Tomelloso

El diario El País analiza el relevo generacional en el campo entrevistando a la joven tomellosera, Cristina Monreal

La Voz | Martes, 14 de Septiembre del 2021
{{Imagen.Descripcion}} Cristina Monreal conduciendo un tractor en el campo. Foto de El País Cristina Monreal conduciendo un tractor en el campo. Foto de El País

El País ha publicado este martes un reportaje en el que analiza el relevo generacional en el campo entrevistando a varios agricultores jóvenes. Una es la tomellosera, Cristina Monreal, que con solo 23 años decidió dedicarse profesionalmente al campo. Además, Cristina Monreal fue noticia meses atrás al ser la encargada de la nueva oficina que la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) tiene en Tomelloso. Reproducimos el texto que hace alusión a Cristina en el reportaje donde también se recogen opiniones del consejero de Agricultura, Francisco Martínez Arroyo y del experto en temas agrarios, Eduardo Moyano.

Cristina Monreal (Tomelloso, Ciudad Real, 23 años) se sacó el carné de tractor antes que el de coche. Tenía 16 años y la certeza de querer dedicarse a la agricultura, como su abuelo. El tatuaje que luce en el brazo derecho, con la fecha de nacimiento de él, evidencia el vínculo entre ambos. “De mi año, era de las pocas que tenía claro qué estudiar”, cuenta. Esa misma tarde celebra la graduación en Ingeniería Agrícola pospuesta por la pandemia, en Albacete, y habla del campo como quien lleva 20 años trabajando en él. Quizá porque es precisamente el tiempo que lleva pisando el terreno desde el que ahora habla. Antaño todo era un juego y hoy es una agricultora más. Una rara avis entre los suyos, ya que solo el 0,23% de la tierra en España está gestionada por menores de 25 años; y los del siguiente tramo de edad, hasta los 34, y los siguientes profesionales en el tramo, hasta los 34, solo representan el 3,57% del total, según el último estudio del Ministerio de Agricultura (MAPA). En total, los menores de 35 años no llegan al 5%.

“De mi generación, hay poquísima gente que se dedique al campo. No sé por qué, tal vez por el boom de irnos todos a estudiar. Pero no es ninguna deshonra. Seguramente aporte más el campo que trabajar en algunos sitios”, defiende Monreal convencida. Además de trabajar la tierra de su abuelo, es técnica en la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), el sindicato desde el que ayuda a otros jóvenes a incorporarse a un sector en el que dos tercios de los trabajadores superan los 55 años.

“Desde la ciudad se tiene la visión de que en el campo una persona coge una mula y se pone a arar”, continúa la joven, “pero hoy la tecnología está presente en todas partes”. Mientras pasea, un trabajador recoge las uvas subido a un tractor que sacude las parras y recolecta el fruto, lejos del esfuerzo físico de antaño. Los prejuicios, además, se multiplican en el caso de las mujeres agricultoras. “Que trabaje en el campo no significa que no tenga vida social. Igual que me pongo las botas, me pongo tacones y me voy de fiesta”, sentencia.

Repunte

Castilla-La Mancha es de las pocas comunidades en las que ha repuntado levemente el interés de los jóvenes por la agricultura. El consejero del ramo, Francisco Martínez, expone que, desde 2015, un total de 2.600 jóvenes se han incorporado al sector con ayudas. “Se ha hecho un gran esfuerzo. No hay periodo de cinco años anterior en el que hayamos incorporado más de 2.000, y nuestra intención es llegar a 4.000 al acabar 2021. Hay un cambio de tendencia”, explica a EL PAÍS por teléfono, aunque reconoce la necesidad de seguir incidiendo en ello, especialmente en los proyectos de innovación tecnológica y de titularidad compartida.

En términos generales, sin embargo, el investigador del CSIC y experto en el mundo agrario Eduardo Moyano sostiene que “la presencia de los jóvenes sigue teniendo un proceso de declive” en todo el territorio, salvo excepciones. Influyen muchos factores, explica, y no se soluciona solo con incentivos económicos. A la falta de atractivo para muchos jóvenes se suman las barreras para los que deciden dedicarse a ello: la dificultad en el acceso a la tierra (el 60% de los jóvenes agricultores europeos lo manifiesta) o los bajos precios del producto son algunas de las más importantes. Frente al viñedo de Cristina y su abuelo Víctor, un enorme campo de sandías sin recoger confirma el problema: “Te cuesta más recogerlas que dejarlas tiradas”, razona ella.


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