Opinión

“Vio dios todo lo que había hecho, y era muy bueno” (Gn 1, 31)

Concepción Aranguren Vila | Lunes, 1 de Mayo del 2023
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Muchos textos bíblicos nos hablan del trabajo, empezando por las primeras líneas del Génesis. Aquí dejo algunos ejemplos sin olvidar los años que dedicó Jesús en el taller de carpintería y como nos enseña a apreciar el trabajo

 “Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.” (Tes 3, 7-12) 

“El ladrón, que no robe más; sino que se fatigue trabajando honradamente con sus propias manos para poder repartir con el que lo necesita” (Ef 4,28)

Y también leemos en algún himno…”y crece cada día, entre sus manos, la obra de tus manos….Pusiste una herramienta en nuestras manos y nos dijiste: es tiempo de crear”

El trabajo es un derecho y un deber de la persona mediante el cual colabora con el Creador, procura su sustento y el de su familia, realiza su vocación y sirve a la comunidad. En palabras de Juan Pablo II, “el trabajo es el grande y fundamental derecho del hombre”. Con él, nos formamos creando condiciones de mejora de vida, desarrollando en la cooperación su sociabilidad, promoviendo el progreso, humanizando el cosmos. Es un servicio a la sociedad, se contribuye a las necesidades de los ciudadanos y se construye un mundo mejor.

Dios fue el primer trabajador y evaluó la calidad de su trabajo y vio que era “muy bueno”. La recompensa en el trabajo no es solo el beneficio material también es el honor que proviene de un trabajo bien hecho y su satisfacción en la realización. Con el trabajo participamos en la acción divina y le ayudamos a mejorar e instaurar su reino, completamos la obra de la creación iniciada por Él.

El trabajo nos ofrece la ocasión de practicar muchas virtudes, acrecienta la conciencia de la propia responsabilidad, exige la constancia en el deber. Es un ejercicio de virtudes, de entrega y esfuerzos, y no solo un medio de sustento. Hay muchas maneras de ejercer una profesión pero no todas son morales ni compatibles con el amor a Dios y al prójimo.

Sabemos que no todas la manera de trabajar son iguales y la nuestra ha de estar en concordancia con los valores evangélicos. Por eso decimos que el trabajo es medio de santificación y que es un medio de perfeccionamiento personal, dignifica a la persona que lo realiza, la ennoblece y la santifica. Realizamos bien nuestra actividad, estamos pendientes y nos preocupamos de nuestros compañeros, del cuidado y disponibilidad que nos enseña el mandato del amor. Este mandato nos lleva también a denunciar y no callar las injusticias que veamos que se realizan y se producen en nuestro entorno de trabajo y que atenten contra la dignidad de las personas, no olvidemos que somos responsables unos de otros ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” 

El sudor y la fatiga que el trabajo lleva consigo nos ofrecen también la posibilidad de unirnos a Cristo crucificado, posibilitando la colaboración en la redención de la humanidad. Nos mostramos verdaderos discípulos de Jesús llevando a su vez la cruz de cada día en la actividad que hemos sido llamados a realizar.

Valoremos también esos trabajos no remunerados, personas voluntarias, personas dedicadas al buen funcionamiento de su hogar, de la crianza de sus hijos, del cuidado de sus mayores, de sus familiares enfermos….

En Cáritas desde la acogida en las parroquias y desde los distintos programas (empleo, empresas con corazón, inmigración…) trabajamos por dar ese derecho tan vital a los que llaman a nuestras puertas, les acompañamos en su formación, en la búsqueda de empleo porque todas las personas tienen derecho a participar en la vida económica de la sociedad. 

Si nos formamos este concepto del trabajo y trabajamos con estos principios humanos y cristianos ¿cómo no vamos a estar contentos, siendo brazos para nosotros mismos, para los demás y para el mismo Dios?

Concepción Aranguren Vila

Directora de Cáritas Diocesana de Ciudad Real


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