Convivir, del latín “convivere”, es
definido por la R.A.E. como vivir en común con una o más personas. Hasta hace
muy pocos años, las convivencias lo eran entre miembros de similares características.
Personas con los mismos rasgos físicos, parecidas costumbres, ideas, creencias,
filosofías de la vida. Hoy sin embargo, la convivencia se hace extensiva a la
vivencia cotidiana con personas de otras culturas con lo que eso conlleva.
Convivir siempre hace referencia al hecho de
estar en contacto con otros, no sólo al lado. Hacer vida en común no es lo
mismo que vivir en un mismo tiempo, que a esto se llama coexistir. La
temporalidad de la existencia es algo que nadie puede evitar ni provocar. Esa
coexistencia de las distintas culturas, hasta hace pocos lustros, lo eran
abarcando territorios exclusivos, sin apenas contacto.
Hoy con la globalidad, con las
comunicaciones, la coexistencia entre culturas aparece entrelazada entre distintos
usos, exigencias, referencias, preferencias, virtudes y defectos incrustados en
sus esencias que son los elementos que establecen unos estilos de vida propios.
Hoy es muy frecuente caminar por las calles de nuestras ciudades y cruzarnos
con personas de otras razas, de otros continentes. Un hecho que sin duda supone
el comienzo de una época en la que saldrá una manera más uniforme de entender
la vida.
Recuerdo mis años de estudiante en Madrid;
residía en una de las llamadas por entonces “repúblicas”. El coctel de miembros
que convivíamos en aquella vivienda estaba compuesto por un alemán albino de
más de dos metros de altura, tan blanco como una sábana y que no se duchaba ni
por equivocación. Un andaluz que se pasaba la vida contando chistes y que nunca
perdía el humor, un puertorriqueño que vino a estudiar medicina, tranquilo como
él solo, un tipo de Irún con el que compartí habitación, que nunca supe lo que
hacía y del que mucho después sospeché que podía pertenecer a un grupo
independentista. Para rematar ese coctel un asturiano arrogante, un valenciano
que desayunaba siempre en la cama y… la encargada de la república, una viuda en
edad madura con un corazón demasiado solitario. Hubo momentos en los que esos
desajustes culturales y educacionales crearon tensiones, alguno importante,
pero créanme, la cosa funcionaba. El secreto siempre estuvo en el respeto que
nos teníamos y en la juventud que siempre ha sido y sigue siendo un excelente
lubricante para lograr la convivencia.
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Sábado, 17 de Mayo del 2025
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