Lo que era la bodega, es hoy la casa donde habita Rafael, con lo que el espíritu de aquellos bodegueros está muy presente. Cuando bajamos por la ancha escalera, con peldaños rematados con listones de metal, descubrimos  pronto una gran cueva, en su estado natural, limpia y muy bien conservada.  

El propietario nos indica por donde estaba trazada la entrada primitiva. La escalera describe una pequeña curva en su tramo más bajo. La cueva albergó primero tinajas de barro y todavía se pueden ver algunas de ellas en la parte de la cueva que está condenada. Son de quinientas arrobas de capacidad, de las mayores que se hacían con este material. Las otras 27 son de cemento, de unas novecientas arrobas de capacidad cada una. Están separados por unos rabos estriados. Se construyeron en tiempos diferentes y dan majestuosidad a una cueva de forma rectangular de 40 metros de longitud.

El techo aparece revestido con tierra, de ahí que se hayan producido algunos desprendimientos. En otras zonas asoman vetas de tosca dura. El techo, que tiene forma de bóveda achaparrada, está horadado por seis lumbreras que la mantienen muy seca, apenas presenta humedad. El suelo que pisamos es de cemento, con la parte central más elevada y un pocillo en su zona central que recogía el mosto o vino que se podía derramar. El empotrado, al igual que la cueva en su conjunto, presenta muy buen estado. También el balaustre, construido con pies de cemento y listones de hierro. Cuenta Rafael que de cosecha propia se recogían 400.000 kilos, y además se compraba uva a otros viticultores.  

 Encontramos algunos aperos curiosos, que como la cueva, tienen bastante antigüedad: una bomba, un ventilador, un remecedor del vino…El propietario nos enseña el trujal a donde iba el orujo y nos sigue descubriendo detalles de una construcción a la que le tiene un gran cariño por lo que significa para la familia. 

El mayor patrimonio de Tomelloso

La agradable visita da para hablar y aprender mucho. En torno a 1840 se empezaron a construir bajo las casas de los tomelloseros más de 2000 cuevas, éstas fueron utilizadas principalmente para albergar las cosechas, aunque se le dieron otros muchos usos. Por el papel que jugaron en el crecimiento de la ciudad, podemos decir que las cuevas de Tomelloso son, sin duda, el mayor patrimonio y uno de los más importantes que aún se conserva.

El subsuelo de la ciudad se prestaba para que sus hombres realizarán estas cuevas sin más técnica que sus cualidades en un trabajo bien hecho, ayudados por mujeres –llamadas terreras- encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie, que en muchos casos se venía aprovechando para el pavimento de calles o para levantar sus propias casas. Los “picaores”, con aguzados picos, horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto.