José Manuel Ruiz Gutiérrez se mantiene vital, polifacético e incombustible. El profesor y escritor ha presentado este jueves en la Biblioteca Municipal Francisco García Pavón “La capuchina y otros cuentos”, libro con en el que retorna a un género literario en el que muestra su talento como narrador y contador de historias. En una entrañable velada de literatura y vida, el acto ha contado con la presencia de la prologuista, la profesora Remedios Juanes y de la concejala de Cultura, Inés Losa; además de sus compañeros docentes, Jesús García Chicote y Elena Moraleda, que han leído, y muy bien por cierto, algunos de los cuentos. Entre el público, había muchos compañeros de profesión de José Manuel y amigos de un hombre que se gana a la gente con su sabiduría, cercanía y sentido común.
La directora de la Biblioteca, Carmen Labrador, ha alzado el telón ofreciendo unas pinceladas del curriculum literario de José Manuel Ruiz que se mueve en el género del cuento, el ensayo, la obra teatral y la poesía, su género preferido. Precisamente, entre sus proyectos más cercanos está la publicación de un poemario que pronto verá la luz.
Remedios Juanes ha recordado también el compromiso social y con su pueblo de José Manuel “que ha permitido mejorar la vida de muchas personas” y ha analizado un libro que “tenía previsto presentar hace año y medio, pero un percance de salud de José Manuel lo impidió. Afortunadamente, lo ha superado y ha podido ver la luz un libro que ha dedicado a su nieto Adam y a los niños”.
Dividido en dos partes “Cuentos para días de lluvia” y “La caja de cerillas”, Juanes ha admirado ese realismo mágico que desprenden algunos de los relatos de la primera, mientras que los de la segunda tienen un contenido más autobiográfico. “Son unos cuentos maravillosos, escritos con mucha categoría, donde el autor se desnuda utilizando un lenguaje sencillo y cercano, creando personajes que desprenden mucha ternura, con frecuente aparición de onomatopeyas que nos adentran en esa época de la posguerra”.
Jesús García Chicote dio lectura al cuento de “La capuchina”, el que da título al libro, después Elena Moraleda leería otro cuento, “El baulete de la abuela . Ellos dos junto al propio autor recrearon de manera deliciosa el de “Mamá quiero ser famoso” con un final inesperado que emocionaría a más de uno, empezando por la propia concejala que dio las gracias al autor “por emocionarnos con este magnífico libro de cuentos que tiene pasajes que me transportan a mi propia infancia. Este libro nos ayuda a crecer y recomiendo a la gente que lo lea y relea porque es muy especial”.
Fue muy interesante la entrevista que la prologuista le fue haciendo a José Manuel Ruiz que ha considerado el arte de escribir “mucho más serio de lo que parece. Escribir tiene mucho de oficio y también de emoción y sentimiento". El autor ha habadlo de la imagen del la obra que viene a ser la clave. "El niño que aparece en la portado, sería yo, soplando sobre la capuchina de mis sueños. Tengo claro que el ochenta por ciento de lo que somos es lo que fuimos entre los 7 y los 14 años. Con este libro yo regreso a ese pasado de mi niñez, en los que me busco a mi mismo”. Para Ruiz la llegada de la jubilación supone en cierto modo regresar a ese mundo primero. “Vivimos demasiado rápido y cuando llega la jubilación es una oportunidad para levantar el pie del acelerador y ver el mundo de otra manera y eso es algo maravilloso”. También ha revindicado la capacidad para emocionarse con las cosas más dispares, ya sea un robot o una flor, asomando el talante polifacético de alguien que domina de igual manera el lenguaje científico y el literario.
El autor ha hablado del realismo mágico “un género donde el escritor ve y transforma la realidad, añadiéndole elementos oníricos. Es algo que he podido vivir cuando he viajado a Ecuador, visitando unas Iglesias que contienen elementos que me ayudaron a entrar en ese mundo del realismo mágico”. Ha confesado que en el libro se desnuda mucho “especialmente en el cuento de La Capuchina”, del que leyó un fragmento recreando esa oscuridad que quedaba en su modesta alcoba cuando apagaba la capuchina. Entonces empezaban los dulces sueños de un niño que fue inmensamente feliz.
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