Combatir con las herramientas
adecuadas esa lacra del antigitanismo que nos condena irremisiblemente a la
marginación y la exclusión social supone tener conciencia del papel que juegan
los medios de comunicación en la elaboración de la imagen colectiva que la
sociedad mayoritaria tiene de nosotros.
No confundir el
antigitanismo con la lucha contra la exclusión y la pobreza
Desde nuestra organización
reconocemos que los poderes públicos vienen desarrollando un esfuerzo notable
en el ámbito de la sanidad, el trabajo, la vivienda y la educación de nuestra
gente más vulnerable. Y es justo reconocerlo.
El año pasado el Gobierno
central destinó 3.929.636,81 euros procedentes de la recaudación del
IRPF y los repartió entre siete organizaciones gitanas. Aunque justo es decir
que la Fundación Secretariado Gitano se llevó la parte del león (el
80,29%, es decir 3.154.813,63 euros). El resto se lo repartieron de
forma muy desigual las seis asociaciones restantes.
No es nuestra función enjuiciar
qué hicieron con ese dinero las asociaciones beneficiadas. Las conocemos y
sabemos que son organizaciones serias y honradas y que el dinero que recibieron
lo emplearon en remediar las carencias más graves de la población gitana con
quienes trabajan.
Pero con esas acciones no se
lucha con eficacia contra el antigitanismo. Tal vez con esos programas se combata las injusticias y
las desigualdades que produce el sistema. Pero “el antigitanismo es el
producto de una forma específica de racismo, una ideología basada en la
superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional
alimentado por una discriminación histórica, que se manifiesta, entre otras
cosas, por la violencia, el discurso del miedo, la explotación y la
discriminación en su forma más flagrante”. Así lo define la ECRI (Comisión
Europea contra el Racismo y la Intolerancia, del Consejo de Europa).
Esta semana, Élisabeth Borne
que es la jefa del Gobierno francés advirtió que “el odio se ha reinventado”,
a veces bajo una apariencia intelectual y, con frecuencia, “escondido detrás
de las redes sociales”. Para Borne, es “intolerable” que la
discriminación racial siga viva en “una República laica e indivisible”.
En resumen, aunque parezca muy
duro decirlo, con políticas valientes y decididas que favorezcan el uso de
viviendas dignas, el acceso a una educación plural y respetuosa de nuestras
propias costumbres y tradiciones, o el disfrute de un puesto de trabajo, con
eso no acabaremos con el antigitanismo, porque el antigitanismo es la
manifestación de un sentimiento racista que anida en la conciencia de algunos
seres humanos que se creen superiores a otros de sus semejantes.
El antigitanismo también lo
sufren gitanos y gitanas que llevan una vida ordenada, que conviven con sus
vecinos con normalidad y que gozan de una vida desahogada y de una formación superior.
Y ese temor también está arraigado en algunos profesionales que prefieren
ocultar su condición de gitanos por temor al rechazo o la prevención que
pudieran suscitar en otras personas de su entorno.
Recuerdo que un día participé
en un debate abierto en Canal Sur TV de Andalucía. Entre los contertulios había
algunos catedráticos y profesores universitarios. Al terminar el programa uno
de ellos se me acercó para decirme:
—Perdone usted, tío Juan de
Dios. Tengo que decirle avergonzado que yo soy gitano, pero no lo digo porque
así paso desapercibido y evito problemas. Pero le garantizo que a partir de hoy
lo diré con orgullo.
El antigitanismo se combate
en los medios de comunicación
Lo he leído en “Cuadernos de
periodistas” en un artículo firmado por Marc Amorós: “Todo es falso,
salvo alguna cosa”. Esta célebre frase que el expresidente del Gobierno Mariano
Rajoy dejó dicha para la posteridad se ha convertido en una descripción de
nuestros tiempos informativos. Hoy en día, las noticias falsas campan a sus
anchas hasta el punto de suponer una amenaza para los medios de comunicación e
incluso para la democracia.
Esto lo sabemos todos. Y de
forma contundente, desde que un pretendido periodismo se ha adueñado de
internet. Rosa Montero, la conocida periodista, ha escrito que las redes
sociales tienen una vertiente venenosa de la que
todos hablamos constantemente sin hacer nunca nada. Y lo padecemos quienes
somos víctimas indiscriminadas de quienes utilizan los medios para acusarnos de
todos los males que padece la sociedad. Estoy de acuerdo con quienes afirman
que las palabras crean una realidad que no siempre se corresponde con la
verdad.
Las noticias falsas y los
comentarios envenenados por el racismo están empujando al periodismo hacia un
nuevo escenario. El uso del lenguaje es un reflejo de las prácticas culturales
y sociales de un determinado contexto social. Todos los ciudadanos, gitanos y
no gitanos, como parte de la comunidad, desarrollamos conductas que nos vienen
sugeridas por quienes, desde los medios, tienen el poder y la facultad de crear
estados de opinión.
Periodistas contra el
racismo
En esa afirmación está
depositada toda nuestra esperanza. El ejercicio profesional de los periodistas,
y el límite que los editores puedan establecer para que en sus medios no tengan
cabida las noticias falsas y los comentarios ofensivos o calumniosos, será la
mejor terapia para hacer posible la desaparición del antigitanismo.
Miguel Ángel Noceda es el recién elegido presidente de la
Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y ha afirmado que “Hace
falta impulsar una regeneración ética que permita recuperar la confianza y
garantizar el derecho a la información”.
Estamos de acuerdo con quienes afirman que el periodismo emergerá como el mejor antídoto contra el fenómeno de las noticias falsas. Y los poderes públicos no deberían desconocer que sin su ayuda y su compromiso esa aspiración puede verse frustrada.
Juan de Dios Ramírez-Heredia
Montoya
Abogado y periodista
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Sábado, 9 de Diciembre del 2023
Domingo, 10 de Diciembre del 2023
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