Tomelloso

El Brujo: «Me gustaría volver a Tomelloso cada año o cada dos con una obra nueva»

La Voz habla con el maestro del teatro que representa este sábado a las tablas del Marcelo Grande “Los dioses y Dios”

Francisco Navarro | Viernes, 13 de Septiembre del 2024
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Vuelve este sábado Rafael Álvarez, El Brujo, al Teatro Marcelo Grande de Tomelloso. Han pasado ocho años desde la última vez que este genio de las tablas estuvo en nuestra ciudad. Hablamos con él en aquella ocasión en los camerinos del Municipal, ahora lo hacemos por teléfono. Vino con “Misterios del Quijote” y mañana representará “Los dioses y Dios”. En este tiempo han cambiado muchas cosas, hemos sufrido una pandemia, el teatro lleva el nombre de Marcelo Grande y creamos La Voz de Tomelloso. Lo que no ha variado es el idilio de Tomelloso y su público con Rafael Álvarez —el teatro se inauguró en 2003 con una obra suya, “Una noche con El Brujo”—, la función tiene todo el papel vendido.

Le gustaría venir a El Brujo a Tomelloso —un lugar con un público muy aficionado al teatro, reconoce— más a menudo, nos confiesa, cada año o cada dos, volver con una obra nueva. El último Premio Corral de Comedias se siente más cómodo con “un estilo de pueblo” a la hora de hacer teatro que con el oropel del cine o la televisión. Con más de medio siglo de carrera y una capacidad de trabajo abrumadora, Rafael Álvarez, mantiene cinco obras en cartel y se sigue divirtiendo cada vez que se sube a un escenario.

—Vuelve El Brujo a Tomelloso, un lugar donde siempre es bien recibido…

—Para mí es siempre una satisfacción volver a Tomelloso, tiene un público muy adicto al teatro. Me consta que están prácticamente todas las localidades vendidas para el sábado. Pero ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve, ocho años nada menos. Esa es la pena, que no pueda volver cada dos años con una obra nueva. Me gustaría mantener una relación con el público de Tomelloso como la tengo con el de Valencia, Sevilla, y otras muchas ciudades a las que regreso cada año o cada dos años con un montaje nuevo. Si todo va bien, a ver si podemos volver en un año o dos.

—¿Se siente querido en Castilla-La Mancha?

—En los pueblos de Castilla-La Mancha tengo mucho tirón de público ya que he trabajado mucho esa zona. He hecho muchas giras durante mucho tiempo, más de treinta años, a través de la Red de Teatros regional. Y, sobre todo, por el Festival de Almagro, que es un referente… Y el de Chinchilla, que no hay que olvidarlo.

—Y viene a Tomelloso con “Los dioses y Dios”, la adaptación de una comedia de Plauto, ¿qué vamos a ver el sábado en el Marcelo Grande?

—Vengo con una obra, de las dos que tengo en cartel, estrenadas en el Festival de Mérida. El año pasado se estrenó “Iconos o la exploración del destino” y la que traigo a Tomelloso “Los dioses y Dios”, que es de 2021. Es una adaptación muy libre, en tono de humor, de la comedia “El Anfitrión” de Plauto.

—¿Ha hecho Dios a los hombres a su imagen y semejanza o hemos sido nosotros los que hemos creado dioses que se nos parezcan?

—En el montaje hay mucho humor, como digo, pero también hay un trasfondo importante de filosofía. En la comedia de Plauto, Júpiter se hace pasar por humano para tirarse a la mujer de un humano. Estas cosas de los romanos… Pero en la obra hay una reflexión acerca de la condición divina y del misterio de la divinidad. Todas las civilizaciones han pensado en Dios, en una fuerza que controla el Universo, que controla la vida. Y ahora, la física moderna está descubriendo que, a lo mejor, el concepto de Dios como un señor con barba sentado en una nube está obsoleto y para mentes más infantiles. Como dicen los grandes físicos, las leyes del Universo reflejan una inteligencia que está operando, aunque muchas veces no la veamos. Pero siempre se descubre alguna ley, a través de las indagaciones de un científico, que explica alguna circunstancia desconocida. Si en el Universo hay una inteligencia, esa es divina, si no, esto sería un caos y una falta de sentido.

—Usted presume de su relación con el público. En una entrevista reciente, cuando recibió el Premio Corral de Comedias, aseguró que se lo pasa muy bien con “un estilo de pueblo” a la hora de hacer teatro, ¿es cierto?

—La verdad es que sí, me siento mucho más cómodo. Cuando yo empezaba, quería hacer cine, que me fascinaba y series en televisión. El cine tiene esa relación con el mundo del glamur, los grandes festivales, Hollywood incluso… Cuando empecé a descubrir la libertad, el gozo y lo maravilloso que es conectar con esos públicos sencillos de los pueblos y llevarles la cultura, los mitos clásicos, explicándoselos con sentido del humor y mucho cachondeo, disfruto tanto que no lo cambiaría por nada.

—¿Todavía se lo sigue pasando bien sobre un escenario?

—Muchísimo, me lo paso muy bien.

—¿Cómo es capaz El Brujo de tener cinco obras en cartel y ser capaz de llevarlas a buen puerto?

—Lo hago porque estoy muy entrenado ya. Tú estás muy baqueteado y cada vez tienes una capacidad mayor de reacción, y la memoria crece, además. Tengo buena memoria y la conservo.

—Un repertorio, el de Rafael Álvarez centrado en autores clásicos. Solo la “Autobiografía de un Yogui” es el único montaje con texto del siglo XX, ¿a qué se debe esa circunstancia?

— La “Autobiografía de un yogui” es un libro del siglo XX muy importante, es un bestseller de espiritualidad, de ciencia, de cosmología y de yoga. Pero en el sentido de lo que llaman en la India el Raja Yoga, que es la meditación. Aunque el yoga es una cultura unitaria, es la unión de la mente humana con la mente divina.

También hice hace tres años “El alma de Valle-Inclán”, basado en “Divinas palabras”, otro autor del siglo XX. Pero sí, en general represento los autores clásicos.

—Denunciaba hace ocho años que la sociedad ha (hemos) permitido la devastación del teatro…

—Lo hemos permitido todos, los actores, la prensa, la sociedad en su conjunto. Si piensas detenidamente que al fútbol, a clubes como el Real Madrid o el Barça o a uno pequeño como al Tomelloso le ponen el IVA al diez por ciento y al teatro al veintiuno, esto indica una disfunción total, o una intención patológica. No es comprensible que un gobierno haga eso con el fútbol y sin embargo, penalice al teatro. Si este hecho no nos invita a reflexionar de por donde van los tiros, es que no tenemos la suficiente perspicacia para percibir que esto significa la devastación de la cultura.

—En estos ocho años nos ha tocado sufrir la pandemia de la COVID, ¿ha servido ese hecho desgraciado para mejorar el teatro y la cultura en general?

—En cuanto se pudo salir, la gente iba con mucho entusiasmo al teatro, a pesar de la reducción que hubo de los aforos durante bastante tiempo. Creo que se revalorizó mucho el teatro, el público quería salir de casa; la gente quería que le hablaran, quería vivir, conectar con una visión de la vida donde se reflexiona y uno se anima. Era todo muy sombrío, pero hizo que el teatro se revalorizase.

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