Es innegable que vivimos en una sociedad con cierta “adicción a la
prisa” y que enarbola el hiper activismo en casi todos los ámbitos, en el
trabajo, la comida, la cultura, la moda, el consumo, el ocio, etc. Por citar alguno
de los ejemplos más asombrosos, para que se hagan una ligera idea, ha ocurrido en
los EE.UU donde despiden al finado desde los vehículos a las puertas de los
tanatorios, haciendo cola como si se tratase de estar en la fila del MacDonald.
Le dan el último adiós a las personas más importantes de sus vidas a través de
una pequeña ventana de cristal. Es increíble que se haya llegado hasta ese
extremo.
Por otro lado, si reflexionamos un poco, y confesamos nuestro “mea culpa”, deberíamos valorar
que la llamada generación Z, es decir el
grupo de nuestros adolescentes y niños, han heredado de nosotros, los adultos,
la hiperactividad y la aceleración de la vida. Sus agendas permanecen repletas de
actividades, sin ni siquiera ser capaces de detenerse, por un instante, para reflexionar
y estar con ellos mismos.
Esta situación, mis estimados lectores, está alcanzando unos niveles
desorbitantes en cuanto a las cifras de personas que nos vemos inmersas en esa
vorágine que nos arrastra y no nos deja contemplar el “bello paisaje” de la
vida. Los factores que influyen son: Que siempre vamos midiendo el tiempo, la
vida pasa muy deprisa, el “inexorable paso del tiempo” como afirmaban los
Barrocos, o el mensaje del Carpe Diem pero todo elevado a la máxima potencia.
Las consecuencias de una mala gestión del tiempo son terribles: El
cansancio o lo que es peor aún, la aparición de las enfermedades en las que nos
damos cuenta de que algo está fallando, nuestro metabolismo estalla en ese
momento y ya no hay remedio.
¿Qué está ocurriendo en nuestras vidas? ¿No será que estamos viviendo en
modo “click”, en el que todo tiene que
ser rápido, en tiempo record, en modo “multi tasking” (multitareas)? Parece ser
que cuanto más hacemos, mejor nos sentimos, pero nada más lejos de la realidad.
De hecho, las cosas ocurren de forma tan automática que nada de aquello que
hacemos cala profundamente en nuestra mente o alma, al contrario, nos crea un
sentimiento de insatisfacción y superficialidad que nos hace muchas veces
sentirnos vacíos.
Siempre vamos a “contra reloj”,
hay veces en que no recordamos ni lo que hemos cenamos, ni la última película
que hemos visto. Este comportamiento implica un exceso de velocidad o lo que
los expertos llaman el “Virus de la prisa”.
EL MOVIMIENTO SLOW
En contraposición a estos argumentos, más bien de tipo negativo, los
cuales espero nos ayuden a reflexionar un poco sobre nuestro estilo de vida, tenemos
el antídoto que hoy en día, mucha gente ya lo está practicando, el movimiento “slow
motion” (movimiento de la lentitud), vivir de una manera más “slow living” (vivir
lento) que te permitirá adaptar tu vida a todos los ámbitos que te rodean.
El término de Slow life (vida lenta) tuvo lugar en 1989 cuando el
periodista italiano Carlo Petrini organizó una propuesta en la Plaza de
España, en Roma, contra una hamburguesería de “fast food” (comida rápida).
Planteaba Petrini que las consecuencias de un ritmo de vida frenético no tardan
en aparecer y son: La obesidad, el estrés e incluso el conocido como Síndrome
de la Felicidad Aplazada. Casi dos décadas después, el periodista y escritor
canadiense Carl Honoré escribió el ensayo “Elogio de la lentitud”,
en 2004 y se convirtió en un “best
-seller” a nivel internacional, precisamente porque millones de personas de
todo el mundo se han propuesto como desafío asumir la serenidad frente a lo que
representa la cultura de la prisa y el mal uso de las nuevas tecnologías. En 2022
nació en España el movimiento “tiempo de arte”, una iniciativa que pretende
poner de manifiesto el modo de vida “slow” a través del arte y las infinitas
posibilidades transformadoras que ofrece para la salud vital del ser humano.
