El Alto Guadiana está situado en
la cabecera del mismo cauce. Un río que nace en un humedal único, como son las
Lagunas de Ruidera, y que donde desaparece provoca secarrales y aridez y donde
aparece fertilidad y verdor.
Paradójicamente va de menos a más
alcanzando su máximo caudal en la zona más occidental, entre su parte extremeña
y su desembocadura, ya en Portugal.
En la zona media-baja abastece al
regadío de una de las zonas más fértiles y variadas en lo que a cultivos se
refiere como son frutales, tabaco u hortícolas con importantes dotaciones de
riego.
Sin embargo, nada tiene que ver
en su parte alta, donde los cultivos predominantes son leñosos y algo de
hortícolas y herbáceos, con unas dotaciones de riego de las más bajas de
España.
A este escenario de falta de
regulación y equilibrio se le añade también la falta de gestión y de inversión
que precedido de una Ley de Aguas caduca y obsoleta provoca una situación límite.
El periodo cálido y seco en el que
estamos inmersos actualmente, unos de los peores del último siglo, pone de
manifiesto la importancia del regadío, que moderno y eficiente y utilizándolo
de manera responsable es vital para la supervivencia de cultivos, el mayor
activo socioeconómico y medioambiental que tiene una región como Castilla-La
Mancha, donde la despoblación es uno de sus peores enemigos.
Una población donde un porcentaje
importante no es consciente de que el agricultor y el ganadero no consumen agua
por capricho sino por necesidad y para producir alimentos que después nos
llevaremos a la boca tres o cuatro veces al día.
Toda la población deja una huella
hídrica en su camino. El campesino que aguanta como nadie el impacto adverso de
una climatología como la actual tiene que soportar también los efectos
negativos de un Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Democrático
que ataca y criminaliza a quien da de comer a una población cada vez mayor, más
demandante y exigente.
Agricultores y ganaderos, que se
adaptan como nadie a esta dramática situación, han modernizado sus sistemas de
riego y dedican la época estival a alimentar a una población que se multiplica;
han hipotecado su vida y sus ahorros para poder tener esa gota de agua que les
pueda garantizar su futuro.
A agricultores y ganaderos, que
en muchos casos ya se han arruinado, por diversos motivos, se les permitió
planificar sus cultivos como regadío con millonarias inversiones y al final se
convertirán en secano.
Cerca de 40.000 hectáreas afectadas
en el Alto Guadiana, la gran mayoría por una promesa política del 2008, donde
han utilizado políticamente este compromiso de manera vulgar y demagógica para
reírse en la cara de miles de agricultores profesionales.
El resto, acogidos a medidas como
la ampliación de superficie de leñosos, donde se les permitía ampliar
superficie de riego sin aumentar los caudales, es decir, repartiendo el agua en
más cubierta vegetal (una medida medioambientalmente positiva) o acogidos a un
derecho de riego vía cesión entre particulares.
Ambas medidas dejando un 10 por
ciento de derecho -vía peaje- para recuperación y recogidas en los propios
planes ‘ideológicos’, que no hidrológicos, que apenas son capaces de llevar a
cabo y que dejan miles de hectáreas sin derecho de riego que por ley tienen.
¿Quién puede soportar semejante
injusticia?
¿Quién indemnizará las pérdidas
ocasionadas?
¿Qué pasará con esas plantaciones
a las que se les prometió el riego?
Y, por último, ¿quién se atreverá
a seguir viviendo del campo ante esta total indefensión?
El agua es transparente, limpia y
cristalina y si tiene color… Sin duda estará contaminada.
Dejen de utilizar el agua políticamente y aboguen por un gran Pacto Nacional de Regadío con criterios técnicos, olvidando los territorialismos y cumplan la ley, al igual que lo hacemos el resto de ciudadanos.
José Joaquín Gómez Alarcón, presidente de la Comunidad de Usuarios de Aguas Subterráneas (CUAS) Mancha Occidental II y representante de la cuenca del Guadiana en el Consejo Nacional del Agua
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