Feria 2022

Daniel P. Espinosa: «Me siento entusiasmado y, a la vez, humilde por recibir el Premio García Pavón»

Entrevistamos al ganador del Premio de Novela Policiaca de la LXII Fiesta de las Letras con “Demonio de nuestros pecados”

Francisco Navarro | Miércoles, 24 de Agosto del 2022
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Daniel P. Espinosa es el ganador del XXIV Premio de Novela Policiaca “Francisco García Pavón” 2022 con la obra “Demonio de nuestros pecados”. La obra es un thriller psicológico, “una novela policiaca muy negra”; la historia de la caída en el abismo de sus personajes que comienza después de tres años de búsqueda frustrante de un asesino que estrangula a sus víctimas y las deja flotando en fuentes de agua bajo la lluvia.

Nacido en Madrid, Espinosa es un escritor que cultiva varios géneros, entre ellos la novela negra y el terror. Es finalista del IX Premio Minotauro y de los Premios Nocte con la novela Nekromanteia (Dolmen, 2013), ganador del IV Premio Cryptshow Festival de relato fantástico y de los Premios Ignotus con la novela Sirenas de dientes blancos. Ha trabajado también como profesor de talleres de escritura y corrector literario. Entre otras novelas, es autor de la novela steampunk Magnet; La Sociedad de la Rosa Secreta, número 1 de descargas en Amazon; Ad Infernum, una novela de fantasía oscura en la Castilla Medieval o Aplaudan al salir y Viejo Caníbal, dos thrillers psicológicos. Ha participado en numerosas antologías colectivas y cuando no escribe se vuelca en su otra pasión, los juegos de rol.

—Le confieso que me ha sorprendido el amplio currículum que atesora. Literatura fantástica, de terror, ciencia ficción, thriller. Incluso juegos de rol…

—Reconozco que tengo unos gustos muy variados y que me gusta explorar distintos géneros y temáticas. Nunca me he fijado en el género a la hora de elegir un libro para leer. De pequeño leía tanto a Emilia Pardo Bazán, Miguel Delibes y Umberto Eco como al Sherlock Holmes de Conan Doyle, El señor de los anillos de Tolkien o los relatos de terror de Lovecraft. De todas esas obras he ido aprendiendo a no limitarme a las barreras de un solo género literario (difusas ya de por sí) y a tomar elementos de uno o de otro según encajara. Por ejemplo, soy un absoluto enamorado de la novela negra psicológica de Patricia Highsmith. La leí muy joven, y desde entonces no concibo una historia negra o policiaca (o cualquier historia) que no tenga gran profundidad psicológica. Desde luego, mi novela ganadora del premio, Demonio de nuestros pecados, tiene mucha influencia de Highsmith en sus personajes turbios y torturados.

También, a nivel de estilo, me ha marcado mucho el minimalismo y el realismo sucio cotidiano de Raymond Carver. Y, por supuesto, también está el terror. Edgar Allan Poe fue el primer autor de terror que leí de niño, así que lo llevo tatuado en mi alma de escritor. De hecho, el juego de rol que acabo de publicar, Raven, se basa en que un grupo de amigas y amigos jueguen historias en un mundo lleno de espectros, terror y misterios al estilo de Poe. Y, por supuesto, también está la fantasía, importantísima. En mi caso, más que la épica (aunque también la he leído) me gusta la fantasía realista, como la de Michael Moorcock o Glen Cook (o el autor que la dio a conocer después, George R. R. Martin). Pero, sin duda, también amo la bella fantasía del Terramar de Ursula K. Le Guin.

Quiero pensar que todos estos gustos tan diversificados me permiten mirar cada género que escribo con una perspectiva llena de curiosidad, buscando que haya elementos de uno permeando en otro. Hay muchos ejemplos ahí fuera. La película Seven, escrita por Andrew Kevin Walker y dirigida por David Fincher, combina la investigación con un ambiente opresivo e imágenes de puro terror. Por cierto, mi novela Demonio de nuestros pecados recibe mucha influencia de ella a nivel de atmósfera y tono psicológico. Como otro ejemplo, la novela El silencio de los corderos, de Thomas Harris, es una magistral combinación de thriller y terror.

Al final, en mis novelas suele haber dos cosas: distintas capas de misterios que ir desvelando (o con las que irse encontrando) y profundidad psicológica y emocional de los personajes, algo que me parece fundamental para sentir sus vidas y sus historias. También muchas veces introduzco algún toque de terror, aunque sea solo para generar atmósfera. Por ejemplo, una búsqueda a oscuras en un lugar abandonado en medio de una noche de tormenta, como ocurre en Demonio de nuestros pecados. No pretendo dar miedo, pero sí que quien lo lea respire ese ambiente inquietante. Donde sí he explorado el thriller con elementos de terror psicológico es en mi novela Viejo caníbal, que por cierto se basa en Albert Fish, un asesino y caníbal en serie real de los años 1920. Incluso otra novela que he publicado este año, Una bruja con tentáculos, una fantasía urbana distópica, se centra en una investigación donde la protagonista recorre una ciudad a oscuras. Supongo que no puedo evitar que me gusten tantos géneros y me fascinen sus posibilidades, en este caso aplicadas a la novela negra o policiaca.

