El Réquiem de Mozart sonará este domingo en el Teatro
Marcelo Grande de Tomelloso. El concierto será en una fecha muy propia para la
última obra del genio de Salzburgo, la víspera de Todos los Santos. La Orquesta
Filarmónica de La Mancha interpretará esta archiconocida misa de difuntos junto
al Adagietto de Sinfonía Número 5 de Mahler. La función nos sirve de excusa
para charlar con Alicia Hervás, la soprano será una de las voces solistas del Réquiem.
Hablamos con la cantante en el Museo de Antonio López
Torres. Los fabulosos cuadros del pintor manchego son testigos de la entrevista.
Hablamos con Alicia Hervás del Réquiem de Mozart, una obra fascinante y rodeada
de misterio, de la interpretación de esa misa que vamos a poder ver el domingo
y de su carrera como cantante. Hervás se muestra simpática y cercana con el
periodista, sorprende su sincera humildad en una profesión de grandes egos.
—¿Quiénes se subirán al escenario del Teatro Marcelo
Grande este domingo?
— La Orquesta Filarmónica de La Mancha, la OFMAN, con la que
colaboramos muchas veces. En el coro hay integrantes de Quercus Robur, de Villarrobledo
y del Coro Femenino de Tomelloso. También nos van a acompañar algunos amigos de
la zona. La orquesta la dirige Francisco Antonio Moya y el coro, Javier Benito.
Los solistas seremos, Antonio Alonso, que es el bajo y canta
habitualmente en el coro del Teatro de la Zarzuela. Cesar Arrieta, tenor, del Coro
de RTVE. Beatriz Lanza, es la mezzosoprano, es una cantante conocidísima, que
viene de cantar en Argentina y en Las Palmas acaba de hacer “La casa de
Bernarda Alba”, de Miquel Ortega… Y yo.
—Es una producción en la que también participa AMAO,
asociación de la que usted forma parte.
—No es exactamente así, AMAO propuso hacer el Réquiem el año
pasado, pero con la pandemia no se pudo. Este año el Ayuntamiento de Tomelloso ha
recogido la idea y la ha llevado a la Red de Teatros de Castilla-La Mancha, no
lo presentamos directamente, pero ahí estamos.
—¿Se va a representar sólo en Tomelloso?
—No, no… Aunque con otro elenco, ya hemos estado en Valencia
y en Ciudad Real. Como todo se esta reactivando, se prevé que lo llevemos a
localidades de la zona, como Socuéllamos y Villarrobledo y después por toda la geografía
española.
—El Réquiem es, sin duda, la obra coral más conocida,
¿qué lo hace tan especial?
—Sobre todo el misterio que rodea a la obra. Además, la
vamos a poner en escena el día propicio, antes de los Santos. Mozart dejó el Réquiem
inconcluso y está envuelto de unas circunstancias peculiares. De hecho, el
director suele parar en mitad del “Lacrimosa” para que el público sea
consciente de que fue hasta ahí lo que compuso Mozart antes de morir.
Además, Mozart me chifla y la interpretación que hace
Francisco Antonio, el director, (yo le llamo Paco, porque ya hay confianza) me
gusta mucho. Entiende muy bien el sentido que le da a la música el texto en latín
de la obra.
—¿Le va a agradar al público la función?
—Del Réquiem hay tantas interpretaciones y versiones que es
muy difícil saber lo que el compositor pretendía. A mí, particularmente, la
versión que hacemos me gusta mucho. En algunos pasajes, la interpretación de
Paco Moya puede parecer lenta, pero el director quiere transmitir la solemnidad
de la obra. Estoy segura de que el público va a disfrutar mucho, quien no
conozca esta misa saldrá sorprendido del teatro y quien la conozca encontrará
algo que le vuelva a sorprender.
—¿Hay alguna parte del Réquiem que le guste a usted
especialmente?
—Curiosamente, el final, que es lo mismo que el principio. El
“Lux aeternan” del final es igual que el “Requiem aeternam” del Introitus.
No sé si es que me relajo porque ya acaba el concierto, pero me parece una
frase tan bonita, tan etérea que la disfruto mucho.
—Usted es soprano, ¿qué es eso?
—Es la voz más aguda de las mujeres. A partir de ahí hay
muchas categorías, las hay más ligeras, líricas, dramáticas, spinto…
—¿Y dónde entraría Alicia Hervás?
—Clasificarse una misma es muy difícil, pero yo diría que
soy una soprano lírica. Cuando era más joven tenía la voz más ligera y va
madurando y evolucionando. Nunca se deja de cambiar ni de aprender nuevas técnicas
y nuevos recursos.
—¿Es la voz humana, cómo decía Richard Strauss, el
instrumento más bello y el más difícil de tocar?
—Supongo que eso irá en gustos. Yo empecé a tocar el cello y
me gusta más cantar porque expresas con tu cuerpo entero. El instrumento lo
ejecutas con las manos, como era mi caso con el violonchelo, o con la boca, o
con ambos. Hay una parte corporal, sí, pero al cantante le influye todo. Es la
palabra, la emoción o la interpretación… Para mí, sin lugar a dudas, la voz es
el instrumento más bello.
—¿Pasó del violonchelo a cantar?
