Les
contaba la semana pasada que mi amigo Ciri me había sorprendido con su deseo de
ser asesor, aunque al final rectificó, utilizando, como siempre, su buen
criterio; esta tarde hemos vuelto a disfrutar de una nueva charla adornada con
café y magdalenas, como nos gusta a los dos.
Dice Ciri
que está eufórico, que siente por dentro muchas ganas de vivir, que es algo más
feliz hoy que ayer. Le respondo que esta situación suya me alegra porque es mi
amigo, a la vez le pregunto por la razón de ese cambio de ánimo.
—Por qué
va a ser, porque es uno de diciembre.
—Bueno, y
ayer fue 30 de noviembre, los números de los días no son causas, pienso yo,
para sentir cambios de ánimo, al fin y al cabo, son cifras, a no ser que esos
dígitos te recuerden acontecimientos o situaciones en las que has vivido más
alegre, más feliz.
—Te
aclaro unos puntos —me dice con ojos de tunante, que siempre pone cuando va a
declarar algo sorprendente para su escuchante—, si tú hicieras una encuesta a
las personas mayores, no, rectifico, a cualquier ser humano aunque sea pequeño,
preguntando qué mes les resulta más simpático, agradable, atractivo…, me juego
contigo la merienda, a que responderían que es el mes de DICIEMBRE, así con
mayúsculas, —mientras termina la frase hace un gesto extendiendo los brazos y las
manos para enfatizar el mes que cita.
—Sí, es
posible, no voy a discutírtelo —le respondo—, pero no me negarás que para los agricultores
que recogen sus cosechas en agosto, no van a preferir este.
—No te lo
niego, amigo, pero solo con nombrar diciembre a mí me alegra el día, tengo
mucha razones: de pequeños sabíamos que estaban cerca las vacaciones del cole,
los altavoces de la plaza alegraban el aire con los villancicos, mi madre nos
traía tortas, y dulces del horno; los que nunca he podido disfrutar han sido
los mantecados…, esa sensación de tener la boca llena de una materia que no me
deja respirar, me transmitía la impresión de ahogarme.
—Claro
Ciri,—le respondo entre risas—, es que intentabas meterte entero el mantecado
en la boca, eras un ansias.
—Sí,
cierto, era para hacerme el gracioso. Pero hablando en serio, en este mes,
observa por favor, y verás que la gente intenta estar más alegre, compartir
risas con los demás, se procura juntar a la familia; ya esto es grandioso,
repartir abrazos y besos entre los tuyos es lo más grande.
—Muy
cierto.
—Además
este año —continúa Ciri— , me voy a desconectar los oídos y los ojos de todo lo
que pueda producirme desasosiego, lo que me enoje, altere o me escandalice; por
ejemplo, no voy a prestar atención ninguna a los griteríos farsantes de los
políticos nacionales, siempre están a la greña, entre mentiras, verdades a
medias, informaciones sesgadas, me dan angustia. Tampoco voy a hacer caso de
las propagandas incitándome a comprar regalos, comida, lotería. Todo eso me
pone de los nervios. Gasto más de la cuenta y al final pierdo el dinero jugado
y las comidas de los días siguientes a las fiestas es a base de sobras.
—Me
parece, amigo, que estás exagerando, te has colocado justo en el punto
contrario al que traías cuando nos hemos juntado.
—No, qué
va, que va…, no. Quiero decirte que no voy a dejar que me amargue nadie la
alegría de vivir el mes de diciembre, el mes de la Pascua, ¿te acuerdas que así
lo llamaban antes las personas mayores? Es que me siento como un niño con
zapatos nuevos.
—Desde
luego que me acuerdo —le respondo.
—Voy a
comenzar por poner el belén en la consola del recibidor de mi casa; a mi mujer
se le da muy bien colocar las figuras, el río, el nacimiento, los pastores, los
reyes y muy lejos casi escondido el palacio de Herodes. ¡Qué pena, todavía
sigue habiendo Herodes en nuestro planeta!
—¿No
pondrás árbol? —le pregunto para ponerlo a prueba, sé que no le gusta, cree que
es un intento de desviar la atención de lo principal, una costumbre venida de
los países “ateos”. Me mira muy serio, vuelve la vista hacia el café, da un mordisco
a la magdalena y me responde.
—¡Qué
“jodío” eres! Quieres picarme a ver qué digo ¿eh?, —dibuja una sonrisa
demostrando lo bonachón que es y contesta—, sí, también voy a poner el árbol
este año, para que disfruten mis nietos, son muy pequeños y les encanta cambiar
las bolas de sitio, quitar las cintas de espumillón y ponérnoslas de diadema a
los mayores. Es una gozada ver lo bien que se lo pasan. Aunque lo pongan todo
“manga por hombro”, merece la pena.
A mi
amigo le corren los recuerdos de años anteriores por la cabeza, se le reflejan
en los ojos, en la boca y en la frente y de pronto los ojos se le ahogan en
agua, va a gotearle la nariz, pero saca su pañuelo blanco de tela y la enjuga,
simula una tos inoportuna, me mira entre la niebla de unos ojos acuosos y
estalla en una sonrisa de persona profundamente afectiva.
Sorbo un
trago de mi taza para disfrazar la emoción al ver a mi compañero como abuelo
tan sensible y para que no se sienta sofocado. Pongo mi mano sobre la suya, la
aprieto con todo el cariño del mundo y para mis adentros me digo: «¡Qué bien,
ya estamos en diciembre!»
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Viernes, 9 de Mayo del 2025
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