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Rafael Cabanillas cierra con “Valhondo” su trilogía sobre el universo literario que conforman los Montes de Toledo

Se presenta este viernes en Madrid y a finales de noviembre en el Museo de la Merced de Ciudad Real

Laura Espinar/Lanza | Viernes, 7 de Octubre del 2022
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El escritor Rafael Cabanillas (Carpio de Tajo. Toledo) presenta este viernes en Madrid su último libro, Valhondo, una novela con la que culmina la trilogía “En la raya del infinito” que comenzó con la exitosa Quercus (2019) y siguió con “Enjambre” (2021), tres obras que responden al universo literario de los Montes de Toledo, con el mismo paisaje y paisanaje.

Allí, entre sierras y en una de las zonas más despobladas de Castilla-La Mancha, el autor sitúa “Valhondo”, una aldea ubicada en un valle con apenas 200 habitantes a la que se dirige un joven maestro que deja atrás la llanura para introducirse en las sierras y pasar a formar parte de un mundo diferente y mágico.

“La gran literatura se asocia a un espacio, como el Dublín Joyce, La Mancha del Quijote o el realismo mágico de los autores hispanoamericanos, donde está Macondo”, dice Cabanillas en esta entrevista. “De hecho –continúa- “Valhondo” tiene una similitud fonética con Macondo y no es por azar. Es un pueblo que aparece entre la niebla o envuelto en el humo de las chimeneas que parece que desdibuja la realidad y lo convierte en algo encantado, mágico.”

Tras el éxito de las novelas anteriores, Cabanillas reconoce que era complicado una tercera novela que sorprendiera y no defraudara al público, de ahí que apostara por lo que llama un “desnudo integral”, es decir, por contar quién es la persona que “ha escrito todo esto”.

“Quercus” es la exposición de lo grandioso y épico. “Enjambre” es la modestia y la humildad y “Valhondo” es la candidez, la inocencia… Me han dicho que es la novela más bonita,  la mejor, reconoce el escritor en esta entrevista en la que avanza que no le disgusta la coincidencia de su obra con el fenómeno de la despoblación en la España rural, pero entiende que su va más allá. “Esta trilogía, sin faltar a la modestia, trasciende el tema de la España vacía y algún crítico lo ha dicho”.

PREGUNTA.-  Antes de comenzar la lectura de Valhondo reflexiona sobre lo que le hubiera gustado ser: albañil de la palabra que escribe para construir un mundo mejor

RESPUESTA.- A mí me hubiera gustado ser escritor de cartas de calle. Escritor callejero y escribir cartas por encargo. Cartas de amor. A la abuela, al soldado herido en la batalla y al padre que se fue a Alemania. No hay que olvidar que muchas de nuestras madres y abuelas tuvieron que acudir al vecino, que sabía escribir, al que declaraba todos sus sentimientos para que se los transmitiera al novio a través de esa carta que recibía en la mili, porque ellas no sabían leer y escribir.

Durante 15 años fui director de un Centro de Educación de Adultos en Daimiel y sé lo que es la marginación de la mujer en el mundo de la cultura y más allá. Las analfabetas eran ellas. En las casas si alguien podía ir a la escuela era el hijo varón y si podía ir otro era el pequeño, mientras que las mujeres ¿para qué querían aprender a leer y escribir?. Para fregar y barrer no hacía falta.

Sí, quería rendir un pequeño homenaje como escritor de cartas de amor, pero remato el texto diciendo que no pudo ser. Y mira, me he quedado en esto, en peón de albañilería. Trabajo la piedra y la palabra para construir un mundo mejor.

Soy de la escuela de Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro. “Maldigo la poesía del que no toma partido hasta mancharse”) Intentamos hacer literatura bella con la que el lector se entretenga y disfrute. Ahora bien, una vez que el lector está enganchado, haces el trabajo de esculpir esa piedra para colocarla en ese muro para construir un mundo mejor, intentar cambiarlo o mejorarlo un poquillo.

