…La Peste Bubónica tuvo fases en las que las gentes estaban
aterrorizadas… Apareció con caracteres y patologías de espantosa gravedad en
los años 1348, (Martínez Leyva y Zurita) 1566 (Laguna), 1574, 1598, 1606,
1650-52 (Porcel). Su persistencia conllevaría a disposiciones cuarentenarias,
en sistemas de aislamiento (Península Ibérica) en Lazaretos y Morberías. Y se
adoptaron medidas por Orden del Real Protomedicato; (Mercado, Laguna) siendo
notables los estudios necrósicos y los
exámenes viscerales que, con excelente sentido y objetividad, recogió el doctor
Juan Tomás Porcel a mediados del siglo XVII; en las epidemias de Zaragoza.
La evolución de
la enfermedad causada por la Peste Bubónica, suele ser aguda causando gran
mortalidad debido al cocobacilo Pasteurella pestis. Es endémica en diversas
varias regiones del planeta: China, Oriente Medio etcétera. Por lo que en
cualquier época, y si es en episodios de guerras, con más motivo e intensidad,
surgen circunstancias que favorecen la propagación, dando lugar a terribles
brotes epidémicos. La enfermedad se extiende entre roedores, que constituyen el
reservorio; entre los más destacables la rata de alcantarilla o rata gris y a
menor escala la rata negra, ratones, marmotas, ardillas, hurones. El intermedio
de pulgas es la forma de propagación; transmitiéndola desde la persona enferma
o contagiada, (o el reservorio animal) a las sanas. Las pulgas
absorben-succionan la sangre del individuo enfermo y cuando el germen alcanza
el aparato digestivo, prolifera con tal abundancia que bloquea el estómago. La
sangre, al “contactar” con el tapón de gérmenes, es regurgitada cargada de
bacterias, “impregnando la puntura de la picadura las escoriaciones del
rascado…”. (José Mª Ariño). El pánico que causaron las pulgas en la sociedad,
creó gran confusión hasta en ciertos soberanos-soberanas: A la reina Cristina
de Suecia le repugnaban y temía tanto a
las pulgas, que mandó construir pequeños cañones, que cargaba con
proyectiles parecidos a los perdigones de los cartuchos de caza actuales y
cuando tenía a tiro las “piezas”, las breaba a cañonazo limpio. Ahí el dicho:
“matar pulgas a cañonazos”.
El periodo de
incubación de la Peste Bubónica, suele ser de dos a seis días; manifestándose
con fiebre e “infarto” ganglionar —bubones—; con cuadros graves que conducen a
la muerte. Muchas Epidemias-Pestes, principalmente en la Edad Media, fueron provocadas
y se propagaron utilizándose como las “armas biológicas” actuales. Está
constado que los tártaros, cuando atacaron la fortaleza del puerto de Kaffa, en
la península rusa de Crimea, sufrieron un brote de Peste Bubónica; lanzando los
cuerpos de los compañeros muertos, sobre los muros de la fortaleza para
infectar a los defensores. Todo apunta a que los supervivientes del asedio, que
escaparon por el Mediterráneo, fueron quienes introdujeron el virus en Europa,
al desembarcar en Italia.
En la entonces
aldea de Ruidera de los años cuarenta, eran tiempos de garbas de carrizo a
cuestas para construir techumbres de casucas y entremedias camuflada caza furtiva,
capturada con perros, y de “aquella manera…”. Bohíos con sacos, burdas y
enceradas telas cubriendo puertas, ventanucos y troneras. En aquellos
habitáculos de preñada arquitectura, se sabía que se moría cuando se enterraban
cuerpos, que sólo se registraban en las regiones espaciales de la cósmica
existencia… También era época de alguna hechicera ribereña, “decidora” de
oraciones del mal de ojo, del tabardillo, de la insolación, del “asiento”, de
la ictericia y “preparadora” de ungüentos para herpes, cegueras, verrugas…
Periodos de yegüeros, boyeros, esquiladores y rabadanes con exiguos rebaños,
custodiados por corpulentos mastines y “gobernados” por astutos perros
“careas”. Tiempos aquellos de gachas y ranchos con conejos atrapados y
mordisqueados por obedientes podencos, poco mordedores a gente y si muy
ladradores cuando a la aldea arribaba, “a ocultas y de propósito—nos dicen
lugareños—gente extraña, forastera o estraperlistas”. Los dóciles canes,
adiestrados para la caza con escopeta, garrote y otras artes furtivas; eran
fabulosamente eficaces en la biogeografía vegetal-cinegética de la zona y por
tanto imprescindibles para la subsistencia de los vecinos… “Los perros que
teníamos, eran tratados y cuidados como un miembro más de la familia, hasta que
un día apareció por las calles de Ruidera un perro negro (sic) —nos refieren
personas mayores de aquel entonces—que nadie había visto nunca, que traía
consigo la rabia y les mordió a dos criaturas, que murieron de rabia y entonces
les empezamos a tener miedo… Aquel perro negro, después de callejear por
Ruidera, se fue vega abajo y llegó al cortijo de La Moraleja…”. En el siguiente
capítulo, mencionaremos personas que
murieron de rabia en la zona.
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Jueves, 5 de Junio del 2025