En cifras volcánicas, el Nevado del Ruiz lanzó restos sólidos a más de 30 km de altura, expulsando 35 millones de toneladas de materiales alrededor de 700.000 toneladas de dióxido de azufre, según los datos del Servicio Geológico Estadounidense. 

A pesar de estas cifras, la tragedia es recordada mayormente por la agonía de la niña Omayra Sánchez Garzón, que durante tres días estuvo atrapada bajo el lodo, los restos de su casa, y los cuerpos de su padre y su tía. La cobertura mediática de su rescate fallido recorrió el mundo. La joven Omayra finalmente falleció a causa de la gangrena, sin que se pudiera hacer nada por ella. La fotografía de Omayra captada por el periodista Frank Fournier antes de su muerte, se hizo famosa en el mundo entero siendo publicada en medios de todo el planeta. No voy a pasar a detallar el intento de rescate y muerte de Omayra, pero sí he decidido incorporar su fotografía, a modo de recuerdo de una tragedia en la que pereció prácticamente todo un pueblo y en la que la gestión de la situación dejó muchísimo que desear. Durante esos tres días Omayra demostró una templanza y una valentía excepcional a pesar de sus 13 años, manteniendo durante su agonía una serenidad impactante. 

Sirvan estas pocas líneas como recordatorio de la tragedia, homenaje a Omayra, y como elemento de concienciación para darnos cuenta de que, a pesar de nuestra supuesta fuerza, de ser la especie dominante, ante la naturaleza, poco podemos hacer salvo tratar de estar preparados.