Opinión

Rosas en invierno

Fermín Gassol Peco | Sábado, 10 de Diciembre del 2022
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“Dios nos dio la memoria para que pudiéramos tener rosas en invierno”, frase atribuida al creador de Peter Pan, el dramaturgo escocés Sir James Matthew Barrie. Y es que en Escocia las rosas duran poco, son a modo de efímeras luces sobre un tapiz de verdes sombras. En una época carente aún de realidades virtuales, en Escocia y en cualquier parte del mundo, cada cosa estaba sometida a un determinado espacio y tiempo tan inamovibles como ciertos.

Cien años más tarde, con la llegada de calculadoras y ordenadores, nuestra memoria colectiva se ha vuelto perezosa. Hoy ya no nos hace falta recordar. Con la genética y la informática evitamos perder el tiempo sumergiéndonos en los recuerdos borrosos del pasado ya que todo se hace presente en un momento sin necesidad de volver hacia atrás la mente o la mirada.

No sé si será debido a que la climatología se ha vuelto más suave o menos ruda o a que la genética ha descubierto variedades más condescendientes con el frío como ejemplo vivo de tolerancia existencial, pero les diré que anteayer mismo vi hermosas rosas, no solo en los escaparates de las floristerías sino en mi pequeño jardín. Las encontré, eso sí, desvaídas, arrugadas, encogidas, como esperándome. Escondidas en la palidez de la niebla inerte y plúmbea, bajo una lluvia tímida, entre los tallos y ramas de los árboles casi desnudos, allí estaban como diminutas luces rojas, a modo de pequeños fuegos de calor en sus últimos destellos, reclamando que una mano salvadora las liberara de una muerte próxima y segura y les prolongara un poco más la vida en el calor de un hogar. Son las últimas rosas de un año que también está próximo a expirar pero al que no podemos ni debemos acortar su tiempo, arrancar una sola flor de su calendario.

Y es que el tiempo es la más hermosa de las rosas donde cada día que nos pasa es como un oloroso pétalo caído al que otro en la mañana con mayor aroma le releva. Porque cortar las rosas del rosal en primavera puede convertirse un atentado contra la vida que amanece, pero hacerlo con el invierno dibujando ya sus grises colores, es como un pequeño acto salvador de esa misma vida que ya anochece, una oportuna eutanasia liberadora para acabar los días en un lugar más apacible.

Como el dramaturgo escocés pensaba, los hombres siempre queremos mantener en la memoria lo hermoso y agradable. La imaginación nos lleva siempre a querer hacer presente aquello que deseamos tener con nosotros cada día. Pero todos sabemos que en Escocia o en cualquier parte del mundo, en invierno imposible que haya rosas, a no ser de invernadero, rosas idénticas, clonadas, con olor a nada.

Sin embargo lo importante es que en este tiempo de espera, con la Navidad ya próxima, las rosas sigan existiendo en todos los lugares del mundo, no en los jardines que en invierno, ya digo, es imposible, sino en los corazones de todos nosotros, seres humanos creados y llamados al aroma de la concordia universal, y eso creo firmemente que es posible y deseable.

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