Recientemente he tenido la oportunidad de leer algunos
artículos que hablaban sobre la nueva “poesía digital” y quiero mostrar aquí mi
opinión sobre este nuevo término que se ha asociado como calificativo a un tipo
de poesía, con bastante mala fortuna y,
en mi opinión, con cierto desconocimiento de lo que significa el término digital.
Es evidente que para opinar de algo es preciso tener un mínimo conocimiento, de lo contrario podemos incurrir en importantes errores que pueden llegar a derivar en equívocos e interpretaciones sesgadas. Soy ingeniero y creo que tengo cierta autoridad en el tema como para poder explicar el significado de digital y su antónimo analógico. En lo que se refiere a la literatura no me considero poeta, pero si he leído y escrito bastantes artículos, cuentos, ensayos y algún libro de poesía y libros técnicos de programación y robótica, como para, con el permiso de los más doctos, opinar sobre el tema. En todo caso vaya por delante mi respeto a los maestros poetas y escritores.
Comenzaré diciendo que el mundo que nos rodea, el
universo y nosotros mismos, en lo que se refiere al cuerpo y a la mente, somos
analógicos. Desde el punto de vista ontológico la palabra digital se atribuye a
sistemas matemáticos y electrónicos que utilizan señales de tipo digital. El
“mundo digital” desde el punto de vista conceptual es un espejo del mundo real
que ha sufrido lo que en ingeniería llamamos una discretización o
cuantificación. Pongamos un ejemplo
sencillo: Cuando hablamos, se producen unas perturbaciones acústicas de
naturaleza ondulatoria (ondas acústicas) que contienen mensajes; estas señales,
cuando llegan al micrófono de nuestro teléfono sufren una digitalización para
poder ser procesadas por el sistema y enviadas al receptor (otro teléfono) que
hará lo contrario, reconstruirá la señal digital de nuestra voz codificada y la
convertirá en un sonido. En este proceso se ha perdido cierta información que
en términos absolutos se convierte en una pérdida real del valor de la señal
primigenia. Esto pasa con el sonido, la luz, la imagen, la temperatura y todos
aquellos parámetros que nos revelen información del mundo físico y se procesen
digitalmente.
Si usted escucha una orquesta en vivo y directo lo
hará con la perfección absoluta del sonido (sonido analógico), si lo hace a
través de una grabación perderá matices (sonido digital) que un buen melómano
sabrá distinguir. Si usted amplia una foto vera que esta formado por pequeños puntos de color llamados “pixeles”
que son la consecuencia de una discretización de la imagen que llega a su
cámara digital. Pregúntenle a un fotógrafo sobre la calidad de una foto
analógica o digital.
Bueno creo que ha quedado más o menos claro: El
universo, nuestro mundo y nuestra mente son analógicas. Las máquinas procesan
valores de manera digital y esto, como decía antes, desde el punto de vista
ontológico es una pérdida de valor y pureza.
Calificar la poesía en poesía analógica o digital,
perdóneme los poetas digitales, es una manera de “maltrato de la poesía en su
esencia”. No estoy refiriéndome, en todo caso, a los soportes o los medios de
comunicación que se usan modernamente para comunicar la poesía, eso es otra
cosa, me refiero a la poesía en su esencia. Entiendo la comodidad que pueda
suponer el uso del término para distinguir un poema escrito en una servilleta
de papel a un poema montado en forma multimedial, pero corremos el peligro de
confundir a los que manejan el término. Tampoco hemos de confundir el impacto
emocional o en los sentidos que produce la contemplación de un vídeo, una foto,
un collage o un sonido sintetizado electrónicamente, esto es otra cosa. La
poesía no esta en el soporte o en el medio que la transporta, la poesía es una
emoción gestada en nuestro cerebro ante el mundo físico, que trata de explicar
e incluso reinventar la realidad a través de la ensoñación.
Foto
de Sharan Pagadala en Unsplash
Sin lugar a dudas nos vemos obligados a describir el
concepto poesía, para lo cual necesariamente hemos de irnos a nuestra Real
Academia de la Lengua Española para buscar lo que se dice de esta palabra. Y
dícese de la poesía en la primera de las acepciones del vocablo en el
diccionario de la RAE: f. Manifestación de la belleza o del sentimiento estético
por medio de la palabra, en verso o en prosa.
La
pregunta inmediata es ¿Cómo es la belleza y el sentimiento, analógico o
digital? Creo que es evidente que se trata de una cualidad analógica totalmente
inmanente al mundo real en toda su extensión incluyendo lógicamente las
emociones y los sueños que un cerebro es capaz de generar y procesar. Sí, los
sueños también son analógicos, como el amor, la ira, el miedo, la vergüenza,
los dioses, la muerte y la vida.
¿Por qué
hablar de poesía digital? ¿Acaso pretendemos digitalizar al ser humano también?
No. Por mi condición de ingeniero trabajo temas relacionados con la robótica,
la IA la IoT la multimedia, el sonido, las imágenes etc. y desde luego no puedo
asimilar que la poesía, insisto, en su esencia mas pura, tenga que ver con
estas tecnologías que yo manejo y en las que me considero autorizado para
hablar. Amo la literatura y la poesía tanto como la ciencia y la tecnología, me
fascina lo mismo el vuelo de una mariposa, que un algoritmo fractal o que la
física cuántica, pero creo que aún no ha llegado el momento del “trashumanismo”, aunque posiblemente esté por
llegar y lo haga en el futuro. Cuando salgo al campo y miro la caída del sol en
el atardecer me conmuevo y repaso en mi memoria aquel poema que leí el día
anterior de un poeta analógico.
