En este mundo occidental moderno e industrializado ya
nadie se cuestiona que las vacaciones son un derecho consolidado, otra cosa es
la forma de disfrutar ese tiempo de asueto y descanso, sobre todo de los asalariados.
Además, en nuestro país, por su geografía y las especiales condiciones
climáticas, las posibilidades sobre el periodo vacacional se alargan
comparándolo con otras latitudes. Esta coyuntura tan particular genera mucho
empleo y proporciona riqueza porque el turismo es uno de los sectores más
importantes de nuestra economía, aunque deberíamos plantearnos si es el mejor
modelo para nuestro desarrollo.
Tras un largo curso de trabajo, todos tenemos derecho
a una pausa y poder disfrutar unas jornadas de relax en la playa, en la
montaña, en el pueblo o donde se pueda, porque es importante desconectar de la
rutina diaria al menos por unos días. Pero además añado que, particularmente,
es importante alejarse del hogar una temporada para reconocer las comodidades
que nuestra casa nos proporciona durante el resto del año, nuestra cama,
nuestro sofá favorito, las comidas que nos gustan etc...
Porque aunque deseadas, las vacaciones siempre suponen
un trajín añadido, que si el viaje, el peso de las maletas o las decepciones y
las malas experiencias, que también hay inconvenientes y contrariedades.
Son muchos los que en este periodo se dedican a
practicar sus aficiones favoritas, hay gente que aprovecha las vacaciones para
seguir formándose, para adquirir cultura, para visitar otras ciudades u otras
capitales; en fin, la oferta de posibilidades es enorme.
Pero yo les confieso que en esos pocos días de recreo
me limito a no hacer nada, o casi nada, solo dejarme llevar observando a mi
alrededor. Y es que mi espíritu curioso y cotilla no logro dejarlo en casa, es
más, en este tiempo de ocio es lo que más me entretiene. Porque me relaja ver
otros comportamientos y actitudes tan diferentes a las mías, o hacer
prejuicios, que no deben ser necesariamente negativos ¿eh?, fantasear sobre la
vida de los otros y disfrutar como espectador de lo cotidiano.
Por eso el "universo" hotel me resulta tan
interesante y me ofrece tantas posibilidades para imaginar. De momento el
comedor suele ser un micro-clima que fomenta mi curiosidad, a nadie se le
escapa que entre toda la gente que pulula alrededor de mesas y mostradores
donde se exhibe todo tipo de alimentos hay algunos patrones de comportamiento
muy definidos.
Siempre me han enfadado aquellos que parecen no haber
comido en su vida, seguramente en su desayuno habitual nunca incluyeron los
huevos revueltos, ni las salchichas junto a churros o tostadas y todos esos
platos atestados que luego dejarán a medio comer, veraneantes glotones que
comen más con la vista que con la boca. Entiendo que los más jóvenes opten por
los empalagosos waffles o gofres, por los donuts y toda la bollería industrial
y que, a regañadientes y bajo amenaza, se comerán la fruta o el yogur.
Especial ternura me infunden los bebés amodorrados en
sus tronas, tragando biberones y papillas inconscientes al cambio de ritmo, o
al contrario, berreando ante situaciones desconocidas.
Normalmente, y durante los días de estancia logras
familiarizarte con caras y personajes, como esos dos señores mayores que andan
siempre despistados yendo y viniendo, incómodos y acarajotados ante la
marabunta que los rodea, una extraña pareja a la que me cuesta inventarles una
historia.
Otras emparejamientos son más fáciles de etiquetar,
por ejemplo a los "Ken", ellos son físicamente tan guapos como Barbie
y Ken, seguramente recién casados, con sus cuerpos modelados por el gimnasio,
tan correctos, tan moderados y, seguramente, recluidos en su burbuja amorosa,
una rara excepción frente a nuestros organismos imperfectos que son la gran
mayoría.
Generalmente ellas son las más transgresoras tratando
de vulnerar las normas sobre la indumentaria adecuada para el comedor, así,
para mostrar siliconas y retoques estéticos, sobreponen al minúsculo biquini
una prenda transparente o confeccionada en croché, haciéndolo para aumentar la
autoestima en ese intento de conseguir un cuerpo perfecto para darnos envidia.
Sobre el trato y la actitud en estos ambientes de
relax, tan fugaces como pasajeros, me gusta el término medio o correcto, ni
deseo la excesiva afabilidad que me ofrece una pareja extremeña que, en un
rato, y al borde de la piscina, intentan contarme su vida; ni la arrogancia de
aquellos que nos cruzamos en el pasillo, groseros y maleducados que, ante el
encuentro inminente, alzan la cabeza presuntuosos insinuando que no
corresponderán al natural saludo.
Simpatía me despierta esa señora que se parece a
Mafalda, pero en mayor, y no sigo comparando porque el asunto se haría eterno.
En la playa sucede algo parecido. Me llama la atención
el clan de los "sevillanos" porque, de repente, aparecen los abuelos
y los nietos arrastrando una especie de tráiler playero repleto de hamacas,
sombrillas y neveras. Laboriosamente construyen un entramado de toldos que se
asemejan a una jaima que acogerá a toda la familia, luego llegan los padres que
saborean la primera cerveza y se emboban tonteando con el móvil, después ellas
organizan los táper mientras los niños empiezan a enredar.
También yo me atrevo a realizar un video sobre el mar
y el horizonte para cuando en el invierno me entre la morriña añorando estos
días, y así, me pueda consolar con el recuerdo de estos momentos felices y
tranquilos de playa y chiringuito, o al menos eso intento.
Otra cosa es este tipo que me pone de los nervios, me
refiero al fulano que pasea excitado de un lado a otro con el teléfono en la
oreja dando órdenes, consejos y resolviendo entuertos y al que solo le hace
falta gritar. Imagino que debe ser un empresario que ni en vacaciones
desconecta, uno de esos tipos que utiliza la húmeda arena para tele-trabajar.
La verdad es que no le arriendo las ganancias porque menudo rollo es disfrutar
así de su descanso, tan estresado como si estuviese en la fábrica o en el
despacho.
Este año hay cosas que me han sorprendido por su
ausencia porque apenas he visto castillos de arena, ni tampoco bañistas
sepultados en la playa, lo más parecido ha sido ver cómo se echaba paladas en
todo el cuerpo de forma agitada una criatura enfadada y casi histérica tratando
de llamar la atención de sus primos.
Y para terminar este tinto de verano, esta reseña
veraniega que trata de ser banal y refrescante me ha chocado no ver a los
mariscadores con su traje de neopreno buscando coquinas y, particularmente, me
ha sorprendido que el agua del océano estaba más caliente que otros años, y
eso, me preocupa...
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Martes, 6 de Junio del 2023
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Jueves, 8 de Junio del 2023
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