. Tampoco enmendarle la plana a la Siniestra, más bien ofrecer
el punto de vista sobre el asunto de este que escribe.
Natividad forma parte, como tantos y tantas, del parnaso
tomellosero y eso es una circunstancia que nadie puede poner en duda. Pero,
afortunadamente para todos, todavía sigue entre nosotros (y que sea por muchos
años). Esa era la circunstancia por la que Félix
Grande y El Obrero afirman (las voces que les dan vida) durante la ceremonia de
la Fiesta de las Letras que invitan a Guadalupe a formar parte de la historia
de la Literatura de Tomelloso, en la que hasta ahora no ha habido ninguna
mujer, más o menos textualmente.
Ella (Lupe) ya está en el Paraíso de los poetas, en el Valhalla
de las letras y su padre la lleva al Cielo de los tomelloseros para que forme
parte de esa hermandad de almas en la que, hasta ahora, no había mujeres. Esa
es, sencillamente, la explicación. La navaja de Ockham de la LXX Fiesta de las
Letras. Que Lupe Grande falleció recientemente y se le quería hacer un homenaje
junto a la poesía de quintería.
Uno, que ya va peinando canas, duda mucho que la
organizadora de un acontecimiento, como bien dice Dolores la Siniestra, del que
tenemos que sentirnos orgullosos, tenga ningún avieso interés por eludir a Natividad
Cepeda de la Fiesta de las Letras (que sea la desterrada de la celebración,
parafraseando a Félix Grande). O que albergue algún afán por repartir carnets de
poeta escorados. Pero puedo ser un
ingenuo, cómo no.
La Fiesta de las Letras de 2021 ha sido un hito en tan magna
celebración que marca un antes y un después en está indeleble seña de identidad
de Tomelloso. Ha sido una explosión de frescura en el panorama cultural. Y, por
supuesto, ya estamos deseando leer el artículo del mes que viene de Dolores la
Siniestra.
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Jueves, 2 de Mayo del 2024
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