Sin embargo, si logramos el esfuerzo diario y cada vez buscamos la iniciativa para alcanzar lo previamente propuesto, ¿podríamos alcanzar aquello con el que iniciamos un nuevo proyecto, de un año nuevo? La existencia de un proyecto puede ser un proyecto eficaz, para lograr y liberarse de algo que nos ha ocupado en determinados momentos y que, a medida que se ha vuelto inevitable, ha vuelto a cerrar el concepto de un tiempo, en el cual no se ha efectuado ni un minuto para dedicar a ese pensamiento.

Sin embargo, al concluir un año, es probable que, en el transcurso, del final de ese día, esa tarde, todos poseemos las ganas y tenemos la sensibilidad más profunda en la piel. Y la memoria, llena de imágenes y los deseos de paz, que nos presentan, los gestos de amabilidad y el gran esfuerzo sin notarlo, nos conduce a una comunicación continua, en la calle, con todos los conocidos, y también desconocidos, con el vecino del quinto, el anciano y en esas ocasiones con ese señor, y esa señora de mirada verde…  Antes, parecía más complejo, pues ahora en la noche todo será más fácil. En aquella noche, todos nos representamos con palabras sencillas, gestos sencillos y, en ocasiones, hasta nos percibimos que es la sencillez, es capaz de lograr lo que no se logra con el esfuerzo.

Y ahora digo yo, por qué siempre en estos días y concretamente en este final de año, dejamos el mismo propósito y no somos capaces de llegar a cumplirlo. Si no es tan fácil… Ser un poquito más juiciosos, unos con otros y así poder conseguir que todos terminemos, y empecemos con ese deseo que si es verdad que lo decimos, sea de verdad, que lo cumplimos.