Opinión

El colegio

Juan Romero Gómez | Domingo, 22 de Septiembre del 2024
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Recuerdos de mi niñez.

Una mañana al empezar el curso escolar era todo un acontecimiento de grandes detalles, que ahora pasan por la memoria y dejan una estela de lo que se hacía en esa mañana en la preparación de ponerme en marcha para ir al colegio.

Los primeros recuerdos son de una cocina, con bovedillas en el techo y con algunos clavos, donde se ponían a curar los blancos, algún que otro jamón, y los chorizos de la matanza del cerdo. Pero yo me centraba más en lo que estaba a mi alcance, como era un lebrillo, donde guardaban los rosquillos, las tortas de chicharras, y algún que otro mantecado de las últimas Navidades. 

También, tengo el recuerdo de mi madre cociendo la leche de vaca, que muy atento yo estaba esperando la nata que subiera y con el azúcar en el plato, para empezar a tomarla.

Y nunca se me olvidaré cuando me peinaba mi madre y me ponía colonia que aún recuerdo el olor, ese olor de mi infancia, y ya con la raya en el pelo y la colonia que duraba más de lo que debiera, así salía yo para el colegio con mi cartera, también elaborada por mi madre o mi abuela.

En la cartera llevaba un plumier de madera, y dentro una goma de la marca Milán, un lapicero, un sacapuntas, la enciclopedia Álvarez, y por Dios el catecismo que no faltara, y en ocasiones un bolígrafo de tres recambios, de los colores negro, azul y verde.

Y más detalles, vestía unos pantalones de mi hermano, que fueron color teja, y ahora yo los terminaba gastando en color beige claro.

Pero la infancia es donde los recuerdos, perduran con todo su valor y toda su nobleza.

Y así me presentaba yo en el colegio, en busca de la conquista de una vida.

En los colegios en esa época lo primero que se hacía era nada más pasar, formar en clase y escuchar unas palabras del maestro, ¡qué mal recuerdo, ya que eran siempre en tono amenazante! Acto seguido, ala, a cantar como siempre el cara al sol, y unos vivas y más vivas hacia Franco… Por cierto, tanto lo mueven que ya no sé dónde para.

En la clase también recuerdo que teníamos una estufa junto a la pizarra, que siempre la borraban los mismos, tampoco se me olvida que el maestro fumaba tanto que los dedos los tenía amarillos, y que en las primeras mesas solo se podían sentar los hijos de los ricos, allí, junto a la estufa y junto al maestro.

Qué tiempos, ahora todo es distinto, todos tienen estudios más o menos, nosotros, sin estudios, hemos competido con el mundo, y ahora el mundo compite y manda sobre los que saben.

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