Seguro estoy que, si alguien preguntara sobre la diferencia que existe entre las figuras del Cid, Marie Curie, Churchill, Sofía Loren, Serrat, Sabina o Lenin con las del Capitán Trueno, El Llanero solitario, Batman o Harry Potter casi todo el mundo sabría la respuesta y digo casi que en esto mismo radica el hecho y el origen de lo que deseo exponer.
Los primeros son personas de carne y hueso, hombres y mujeres que han dejando su impronta en el terreno donde la vida los ha puesto. Los segundos son personajes de ficción, de cartón piedra, seres imaginarios, y por eso, más fácilmente moldeables por la imaginación de quienes los crearon, fabricados para satisfacer ilusiones o fracasos, pero seres sin alma ni defectos.
La frecuente equiparación de quienes se empeñan en establecer entre los Magos de Oriente y Santa Claus o Papá Noel que me da lo mismo, no pretende sino intentar sustituir o hacer que parezcan igual de reales las hermosas rosas nacidas en un jardín de otras quizá más estéticas y duraderas pero fabricadas con plástico eterno.
No parece sino significar que, a una parte de la sociedad, eso de la historia, las raíces, la cultura, la realidad, el porqué de lo que somos y la transcendencia de lo que unos y otros significan no tiene la menor importancia. Pues bien, ésta es la diferencia que existe entre unos Magos de Oriente que acudieron al portal llevados por una estrella rutilante hace más de dos mil años, y la figura bonachona y comercial de Santa Claus o la de Papa Noel, una idea inspirada en la simpática figura de un obispo llamado Nicolás y que vivió en Turquía.
Históricamente los Magos existieron, lo sabemos porque la Biblia se refiere a ellos en un pasaje del evangelio de San Mateo que no señala el número ni sus nombres aunque si dice que llegaron hasta donde había nacido Jesús llevando oro, incienso y mirra. Es en el llamado evangelio de la infancia de Jesús, de Tomás en el siglo II en donde se narran tanto el número de Magos, como sus nombres y su probable origen persa.
La figura de Papá Noel data de una leyenda que nació en el norte de Europa hacia el siglo diez y siete y traspasó el océano cuando inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva Ámsterdam, llamada más tarde Nueva York, llevando consigo sus tradiciones. Pero, independientemente del origen histórico de los Magos y la virtualidad de Papá Noel, lo verdaderamente importante es el significado que encierran. Las Navidades conmemoran el nacimiento de Jesús de Nazaret en un pesebre allá en Belén de Judea, un hecho histórico. La buena noticia de que llegó un salvador y que los Magos fueron hasta allí e impresionados, pese a ser según parece, sacerdotes mazdeistas o zoroatristas, lo adoraron, dando origen a la Epifanía, a la manifestación del misterio a todo el orbe. Una fiesta que hunde sus raíces en algo real, se crea o no en la transcendencia de estos hechos.
Lo de Santa Claus y no digamos ya el pino o el abeto, no son sino bonitas representaciones sentimentales de lo que todos nos deseamos, amor, felicidad, suerte y demás parabienes recurrentes. Pero y perdonen el símil, son como esos huevos a los que se les ha quitado la yema. Algo que sabe a muy poco y que sobre todo no alimenta casi nada.
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Viernes, 2 de Mayo del 2025
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