No, no estaba preocupado, sin embargo me parecía raro
no haberme encontrado por el barrio a mi vecina durante los últimos meses, ni
en el mercado, ni en la churrería o por la calle, nada, de repente había desaparecido.
De vez en cuando pensaba en su ausencia, tan extraña que, no sé; quizás le dio
la ventolera y se había ido de la ciudad harta del bullicio, o se había mudado
a cualquier pueblo de la España vaciada. Pero en cualquier caso me lo hubiese
anunciado porque ella es muy extrovertida y lo casca todo, y además porque
siempre nos hemos llevado muy bien.
Por eso cuando la vi venir aquella mañana subiendo por
el bulevar me alegré un montón y, de un plumazo, descarté todas las
elucubraciones anteriores. Nos saludamos efusivamente y casi al mismo tiempo
decidimos sentarnos en la terraza del bar bajo la sombra de los plátanos, así
podíamos aprovechar estos días de calor antes de que el mal tiempo nos privase
de este lugar tan familiar, porque teníamos muchas cosas que contarnos y no era
plan de estar a pie parado, debíamos retomar nuestro afecto pues, desde la
pandemia, hemos perdido mucho contacto con los amigos y conocidos.
Lo primero que hice fue preguntarle por su espantada y
lo raro de no saber de su familia durante tanto tiempo. Entonces, Ramona, que
ya había empezado a dar buena cuenta de una tostada con tomate, me contó que su
Paco se había jubilado a mediados de mayo, que estaba harto de encadenar
trabajos precarios y, además, porque ya había cotizado bastante y acceder a una
pensión resulta cada vez más complicado.
Así que, cuando resolvió el papeleo se fueron al
pueblo para poner en orden otros asuntos pendientes, luego la cosa se alargó y
como ha hecho tanto calor este verano, se quedaron en la casa que tienen allí
porque estaban más fresquitos, pero, sobre todo, más tranquilos. A mi pregunta
de no saberlo me dijo que tomaron la decisión de un día para otro, por eso no
tuvo tiempo de contármelo.
Aquella mañana del recién estrenado otoño fue muy provechosa,
Ramona y yo hablamos de lo divino y de lo humano aportando nuestros puntos de
vista sobre la situación actual. Me contó que estaba al tanto de las noticias
porque al amanecer escuchaba un ratito la radio, pero que estaba harta del
exceso de información, cansada de que todos los telediarios fuesen iguales, que
nada les diferenciaba y que muchos de ellos, sobre todo, los de por la noche,
eran como un corta-pega de la mañana.
Ramona me reveló en un tono misterioso que en sus
ratos libres le ha dado por leer novelas románticas, algo intrascendente dice,
pero que la distraen. Ahora por ejemplo está leyendo una de una escritora
británica que se llama Jojo Moyes, vaya nombre le digo, y me refiere que ésta
se titula "Te regalaré las estrellas" y se la recomendó una amiga que
está en un club de lectura. Dándole un sorbo al café, me cuenta que le gusta
porque termina bien a pesar de los intrígulis de los personajes y remata que,
para malos rollos, ya tenemos la vida real.
Vuelvo al tema de la información e intento que se
manifieste sobre aquellas noticias o informes que parecen de relleno,
particularmente una muy reciente donde afirman que ahora casi todo el mundo
escribe aunque apenas lean. Ramona me asegura que ella podría escribir una
buena novela si contase todo sobre su familia, vamos, que menudo culebrón, pero
que ni sabe hacerlo, ni quiere darle tres cuartos al pregonero. Se ríe
diciéndome que ahora ya escribe libros hasta el "Tato" empezando por
los cocineros y terminando por los famosillos, que todo el mundo se ha tomado
al pie de la letra eso que dicen que hay que hacer en la vida, tener un hijo,
plantar un árbol y escribir un libro, y como lo de los hijos está complicado y
los árboles con la sequía lo tienen difícil, pues hale, todo el mundo a publicar.
Le refiero entonces que escribir puede ser un escape y
que con las nuevas tecnologías y las redes se ha democratizado la literatura.
Pero ella no termina de estar de acuerdo conmigo y me argumenta su parecer,
Ramona opina que pueden encontrarse en la red o en la autoedición relatos
excelentes e interesantes, pero que si no hay filtros, cualquier paparrucha
puede publicarse. No le falta razón a mi vecina y para llegar a un punto común
le manifiesto que el tiempo pondrá a cada cual en su lugar. Ramona se ríe y me
cuenta que ha escuchado decir que, algunos estudiantes, saben del nobel de
literatura Vargas Llosa porque es el novio de la Preysler y no me digas que no
es triste que la fama sea más importante que toda una trayectoria, y remata
diciendo, aunque este escritor de renombre no es santo de mi devoción.
Ramona me ha dejado descolocado con su punto de vista,
aún así le confieso que yo también he escrito una especie de biografía, como
unas memorias dedicadas a mi nieta para que llegado el momento tenga conocimiento
de sus raíces manchegas. Le advierto a Ramona que, cuando las dí por
concluidas, la guerra de Ucrania llevaba cuatro meses y, mira ahora, le digo,
ya no llevo la cuenta de los meses que van desde que empezó contienda.
Ella, que es más sensata de lo que muchos se creen, me
asegura que esto va para largo y muy seria dice que lo triste son las
consecuencias que estamos sufriendo todos, más, los más necesitados que se
llevan todos los palos. Con su sabiduría popular afirma que, cuando muchos
pierden, unos pocos ganan, y mucho, apuntilla. Ramona sentencia que deberá
pasar mucho tiempo para conocer el quid de este conflicto, que los medios son
muy dados a simplificar, mientras tanto, todos jodidos, afirma apurando el
café.
Pero les aseguro que no toda la conversación fue tan
seria y, al final, terminamos riendo y hablando de la separación de Tamara y lo
que dijo el cura de Valdepeñas sobre esta ruptura tan mediática, que un
tentempié es una oportunidad ideal para aliviarse con el cotilleo y las chuflas
de la calle.
Así, entre pitos y flautas, se nos pasó la mañana que
casi empalmamos el desayuno con el aperitivo, pero como a los dos se nos sube a
la cabeza el vermú decidimos concluir la conversación. Ramona y yo nos
alegramos del reencuentro y de su vuelta
al barrio y a la rutina. A partir de ahora espero que no se nos acumulen
tantos temas de conversación y, por el bien de su Paco y mi santa, confío en
que los siguientes encuentros sean más fugaces. Se nos había hecho tarde sí,
pero qué sería de la vida sin estos ratitos...
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Martes, 21 de Marzo del 2023
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