Nos son conocidas, de
ellas, ya nos hablaba en clase García Pavón, las diatribas poéticas mantenidas
entre Quevedo, Lope de Vega y Góngora. Aquellos versos de Góngora a Lope: “Por
tu vida, Lopillo, que me borres/ las diez y nueve torres del escudo, /porque,
aunque todas son de viento, dudo/ que tengas viento para tantas torres.” O los
de Quevedo al cordobés. “Yo te untaré mis versos con tocino/ porque no me los
muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas,
cual mozo de camino”. Tampoco se libro de ellos Cervantes y su Quijote. ("De
poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos en cierne para el año que viene;
pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quixote”.
Lope en carta al Duque de Sessa.)
Góngora acusaba de borrachos a Quevedo y a Lope, (“Hoy hacen
amistad nueva/ más por Baco que por Febo/ don Francisco de Que-Bebo/ don Félix
Lope de Beba”). A él le calificaban de “morisco”; a Quevedo de “cegato”, etc. Pero se trataba de insultos ingeniosos, como
salidos de las plumas sus ingenios.
En tiempos modernos, fue famoso el enfrentamiento entre dos
poetas conocidos, compatriotas, que, sin duda, aspiraban a ejercer el liderazgo
de la poesía hispanoamericana. Me refiero a los chilenos Ricardo Eliécer
Neftalí Reyes Basoalto, conocido como Pablo Neruda (1904- 1973), y Vicente
García-Huidobro Fernández (1893- 1948), más conocido como Vicente Huidobro, al
que se uniría el también compatriota Pablo de Rokha, seudónimo de Carlos
Ignacio Díaz Loyola (1894- 1968).
Neruda y Huidobro representaban las tendencias incompatibles
del creacionismo y de la lírica sin pureza, la poesía impura, a la vez bella y
sucia, manchada del sudor del trabajo, “oliente a orina y a azucena”.
La confrontación estaba predestinada. Solo faltaba encender la mecha. Y la explosión se produjo. Como suele acontecer, no es ninguno de los luego contendientes, el que la prende. En la revista “PRO”, en su n. º 2, de noviembre de 1934, quien resultó luego ser el abogado, político y escritor chileno de origen judío, y llamarse Volodia Valentín Teitelboim Volosky (1916- 2008), publicó, sin firma y sin comentarios, en paralelo, los poemas 30 de ”El jardinero “ de Rabindranath Tagore, traducido por Zenobia Camprubí y dado a conocer en 1917, y el 16, de “20 poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda, publicado en 1924. Lo anterior fue recogido, en enero de 1935, por la revista VITAL que dirigía Vicente Huidobro.
Las similitudes tan enormes entre ellos hicieron que se acusara
a Neruda de plagiario y tal consideración, éste se la atribuyó a Huidobro y a De
Rokha contra los que arremetió furiosamente con expresiones como las de estos
versos que no recuerdan por su finura, a
los de los clásicos anteriores:
“CABRONES / Hijos de puta. / Jamás acabaréis conmigo. / Tengo
lleno de pétalos los testículos / Tengo poesía y vapores / Incendio en mis
veinte poemas, / Y me cago en la puta que os mal parió / Vidobros, / A mí no me
alcanzáis ni con anónimos, / Ni con saliva.”
O en estos otros, del poema titulado “Aquí estoy”, que es a
los que queríamos llegar:
“Permitidme cagarme en vuestras cosas y en vuestras abuelas,
/ Y en las revistillas de jóvenes ombligos / En que derretís las últimas
chispas que os salen del culo. /De nada vale vuestro nombre de pila traducido
al francés, / Como convinche al juda cursi, / De nada venir de Talca dispuestos
a ser genios, / Os mato / Os mato con espumas y sacrificios / Os meo /
Envidiosos, ladrones / HIJOS DEL HIJO DE LA
SUEGRA DE LA PUTA / Os meo eternamente en vuestros hígados y en vuestros hijos,
/ Os meo en la fuente del corazón, que habéis cubierto de estiércol / Y habéis
alimentado de estiércol y habéis asesinado con estiércol”.
Es a la expresión figurada con letras mayúsculas, a la que
quería referirme, por mi deformación profesional de jurista:
HIJOS DEL HIJO DE LA SUEGRA DE LA PUTA
A Neruda, en su ímpetu insultador, le brota esta frase que, en
su propósito injurioso. La considera ingeniosa para llamar, alambicadamente, hijos
de puta a sus críticos. Pero incurre con
ella en múltiples errores o fallos por los que la flecha pudiera no dar en la
diana. Veámoslo.
Solamente, si los
destinatarios del insulto fueran hijos del hijo de la suegra de la puta, habidos
con ésta, serían hijos de puta, pues el pretendido dicterio hace aguas por
dos conductos:
1º.- Si siendo nietos de la suegra, (hijos del hijo) lo
fueran de otro u otros hijos distintos del casado con la meretriz, pues aun
siendo “hijos del hijo de la suegra”, al no ser estos maridos de la
rabiza, no son hijos de ella.
2º.- Tampoco les alcanzaría el insulto si, aun descendiendo
del hijo casado con la furcia (“hijos del hijo de la suegra de la puta), no
fueran hijos de ella, sino de él con una mujer distinta.
Y no creo que ésta fuera una puerta de escape ante una
posible demanda por injurias que hubiera dejado abierta de intento, dados los
otros ultrajes descarnados y redondos.
Madrid, 16 de octubre de 2024.
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