Por cierto, hablando de juegos de rol, he aquí una curiosidad. La idea de Demonio de nuestros pecados surgió de una partida de rol en vivo muy narrativa que escribí unos años atrás. Me pareció que tenía potencial como para plasmarla en una novela, y aquí está.

—¿Cómo llega a la escritura?

—De una forma muy natural. Muy de niño, con unos siete u ocho años, escribía cuentos junto con mi hermano mayor, Francisco, en una máquina de escribir Olivetti Lettera 52 que mis padres nos compraron. Aún la tengo en mi estantería como un tesoro. Recuerdo escribir un cuento de dragones, con sus dibujos pertinentes. Ya de adolescente, empecé a escribir relatos más elaborados y llegué a publicar alguno en un fanzine de videojuegos. Entre medias, leía siempre abundantes y variados libros. También me influyeron los juegos de rol, que entre sus múltiples virtudes estimulan la imaginación; escribí muchas historias de rol para jugar con mis amigos, y cada una es en realidad un relato en sí. Intenté escribir alguna novela por aquel entonces, pero no prosperó, aunque sí logré escribir una mini saga de relatos conectados.

Ya de adulto, trabajando de informático, decidí tomarme en serio la escritura y me apunté a talleres literarios. Asistí durante varios años, y me sirvieron para aprender muchas técnicas narrativas… y lo más importante, leer tu obra ante compañeras y compañeros que van a criticarla formalmente, buscando lo que funciona y lo que no. Después llegué además a impartir clases de escritura, algo que he disfrutado siempre mucho.

En esa primera etapa, escribía sobre todo relatos. Me costó mucho dar el salto a la novela, acostumbrado como estaba a la brevedad y contundencia del formato corto. Mi primera novela es algo que nunca verá la luz, una historia en tono realista sobre un grupo de amigos y sus problemas. Pero me sirvió para aprender. Ya en 2012, escribí Aplaudan al salir, una novela psicológica con mucho de Faulkner, el Niebla de Unamuno o el teatro del absurdo, donde la realidad se mezcla con la ficción y los personajes son conscientes de que son eso, personajes. Después vino Nekromanteia, donde quise desahogar mi gusto por la fantasía y el terror. Quedó finalista del premio Minotauro, el mayor premio de fantasía en España. A estas alturas, tengo nueve novelas publicadas y muchos relatos en antologías, incluidas crónicas criminales como El estripador de Avilés y thrillers policiacos como Demonio de nuestros pecados. Y, por supuesto, tengo ya varios proyectos más en proceso.

—Usted ya ha recibido varios premios literarios, ¿qué ha supuesto recibir el Francisco García Pavón?

—Un sueño. He trabajado durante varios años en Demonio de nuestros pecados, pasando por múltiples versiones, recortando aquí y allí, añadiendo o quitando tramas y puliéndolas. Cuando me llamaron para comunicarme el premio fue uno de los momentos más felices de mi vida. ¿Qué decir? Que un jurado reconozca el valor de tu obra y la premie es lo mejor que le puede pasar a cualquier persona que dedique tantos días, años e ilusión a escribir. Es algo que debería pasarle a todo el mundo alguna vez en su vida.

Que además haya sido un premio tan reconocido como el García Pavón me abruma. Me siento entusiasmado y, a la vez, humilde. Es maravilloso tener la oportunidad de que la novela pueda llegar al público y que la lea, que sienta sus personajes y sus historias, la tensión de la trama, sus pasados y sus secretos, los peligros y crímenes que los acechan. Es una novela a la que tengo mucho cariño, y no ha podido quedar en mejores manos. Espero que quien la lea la disfrute.

—¿Qué va a encontrar el lector en “Demonio de nuestros pecados”?

—Una historia de la caída en el abismo de sus personajes, una novela que comienza después de tres años de búsqueda frustrante de un asesino que estrangula a sus víctimas y las deja flotando en fuentes de agua bajo la lluvia. Cuando comienza la novela, destrozados por las amenazas personales del asesino, la inspectora y el subinspector que lo buscan matan al único sospechoso que han tenido en tres años, convencidos de que es el culpable y de que, si no hacen algo, saldrá libre por falta de pruebas. Por supuesto, no es así. Tras eso, los asesinatos se aceleran y vamos viendo cómo todos están relacionados con una universitaria llamada Uve que fue asesinada de la misma forma hace veinte años. Fue una joven poeta de vida trágica, y obsesionó a todas las personas que de una forma u otra están relacionadas con los actuales asesinatos. Cuando murió, en la fiesta había varias personas a su lado, drogadas y borrachas, y ninguna recuerda quién de ellas la mató.

