Opinión

Construcción de chimeneas en Tomelloso antes de la llegada de los valencianos

Joaquín Patón Ponce | Viernes, 15 de Diciembre del 2023
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A mediados de la década de los años 40 del siglo XX, se instaló en Tomelloso, procedente de Alzira, la familia Goig. Según nos relató de viva voz Antonio Jareño Herreros, la primera chimenea que construyeron en Tomelloso fue la más alta que hay en la antigua bodega de Casajuana.

Tanto les gustó a los propietarios de las destilerías ya instaladas en la localidad que hubo varios que estuvieron pendientes de que terminasen los Goig —los valencianos pronuncian “Goch”— la chimenea de Casajuana y se los llevaron para hacerles una a ellos.

No hemos podido saber los años que estuvieron instalados en La Mancha esta familia de constructores valencianos ni el número exacto de chimeneas que levantaron, pero debieron quedarse bastantes años. En Pedro Muñoz hay chimeneas de ellos y en Alcázar de San juan también. En Tomelloso aún siguen en pie siete de sus obras.

Esta familia marcó claramente un antes y un después en la construcción de chimeneas de obra de ladrillo; en nuestro caso en destilerías de vino. El despegue industrial del levante fue muy anterior al de La Mancha. José Goig era miembro de la tercera generación de constructores de la familia.

 Los valencianos construían unas torres altas (hasta 35 m.) bonitas y elegantes.  Tenían su propia cuadrilla de trabajadores. El que ponía los ladrillos de las esquinas era siempre el mismo, ayudado con una herramienta especial llamada tabla-plomo –en valenciano taulaplom—, con lo cual la obra se veía homogénea.

El material empleado como mortero era el llamado “mortero de cal” compuesto por una mezcla de cal fogueada, arena y un poco cemento. Muy importante este mortero pues era muy maleable y un poco flexible.

Los constructores manchegos no tardaron nada en enterarse del mortero empleado por los valencianos. Y menos en emplearlo ellos mismos. Se enteraron también de una técnica llamada “apuntamiento” la cual consiste en que la obra cierre 2,5 centímetros en cada lado conforme se va elevando.

Hemos dicho que el mortero de cal era algo flexible, esto es más importante de lo que parece. Uno de los enemigos de obras tan altas con tan poca base es el viento. este mortero permite que la obra ceda unos centímetros sin romperse.

Muy poco tiempo después de que los valencianos llegasen a Tomelloso, los constructores de chimeneas de La Mancha empezaron a hacer chimeneas como las de los valencianos. De estas muchas continúan en pie a día de hoy. 

De las anteriores a los valencianos quedan muy pocas, puesto que al no levantarlas con apuntamiento ni mortero de cal se deteriorarían mucho con el uso. Todo ello a pesar de que tenían algunos “Truquillos” para intentar evitar el deterioro de estas peculiares obras.
La primera precaución que tenían en las últimas que construyeron era adosarlas a la torre de destilación. Esta forma de construir hace que la torre –de gruesos muros de tierra- absorba las dilataciones de la pared de ladrillo de la chimenea, además de que la libra del viento. En Tomelloso tenemos así construida y muy bien conservada la chimenea de la calle Persiles.

Otra cuestión importante era no hacerlas muy altas, dado que estaban adosadas a los muros de tierra de la torre de destilación y eran de planta rectangular. Si el viento soplaba fuerte del lado más ancho del rectángulo, alguna derribaría.
Y finalmente, cuando se terminaba el apoyo de los muros del alambique las chimeneas estrechaban. Esta forma de construir la podemos observar en la chimenea de la casa del Gallego.
Otra de las precauciones que pudimos observar cuando estaban haciendo las obras de la casa del gallego es que la pared de la chimenea que estaba adosada al muro de tierra que debió proteger el alambique, en el lado este de la chimenea no llegaba a cerrar completamente, dejando un hueco de unos veinte centímetros.

Este hueco evitaría la formación de grietas, ya que la pared no llegaba a cerrarse, aún así esta chimenea estaba muy deteriorada antes de restaurarla.

Las chimeneas de obra de ladrillo eran utilizadas en las destilerías de vino de Tomelloso para la evacuación de humos de las calderas que calentaban el producto a destilar. De las que se construyeron sin emplear la técnica de los valencianos solo quedan en pie tres.

Estamos seguros que hubo muchas más de las que se han conservado. Por tanto, hemos de agradecer a los valencianos en general, y a la familia Goig de forma particular en Tomelloso y comarca que nos “invadiesen” con sus técnicas de construcción.

Ellos y los constructores locales que aprendieron de ellos nos permiten disfrutar actualmente de paisajes urbanos como el de Tomelloso, decorados por decenas de torres altas, bonitas y elegantes. En Tomelloso, además, tienen la particularidad de que todas las que podamos admirar en sus calles o plazas, algún día de un pasado reciente, evacuaron humo de una caldera utilizada para destilar vino.


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