Opinión

La convivencia entre culturas

Fermín Gassol Peco | Viernes, 15 de Septiembre del 2023
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Convivir, del latín “convivere”, es definido por la R.A.E. como vivir en común con una o más personas. Hasta hace muy pocos años, las convivencias lo eran entre  miembros de similares características. Personas con los mismos rasgos físicos, parecidas costumbres, ideas, creencias, filosofías de la vida. Hoy sin embargo, la convivencia se hace extensiva a la vivencia cotidiana con personas de otras culturas con lo que eso conlleva.

Convivir siempre hace referencia al hecho de estar en contacto con otros, no sólo al lado. Hacer vida en común no es lo mismo que vivir en un mismo tiempo, que a esto se llama coexistir. La temporalidad de la existencia es algo que nadie puede evitar ni provocar. Esa coexistencia de las distintas culturas, hasta hace pocos lustros, lo eran abarcando territorios exclusivos, sin apenas contacto.

Hoy con la globalidad, con las comunicaciones, la coexistencia entre culturas aparece entrelazada entre distintos usos, exigencias, referencias, preferencias, virtudes y defectos incrustados en sus esencias que son los elementos que establecen unos estilos de vida propios. Hoy es muy frecuente caminar por las calles de nuestras ciudades y cruzarnos con personas de otras razas, de otros continentes. Un hecho que sin duda supone el comienzo de una época en la que saldrá una manera más uniforme de entender la vida.

Recuerdo mis años de estudiante en Madrid; residía en una de las llamadas por entonces “repúblicas”. El coctel de miembros que convivíamos en aquella vivienda estaba compuesto por un alemán albino de más de dos metros de altura, tan blanco como una sábana y que no se duchaba ni por equivocación. Un andaluz que se pasaba la vida contando chistes y que nunca perdía el humor, un puertorriqueño que vino a estudiar medicina, tranquilo como él solo, un tipo de Irún con el que compartí habitación, que nunca supe lo que hacía y del que mucho después sospeché que podía pertenecer a un grupo independentista. Para rematar ese coctel un asturiano arrogante, un valenciano que desayunaba siempre en la cama y… la encargada de la república, una viuda en edad madura con un corazón demasiado solitario. Hubo momentos en los que esos desajustes culturales y educacionales crearon tensiones, alguno importante, pero créanme, la cosa funcionaba. El secreto siempre estuvo en el respeto que nos teníamos y en la juventud que siempre ha sido y sigue siendo un excelente lubricante para lograr la convivencia.

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