En resumen, es un thriller psicológico, una historia policiaca muy negra. En ella, es tan importante la intriga por saber quién es el asesino y quién mató a la joven universitaria hace veinte años como son los pecados que enturbian el alma de todos sus personajes, incluida la propia protagonista, la inspectora Pozo. En esta novela no hay personajes buenos. Todos son humanos que en algún momento han tomado malas decisiones, y ahora tienen que afrontar las consecuencias. Cuando esas consecuencias llegan a la vez que unos asesinatos que los involucran a todos, sabemos que la historia no puede terminar bien.

La novela alterna entre los sucesos del presente, narrados en primera persona por la inspectora Pozo, y la historia de Uve, hace veinte años. La inspectora vive bajo la amenaza constante del asesino de que matará a su hija si lo encuentra, lo cual la pone en una situación imposible que la destroza. A la vez, está sumergida en un entorno lleno de secretos que la van llevando a ese asesino. Sobre Uve, vamos conociendo el pasado de una poeta de vida dramática que sufrió abusos de su padre y cuya vida en la universidad fue puro caos y poesía. Conocemos también la vida de quienes la conocieron entonces y que hoy día siguen obsesionados con ella.

Todo esto sucede en un Madrid en crisis donde no para de llover, donde cada gota asfixia y no hace más que recordar que, en algún lugar inundado, puede aparecer un nuevo cadáver. La lluvia en la novela es omnipresente, constante, imparable, volviéndose tan opresiva como los asesinatos. Según vayan disparándose los acontecimientos, se irá convirtiendo en una tormenta que crecerá hasta terminar en un clímax trágico. Me gusta que mis novelas tengan siempre mucha atmósfera, y en esta novela trato de reflejarlo de una forma muy visual. Al final, es una metáfora de las historias de los personajes.

—Ya sabe que Pavón fue un precursor de la novela policiaca en España, ¿conoce su obra?

—La conocí hace mucho tiempo, y me pareció fascinante la idea de un “detective” en la España rural. Ahora, a raíz del premio, me he dado el gusto de releerlo. Me ha encantado que pueda leerse actualmente con tanto interés y tanta frescura, con ese toque único que tiene la literatura de hace décadas. Hoy día, con tanta influencia de la literatura policiaca anglosajona y nórdica, haríamos bien en releer a Pavón para darnos cuenta de cómo sí podemos encontrar su herencia aquí y allí, en obras que buscan su tono propio, como hacía él.

Personalmente, me encanta su estilo y me divierten sus historias y sus tramas. Y me fascina su personaje, Plinio. Es encantadoramente único.

—Por cierto, ¿novela negra o policiaca?

—Negra, sin duda. Como dije, desde muy joven soy adorador incondicional de Patricia Highsmith, y eso ha marcado mis gustos en la literatura criminal. Disfruto leyendo novela procedimental, por supuesto, pero me gusta más si ahonda en el lado psicológico y “negro” de los personajes y la sociedad. El misterio y la investigación son un gran motor para motivar la lectura, pero para mí lo importante es lo que subyace detrás, la historia interior que se cuenta sobre los protagonistas.

—La Fiesta de las Letras de Tomelloso es un referente literario y artístico ¿Qué le parecen iniciativas como esta? ¿Había participado antes en ella?

—Me parecen algo completamente imprescindible para mantener viva tanto la cultura como la ilusión. El mundo literario es duro, y con tantas publicaciones hoy día y tanta gente que aspira a ser publicada, me parece fundamental que haya otros caminos para darse a conocer. Todo lo que apoye la cultura nunca será demasiado. Por eso, la Fiesta de las Letras de Tomelloso es un paraíso que es una enorme suerte poder tener. Me considero muy afortunado y estoy muy agradecido por poder participar en ella.

—¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

—Múltiples, como siempre. En estos instantes, mi proyecto más próximo es terminar una novela policiaca para la que he elegido a propósito un aire clásico, pero donde a la vez planteo un giro radical que creo que puede llamar mucho la atención. Es un homenaje a un tipo de historias muy queridas por mí, y estoy deseando terminarla pronto y que alguna editorial apueste por ella. Para después tengo varias ideas, pero cuando llegue el momento tendré que sentarme para ver cuál es la elegida. Escribir una novela lleva meses o incluso años, como bien sabemos, y por mi parte necesito enamorarme de la idea antes de volcarme en todo el trabajo que supone su desarrollo. Sea como sea, seguiré explorando.

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