— (Se ríe) No, no fue así de sencillo. Es una historia muy
larga.
—Pues cuéntemela.
—Yo tuve un abuelo tenor que también fue director de coros. En
mi casa se escuchaba mucha música pero, pese a lo que pudiese parecer, no era
música clásica. Siempre he sido una persona muy muy tímida y la música era mi
forma de expresión. Yo no sabía nada entonces, pero como el único instrumento
que tenía a mano era la voz, era lo que utilizaba. Le pedí a mi padre que me
apuntase al conservatorio y me dijo que no. Ahora, a mis 41 años, he
descubierto que me quiso apuntar en Ciudad Real pero que no había plazas, pero
toda la vida he pensado que no me dejó.
Aún así, se empeñó en que estudiara, fui al instituto y le
dije que cuando acabase me iba a apuntar al conservatorio, me daba igual
flauta, violín o pandereta. Se empeñó en que tenía que estudiar una carrera e
hice Historia del Arte, lo más parecido que encontré a lo que me gustaba. Era
una carrera de cinco años y la hice en cuatro para poder estudiar música.
—Y entonces ya se pudo matricular a un conservatorio.
—Pues todavía no. Tuve que encontrar trabajo para poder
pagarme la matrícula. En ese momento salieron oposiciones, me presenté y empecé
a trabajar como profesora en el García Pavón. Tenía que trabajar por la mañana
y preparar las oposiciones por la tarde, así que hasta que no las aprobé no me
pude apuntar al conservatorio, ya tenía yo 28 años.
Hice el elemental de cello y después todo, todo, ha sido formación
autodidacta. Aprovechaba los veranos para hacer cursos con buenos profesores.
Mi maestra es Celia Alcedo, muy conocida en Tomelloso porque ha venido a cantar
muchas veces. He hecho cursos con José Julián Frontal, con Manuel Bruguera, el
pianista de Montserrat Caballé y con Teresa Berganza. Tuve la suerte de estar
entre las diez personas seleccionadas en todo el mundo porque mi marido echó
los papeles por mí. Y sigo formándome y aprendiendo todo lo que puedo.
—El canto se empieza desde pequeño, ¿el hecho de que
usted comenzase talludita la ha perjudicado?
—Pero yo he cantado siempre. Empecé en el coro de la iglesia
gracias a mi abuela. Estuve sin cantar toda la adolescencia hasta que llegué a
la universidad y una amiga me empujó a entrar en la Coral Universitaria. Ya en
Tomelloso, Agustín Pradillos me animó a ser la cantante de un grupo hecho por
profesores. Alguien grabó nuestra actuación en video. Años después me mandaron
a trabajar a Herencia y un compañero de allí, que formaba parte de un grupo de música
folk, Espliego, al que se fue la cantante, me pidió que me uniese para grabar
un disco. Me conocía por el vídeo de Tomelloso, grabe varios discos con
Espliego.
—Y luego la Coral del Conservatorio de Tomelloso…
—Sí, hice un primer intento, pero no necesitaban gente.
Afortunadamente la segunda vez sí pude formar parte de la Coral. Ahí, gracias a
Marieli, crecí muchísimo; me fue dando la oportunidad de cantar papelitos y,
poco a poco, fui para adelante. Nos apuntábamos en los veranos los miembros del
coro a cursos de canto y empecé a conocer a los profesores con los que luego me
dediqué a estudiar canto solista. Y hasta ahora.
—El mundo del canto es muy competitivo,
pero usted parece que vaya a otro ritmo.
—Es muy duro y competitivo, no se puede
vivir del canto a no ser que seas una primerísima figura. Durante mucho tiempo
le estuve dando vueltas porque mi profesora me animaba a irme a Madrid ya que
allí tendría más oportunidades. Pero ya lo tenía que compaginar con mi vida familiar
y mi sustento. Así que decidimos quedarnos en Tomelloso. Cada persona tiene su
camino, lo del canto siempre se me negó y al final salió.
Esa fue, además de por promocionar a los
músicos de la zona, uno de los motivos de fundar AMAO. Poder cantar, poder
conocer gente para seguir formándonos y estar en ese mundo.
—¿Y está contenta con esa elección?
—Sí, siempre. El pianista de la Caballé
me decía “tú podrías ser primera figura”. O Berganza me recomendaba que no lo
dejase nunca, pero estoy muy contenta. Creo que quien tiene mucha ansia al final
no llega a nada. Soy muy feliz cuando canto en una boda o cuando veo la emoción
de las señoras mayores que hay en la iglesia. Para mí eso es igual que recibir los
aplausos de un teatro con mil personas.
Siempre he sido muy tímida, me costaba
mucho subir a un escenario, me ha llevado mucho tiempo poder disfrutar y ahora
lo hago. Mi madre me dijo “haces algo que mucha gente no puede hacer y eso
tienes la obligación de ofrecerlo”. Todos los dones que uno tiene debe
ofrecerlos a los demás. Para mí cantar es dar más que recibir.
—¿Se siente reconocida?
—Me siento reconocida y muy querida en
Tomelloso. Hay mucha gente que no conozco y que me para por la calle y me habla
con mucha familiaridad y cariño.
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Domingo, 11 de Mayo del 2025
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