 P.- Y en «Valhondo», ¿dónde encontramos al autor que escribe para construir un mundo mejor?

R.- Valhondo es la culminación de la trilogía que comenzó con «Quercus» -6ª edición- y siguió con «Enjambre», -próxima a la 3ª edición-. Lo tenía complicado. Me preguntaba qué podía hacer para sorprender a los lectores y no defraudarlos -puedes estar arriba en la picorota, caer y pegarte un golpazo-. Decidí que, con Valhondo, supieran quién es el que ha escrito todo esto y presentar a un maestro que, casualmente, se llama Rafael, -que hace un desnudo integral ante el personal-, al que mandan a una escuela unitaria con 25 chavales, que soy yo, en una aldea de los Montes de Toledo (Robledo del Buey, anejo de Los Navalucillos) de 200 habitantes, donde la única casa que tiene agua corriente es la del maestro y al que visita su novia desde Madrid y, casualmente, se llama Amparo… fíjate.

“Quercus” es la exposición de lo grandioso y épico. “Enjambre” es la modestia y la humildad ya que es la vida de unos pastores y “Valhondo” es la candidez, la inocencia… recuerda a muchas novelas. Hay críticos que me han dicho que es la novela más bonita, incluso, la mejor.

Hemos cumplido el objetivo de no caernos de las alturas y mantener el nivel de una trilogía que discurre en el mismo espacio. Hemos creado un universo literario, que es la zona de Cabañeros y los Montes de Toledo,  con un mismo paisaje y paisanaje aunque cambian los nombres de los protagonista de una novela a otra.

P.- ¿Necesitaba esta aportación más íntima para redondear la trilogía?

R.- Si al lector le han gustado las dos novelas anteriores todo lo que le aportes lo agradecerá. Ahí ha sido muy importante el papel de mi máximo asesor, Antonio Basanta Reyes, quien me ha empujado a escribir y llegar a esta trilogía. No fue una idea planificada desde el principio, sino que ha ido surgiendo. Publicamos “Quercus” y recibí cientos de correos entre ellos de Basanta y durante la pandemia se le ocurrió “Enjambre” y tras ella me animó a seguir escribiendo hasta llegar a completar la trilogía.

Lo cierto es que tenía guardadas todas las emociones de ese maestro  que con 20 años llega a una escuela a comerse el mundo. Cuando dicen que mi literatura reclama sobre un tipo de vida que se nos escapa, como es el mundo rural o esa España vaciada, es cierto, pero ¡ojo! que no es ni la Arcadia soñada ni el paraíso terrenal. Cuando no hay trabajo, hay hambre y miserias se generan muchos odios, celos y envidias. Tampoco lo idealicemos.

P.- Es el editor quien le anima a escribir tras el tirón de “Quercus”.

P.- Así es. Publicamos “Quercus” en 2019 y el año pasado salió “Enjambre”, una novela que, también, está gustando mucho. Además de la publicación de “Valhondo”, las tres obras se presentan ahora en un estuche precioso y muy elegante

P.- La publicación de estas novelas ha ido en sintonía con el despertar de las zonas despobladas españolas.

R.- Creo que es una coincidencia. Esta trilogía, sin faltar a la modestia, trasciende el tema de la España vacía y algún crítico lo ha dicho. Sergio del Molino, el escritor que pone el cascabel al gato y da nombre al problema en su ensayo “La España vacía” es en el año 2016. Si hubiera sido oportunista habría escrito, pero no. El proceso creativo es muy complicado; he hecho un acto de maduración a lo largo de mi vida y todo esto no podía salir antes porque necesitaba un poso, macerar, y, tras ello, ha salido. Escribo desde hace muchos años, pero no había hecho nada con la potencia que ha salido esto. Es como cuando maceras algo en la tinaja hasta que madura bien o como cuando una esponja se va empapando hasta que no puede más.

No me disgusta la coincidencia con el fenómeno de la despoblación, pero creo que va más allá.