Este movimiento no defiende hacer las cosas de forma extremadamente
lenta, sino a un ritmo adecuado para cada situación, similar al concepto
musical de “il tempo giusto”. La esencia del movimiento slow se centra en hacer
las cosas bien en lugar de hacerlas rápidamente, fomentando un cambio de
mentalidad que busca la calidad en vez de la velocidad. Esta idea, aunque
simple, es transformadora y se puede aplicar a varios aspectos de la vida, como
la educación, la alimentación, el liderazgo y los viajes.
PENSAMIENTO LENTO VERSUS PENSAMIENTO RÁPIDO
Lamentablemente, en las sociedades más avanzadas, tenemos el concepto de
que ralentizar nuestras vidas es símbolo de ser “estúpido” o incluso
“aburrido”. Está demostrado, como así opinan algunos de los expertos, tanto
psicólogos como psiquiatras de la revista Health (Salud), que el movimiento o
pensamiento Slow reporta una serie de
beneficios tanto a nivel de riqueza personal como de creatividad. De hecho,
está comprobado que nuestras mejores ideas o las llamadas “eureka” se producen
cuando mayor relajación tenemos en nuestras vidas. A esta situación se la ha
bautizado, como “Slow Thinking” (pensamiento lento).
En contraposición tenemos el pensamiento rápido, el cual nos permite
tomar decisiones rápidas, en muchos ámbitos, como es el económico, los llamados
“traders” o “brokers” (corredores de bolsa y negocios) se dejan llevar por su
experiencia a la hora de tomar decisiones hiper rápidas. Lo cierto es que hay
que hacer juegos casi malabares entre lo que sería el pensamiento rápido y el
lento para mantener ese equilibrio.
Vivimos en una sociedad que rechaza el envejecimiento, lo cual es un
idea equivocada, ya que es la época más dorada de la historia de una persona,
en las que son muchas las experiencias que nos pueden aportar. Diríamos que este
estereotipo está equivocado.
En lo referente al ámbito educativo, el cual padece este problema,
algunos expertos en la comunidad de Aragón han puesto en marcha las llamadas
“Aulas Felices”. Se trata de un proyecto piloto, en el que una de las
experiencias más importantes llevadas a cabo es dar un de seis minutos de relajación a los
estudiantes para seguidamente iniciar la clase. Otra de las actividades
consiste en dar comienzo a una sesión con una pregunta, dejando un tiempo para reflexionar
y después comentar entre todos de forma participativa.
La juventud está continuamente viviendo a pasos acelerados, con “clicks”,
mensajes cortos y superficiales, todo de forma visual. Están inmersos en el
mundo de las apariencias y desconocimiento por no saber quién está al otro lado
de las pantallas. ¿Saben cuál es el promedio de las veces que tocamos el
teléfono móvil a lo largo del día? Unas 2.200 veces, según un estudio llevado a
cabo por iPhone. Estamos en la cultura de la incomunicación, juntos pero
separados. La herramienta para combatir es la meditación, así, habrán escuchado
el llamado “mindfulness”, que viene a ser una especie de relajación en nuestra
mente para desacelerar nuestra generación acelerada.
En un mundo cada vez más obsesionado con la velocidad, adoptar un
enfoque más pausado no solo puede mejorar nuestra calidad de vida, sino también
nuestra salud mental y física. A propósito del tema y para finalizar, me quedo
con una frase de Carl Honoré, “El tiempo no es el enemigo, sino un aliado;
no se trata de hacerlo todo más rápido, sino de hacerlo mejor”. Suelten el
virus de la prisa y serán mucho más FELICES.
María Remedios Juanes
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Sábado, 15 de Marzo del 2025
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