Tomelloso

«Quien tenga ojos para ver la belleza del mundo nunca estará triste»

El narrador Aldo Méndez encandila al público del Café de la Glorieta con “Vivir para contarla” en el Día de las Bibliotecas

Francisco Navarro | Miércoles, 25 de Octubre del 2023
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Regresaba este martes a Tomelloso Aldo Méndez para celebrar —¡y de qué manera!— el Día de la Biblioteca “el lugar donde todos los seres humanos son iguales”. Fue en el Café de la Glorieta con “Vivir para contarla”, un acierto de la Biblioteca Municipal. El narrador cubano encandiló al público del cafetín contando bellas y tiernas historias, que lo eran mucho más con su evocador acento y la forma única de relatarlas.

Fue la concejala de Cultura, Inés Losa, la encargada de presentar el acto. La edil tuvo palabras de agradecimiento al personal de la Biblioteca Municipal Francisco García Pavón de Tomelloso. Losa, que dio la bienvenida a Aldo Méndez, recordó que el narrador había estado muchas veces en la ciudad.

El narrador recordó la primera vez que vino a Tomelloso, un 28 de enero del año 2000 “imagínense el frío para un cubano”. Contento por participar en la fiesta de la Biblioteca, “el lugar más democrático de la Tierra, donde todos los hombres son iguales”, explico a los presentes en la velada que vive del cuento.

Y arrancó la primera de sus historias, el porqué se hizo narrador. Su abuela Ana, pequeña y regordeta, no sabía leer ni escribir: nunca había ido a la escuela. Cuando la madre le Aldo le dio la noticia de que éste iba a ir al cole esta rompió la alcancía (“mucho más bonita que hucha) para comprarle unos zapatos. Ese fue el arranque de una bella historia en la unió la valentía de una abuela pobre y la imaginación de un niño que trataba de no entristecerla. A Aldo Méndez cuando se fue de casa —lleva fuera desde los doce años— le dijo su abuela que “la mentira es mala, pero la imaginación no lo es”. Para acabar el primer relato confesó que “me gustan los libros porque mi abuela no sabía leer”.

Continuó con un cuento de Ornelio José Cardoso. Aldo Méndez con su maravillosa voz nos transporta a La Habana, a un castillo en la desembocadura del río más largo. Sin dar tregua el narrador —que tiene tiempo para interactuar con el público que entra y sale del Café— nos encandila con la historia de un nieto y un abuelo.  En una época en la que no hay cartas de amor “solo WhatsApp”, el narrador nos relató la maravillosa historia de Tocotoc, el cartero enamorado. Un bello cuento de Clarisa Ruiz que nos cuenta la bella aventura de un tímido repartidor de correspondencia.

El inolvidable primer amor, el de Ana, siempre rodeada de mariposas de colores. Ella rica y Aldo no, pero aún así, siempre sería el ángel de la guarda del contador de historia.  En la biblioteca, señaló Méndez en una pausa, “uno vive su propia vida, pero como le da la gana”. Acabó contando la historia de un espantapájaros al que, con las prisas, no le habían puesto ojos. Hasta que la abuela de Aldo le cosió unos y pudo ver lo que le rodeaba. Y es que, “quien tenga ojos para ver la belleza del mundo nunca estará triste”.  Con esa gran frase puso fin Aldo Méndez a una gran noche de evocadoras historias.

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