Foto de Clem Onojeghuo en Unsplash
A menudo
converso con la IA Generativa y solicito que me ayude a crear una imagen o a
matizar un concepto. Creo que tengo mediano dominio del ChatGPT y otros “primos
suyos” pero soy consciente de que hablo con una máquina digital que, aunque
pueda emular la escritura de un poema, lo que escribe no es un poema es el
resultado de un mecanismo de inferencia conectado a una red neuronal a través
de una interface hombre-máquina muy rápida, muy eficaz, pero carente absolutamente
de creatividad y razonamiento. Se esta trabajando, es verdad, en la nueva IA
General y en “bots” (autómatas conversacionales) que van a emular el
“razonamiento humano”, pero aún no se ha llegado a construir una IA que compita
y supere al ser humano. Me encantará poder usarla, pero creo que ya no estaré
en este mundo para verlo.
Cuando
le pido a la IA de Copilot que me genere una imagen, lo hace, y a veces, lo
hace bien, pero nunca me creará un Velázquez, un Goya o un Picasso. No nos
debemos equivocar, no hay psicotrópicos capaces de sumergirnos en un mundo
real, todos son ensoñaciones derivadas, eso sí, del “sótano del inconsciente”;
ya lo dijo Carl Jung cuando nos hablaba de los arquetipos y su conexión
con el arte y la creatividad. El mundo
digital, hemos de reconocerlo, nos ha aportado a la humanidad un crecimiento
inimaginable, la adquisición de un bienestar material fabuloso, pero nuestra
mente y nuestra “conciencia local” siguen un “patrón ancestral” inherente a la
genética: Somos predadores desde los tiempo de
las cavernas e inventamos a los dioses para superar el miedo y explicar
el misterio, pero en ningún caso podemos ser emulados plenamente por las máquinas.
En mi
opinión, este siglo, es tremendamente fascinante en lo que se refiere a los
avances que estamos viendo y nos quedan por ver. Pero no olvidemos la
disfuncionalidad cultural que arrastramos siendo herederos de un mundo en donde
una ciencia empirista, determinista y newtoniana nos ha llevado frente al “gran
océano cósmico” sin una evolución espiritual adecuada. La ciencia, lo reconozco
tristemente, a castrado en cierto modo, hasta ahora, la espiritualidad humana.
No miento si digo que hay numerosos
premios Nobel que han llegado a las fronteras del conocimiento y se han
encontrado sin herramientas para
explicar esta dimensión espiritual del ser humano, mentes que después de un
largo recorrido dedicado a la ciencia se han plantado y acogido a la idea de un
universo creado con “inteligencia”, un universo no determinista en el que falta
una pieza muy importante a la que podemos llamar “dios”.
La nueva
física afortunadamente si tiene en cuenta este principio de causalidad y, en
los dominios de la denominada “física cuántica”, se empiezan a despejar algunas
incógnitas que refrendarán aún más el carácter analógico del universo en este
siglo XXI de los prodigios. El mundo de las partículas cuánticas conserva
ciertos arcanos que despejaran dudas en el campo de la Inteligencia Artificial.
Los ordenadores del futuro no serán digitales, serán cuánticos. Asumiendo y
teniendo en cuenta, lo que ya el premio nobel y físico Roger Penrose postuló
junto con Stuart
Hameroff, en su teoría
de los microtúbulos, que podrían ser los responsables de nuestra conexión con
una “supra conciencia universal” o “conciencia cuántica” usando un patrón
fractal.
Perdón
por la explicación que trato de dar para demostrar que el “pensamiento digital”
ya está fuera de la moda y ahora hemos de hablar del “pensamiento cuántico”,
pero en ningún caso, de momento, de la “poesía cuántica”. Podría ser muy
sugestivo hacer un poema cuántico pero, en mi modesta opinión mejor hacerlo
analógico, como el universo.
Para terminar deseo dejar claro que me debo al respeto de los maestros en las artes y las letras. Con este artículo solo muestro mi pensamiento, no pretendo sentarme en cátedras que otros podrán ocupar mas dignamente que yo, pero mi espíritu renacentista, en lo que se refiere al conocimiento, me empuja a cuestionarme algunos mensajes. Estamos en una época en la que aparecieron los llamados “influencers” que a modo de pregoneros digitales se prodigan en hablarnos de modas y tendencias. Por las redes circulan montajes visuales y sonoros, trampantojos varios que pueden inducir a la confusión y confundirse con poesía digital. La poesía es algo muy serio para mí. Creo que el poeta observa, analiza y recrea el mundo de los sentimientos y las emociones desde una perspectiva netamente analógica. No debemos confundir el mensaje (contenido) con el modo de hacerlo llegar (continente). Los medios son meras herramientas pero no son el origen y el fin. No vale todo, porque buscando la liberación de la forma y el mensajero, corremos el peligro de caer en un cierto patetismo grosero, que nos confundirá.
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Viernes, 14 de Febrero del 2025