P.- Sin embargo, es la pregunta recurrente en todas las entrevistas

R.-La etiqueta está bien. Otra cosa son las polémicas sobre si es la España “vacía” o “vaciada”, abandonada, olvidada o despoblada, porque nos gusta polemizar hasta por la semántica.

P.- ¿Mantiene el objetivo extender esa línea literaria que parte de Portugal con Saramago, pasa por Extremadura con Delibes y llega a los Montes de Toledo? Construir un paralelo literario.

R.- Hemos avanzado remarcando en el mapa. Había un hueco en el territorio que conforman Cabañeros y los Montes de Toledo, una cordillera de 350 kilómetros que nace en Portugal y viene a ser como un tajo a la península ibérica. Y solo queda este hueco, porque en Castilla-La Mancha y en Ciudad Real en particular, el resto del territorio es la llanura y el Quijote.

¿Quién tiene el atrevimiento literario de escribir sobre ello estando el Quijote?. Nadie. En mi caso lo he hecho porque no había nada escrito sobre esa zona en la que he vivido, es mi gente, mi tierra y mis raíces y en ella he trabajado muchos años. Quedaba ese hueco y mira qué bien ha salido.

P.- Y ha puesto en valor esta zona

R.- Es una cultura, un léxico y unas tradiciones universales porque tienen el mismo problema que para un pastor de yack en las Annapurnas de Nepal o de llamas en los Andes. Con los “Santos Inocentes” de Delibes y “Levantado del suelo” de Saramago es la misma historia que refleja “Quercus”, la explotación del poderoso sobre el débil hasta que lo somete. Es un paralelo.

Y ahora con “Valhondo” el paralelo se refuerza; son tres obras en un universo literario que son los Montes de Toledo. Si te das cuenta, la gran literatura se asocia a un espacio, como el Dublín de James Joyce, La Mancha del Quijote y el realismo mágico, de los autores hispanoamericanos, donde está Macondo. De hecho, “Valhondo” tiene una similitud fonética con Macondo y no es por azar. Es un pueblo que aparece entre la niebla o envuelto en el humo de las chimeneas que parece que desdibuja la realidad y lo convierte en algo encantado, mágico y en relación con la brujería.

P.- ¿Qué le transmiten quienes han leído ya “Valhondo”?

R.– Me dicen que este es el libro que deben leer todos los educadores. Este maestro se agobia mucho al llegar a la escuela unitaria; tiene 25 niños a su cargo de 4 a 14 años y solo agruparlos en su curso y enseñar a cada uno en función de su curso era una locura. Este hombre lo pasa muy mal. Su novia, que estudia Psicología en la Universidad Complutense, le regala “La escuela Yasnaia Poliana” (la escuela del claro del bosque), de Leon Tolstoi; -¡como si lo hubieran escrito para el maestro de Valhondo!-  en el que las claves son la cooperación entre los alumnos y que lo que enseñes sea por el placer de aprenderlo (que lo aprendas sea por el gusto de aprender), claves que el maestro aplica allí. La escuela Yasnaia Poliana se traslada desde Rusia a Valhondo y eso es muy bonito.

Otros lectores me han hablado de las descripciones de los entornos y de la fuerza de los personajes y quienes se identifican con el protagonista. También me han dicho que es un colofón brillante a la trilogía.

Plantel de lujo

Editada por Cuarto Centenario, Valhondo se presenta este viernes, 7 de octubre,  en Madrid, en la Biblioteca Eugenio Trías en el Retiro madrileño, Valhondo. En la presentación, Cabanillas estará acompañado por los periodistas Manolo HH y Mercedes Martel, junto al humorista y actor José Mota, que apadrina el encuentro. Un plantel de lujo «porque los tres son lectores de la trilogía», asegura el autor. “Cuando a una persona le ha gustado algo acepta,  como es el caso del humorista y actor de Montiel José Mota”  a quien Cabanillas conoce a través de un lector de Tomelloso que se pone en contacto con él.

Valhondo se presenta en Ciudad Real el día 30 de noviembre en un acto que tendrá lugar en el Museo de la Merced.



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