Los lectores de mi generación, cada vez menos, sin duda, recordarán aquellas intervenciones radiofónicas del humorista argentino Pepe Iglesias “El Zorro”, que mediado el pasado siglo nos deleitaba con su anuncio silbado, sus personajes en el “Hotel la sola cama” en el que había bronca toda la semana y sus frases que hicieron fortuna popular “Tá loca la pelota”, “que risibilidad tan risible”, los finales del “finado Fernández nunca más se supo” y la de “seré bereve”, que me lleva a este rollito de primavera de hoy.
Como acontece con los refranes, de los que se dice que hay para todos los gustos y sirven de muleta a los políticos, en cuanto capaces de decir una cosa y la contraria, o donde digo, digo, digo Diego, si Diego es de la cuerda, existen frases famosas, máximas, que tienen su contraria.
¿Quién no ha citado alguna vez a Gracián, al jesuita Baltasar Gracián Morales (1601- 1658) ese belmonteño, del Belmonte que lleva hoy su apellido, (Belmonte de Gracián) en la provincia de Zaragoza, comunidad de Aragón, no del Belmonte de Cuenca, cuna de fray Luis de León, sobre la bondad de lo breve? Se hizo famosa la frase que se suele citar incompleta de que “lo bueno si breve dos veces bueno”.
La dio a conocer don Baltasar en 1647, en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’ en el párrafo 105, que trata sobre el hecho de no cansar, en el que escribió:
“La brevedad es lisongera,…
gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno;
y aun lo malo, si poco, no tan malo.” Y tras incidir en ello, concluye:
“Lo bien dicho se dize presto”. Repite la misma idea párrafos adelante, en
el 299, al tratar de “Dexar con hambre. Hase de dexar en los labios aun con
el néctar. Es el deseo medida de la estimación; hasta la material sed es treta
de buen gusto picarla, pero no acabarla. Lo bueno, si poco, dos vezes bueno.”
Siglos antes, su correligionario
el Arcipreste de Hita (1343),
en “El libro del buen amor”, estrofa
1606, por lo que a la
predicación se refiere, había escrito:
“Quiero abreviar, señores, ésta predicación,
porque siempre gusté de pequeño sermón,
y de mujer pequeña y de breve razón,
pues lo poco y bien dicho queda en el
corazón.”[1]
Por su parte el
madrileño de ascendencia vasca, Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533 – 1594), autor de La Araucana,
en el canto XXVII de ésta, también
escribiría sobre la alabanza de la brevedad:
“Siempre la brevedad es una cosa
con gran razón de todos alabada,
y vemos que una plática es gustosa
cuánto más breve y menos afectada;
y aunque sea la prolija provechosa,
nos importuna, cansa y nos enfada:
que el manjar más sabroso y sazonado
os deja, cuando es mucho, empalagado.”
No obstante,
como el autor va a demorarse recorriendo todo el globo terráqueo, se excusa:
“Que no se
puede andar mucho en un paso,
ni encerrar gran materia en chico vaso.”
También William Shakespeare (1564 – 1616), escribiría en Hamlet:
“Brevity is the soul of wit: la brevedad es el alma del
ingenio”.
Y nuestro Cervantes, años antes
que el jesuita Gracián, por boca del muchacho que explicaba en el teatrillo de
maese Pedro, la aventura en la que don Gaiferos libera a su esposa
Melisenda, cautiva de los moros en
España, en la ciudad de Sansueña, luego llamada Zaragoza (Cap. XXVI, de la
segunda parte), abreviando, dice:
“de la prolijidad se suele engendrar el
fastidio.”
Y, en
el final del prólogo de la segunda parte del Quijote, escribe don Miguel: “que la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se
estimen, y la carestía, aún de las malas, se estima en algo”.
Otros
muchos han reincidido en la misma idea de ensalzar la brevedad. Por citar otro
más, valga Antón Chejov (1860-1904). Si Shakespeare la consideraba “alma
del ingenio”, el escritor ruso la concebía como “hermana del talento.”
Todo
va concordando en el correr de los siglos. ¿Dónde, entonces, la famosa frase
contraria? Pues, además de la ya citada excusa de Ercilla, (“Que no se puede
andar mucho en un paso,/ ni encerrar gran materia en chico vaso.”), en
el principal poeta lírico romano Horacio, Quinto Horacio Flaco, que vivió allá por los años 65 a 8 antes de
Cristo, el autor del “beatus ille procul negotis, ut prisca gens
mortalium, paterna rura bobus exercet suis, solutus omni foenore…”, que
don Carlos nos hacía traducir en el
colegio, más o menos por “feliz aquel que
alejado de los negocios se contenta como
sus antecesores mortales en arar sus tierras paternas con sus propios bueyes,
libre de todo préstamo…” y que después García Pavón nos explicó que fray Luis, el de León, aunque conquense, se
inspiró en él en su también famosa oda a la vida retirada "Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y
sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han
sido".
Pero
estábamos hablando de la exaltación de lo breve ¿Dónde está la frase
contraria? Como anunciábamos, en el
mentado Horacio cuando exclama: “Esfuérzome
en ser breve y
me hago oscuro.”
Madrid, 20 de abril, lluvioso, de 2022.
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