Opinión

Poesía Analógica versus Digital

José Manuel Ruiz Gutiérrez | Miércoles, 5 de Febrero del 2025
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Recientemente he tenido la oportunidad de leer algunos artículos que hablaban sobre la nueva “poesía digital” y quiero mostrar aquí mi opinión sobre este nuevo término que se ha asociado como calificativo a un tipo de poesía, con bastante mala  fortuna y, en mi opinión, con cierto desconocimiento de lo que significa el término digital.

Es evidente que para opinar de algo es preciso tener un mínimo conocimiento, de lo contrario podemos incurrir en importantes errores que pueden llegar a derivar en equívocos  e interpretaciones sesgadas. Soy ingeniero y creo que tengo cierta autoridad en el tema  como para poder explicar el significado de digital y su antónimo analógico. En lo que se refiere a la literatura no me considero poeta, pero si he leído y escrito bastantes artículos, cuentos, ensayos y algún libro de poesía y libros técnicos de programación y robótica, como para, con el permiso de los más doctos, opinar sobre el tema. En todo caso vaya por delante mi respeto a los maestros poetas y escritores.

Comenzaré diciendo que el mundo que nos rodea, el universo y nosotros mismos, en lo que se refiere al cuerpo y a la mente, somos analógicos. Desde el punto de vista ontológico la palabra digital se atribuye a sistemas matemáticos y electrónicos que utilizan señales de tipo digital. El “mundo digital” desde el punto de vista conceptual es un espejo del mundo real que ha sufrido lo que en ingeniería llamamos una discretización o cuantificación. Pongamos un  ejemplo sencillo: Cuando hablamos, se producen unas perturbaciones acústicas de naturaleza ondulatoria (ondas acústicas) que contienen mensajes; estas señales, cuando llegan al micrófono de nuestro teléfono sufren una digitalización para poder ser procesadas por el sistema y enviadas al receptor (otro teléfono) que hará lo contrario, reconstruirá la señal digital de nuestra voz codificada y la convertirá en un sonido. En este proceso se ha perdido cierta información que en términos absolutos se convierte en una pérdida real del valor de la señal primigenia. Esto pasa con el sonido, la luz, la imagen, la temperatura y todos aquellos parámetros que nos revelen información del mundo físico y se procesen digitalmente.

Si usted escucha una orquesta en vivo y directo lo hará con la perfección absoluta del sonido (sonido analógico), si lo hace a través de una grabación perderá matices (sonido digital) que un buen melómano sabrá distinguir. Si usted amplia una foto vera que esta formado  por pequeños puntos de color llamados “pixeles” que son la consecuencia de una discretización de la imagen que llega a su cámara digital. Pregúntenle a un fotógrafo sobre la calidad de una foto analógica o digital.

Bueno creo que ha quedado más o menos claro: El universo, nuestro mundo y nuestra mente son analógicas. Las máquinas procesan valores de manera digital y esto, como decía antes, desde el punto de vista ontológico es una pérdida de valor y pureza.

Calificar la poesía en poesía analógica o digital, perdóneme los poetas digitales, es una manera de “maltrato de la poesía en su esencia”. No estoy refiriéndome, en todo caso, a los soportes o los medios de comunicación que se usan modernamente para comunicar la poesía, eso es otra cosa, me refiero a la poesía en su esencia. Entiendo la comodidad que pueda suponer el uso del término para distinguir un poema escrito en una servilleta de papel a un poema montado en forma multimedial, pero corremos el peligro de confundir a los que manejan el término. Tampoco hemos de confundir el impacto emocional o en los sentidos que produce la contemplación de un vídeo, una foto, un collage o un sonido sintetizado electrónicamente, esto es otra cosa. La poesía no esta en el soporte o en el medio que la transporta, la poesía es una emoción gestada en nuestro cerebro ante el mundo físico, que trata de explicar e incluso reinventar la realidad a través de la ensoñación.

Foto de Sharan Pagadala en Unsplash

Sin lugar a dudas nos vemos obligados a describir el concepto poesía, para lo cual necesariamente hemos de irnos a nuestra Real Academia de la Lengua Española para buscar lo que se dice de esta palabra. Y dícese de la poesía en la primera de las acepciones del vocablo en el diccionario de la RAE: f. Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.

La pregunta inmediata es ¿Cómo es la belleza y el sentimiento, analógico o digital? Creo que es evidente que se trata de una cualidad analógica totalmente inmanente al mundo real en toda su extensión incluyendo lógicamente las emociones y los sueños que un cerebro es capaz de generar y procesar. Sí, los sueños también son analógicos, como el amor, la ira, el miedo, la vergüenza, los dioses, la muerte y la vida.

¿Por qué hablar de poesía digital? ¿Acaso pretendemos digitalizar al ser humano también? No. Por mi condición de ingeniero trabajo temas relacionados con la robótica, la IA la IoT la multimedia, el sonido, las imágenes etc. y desde luego no puedo asimilar que la poesía, insisto, en su esencia mas pura, tenga que ver con estas tecnologías que yo manejo y en las que me considero autorizado para hablar. Amo la literatura y la poesía tanto como la ciencia y la tecnología, me fascina lo mismo el vuelo de una mariposa, que un algoritmo fractal o que la física cuántica, pero creo que aún no ha llegado el momento del  “trashumanismo”, aunque posiblemente esté por llegar y lo haga en el futuro. Cuando salgo al campo y miro la caída del sol en el atardecer me conmuevo y repaso en mi memoria aquel poema que leí el día anterior de un poeta analógico.

Foto de Clem Onojeghuo en Unsplash

A menudo converso con la IA Generativa y solicito que me ayude a crear una imagen o a matizar un concepto. Creo que tengo mediano dominio del ChatGPT y otros “primos suyos” pero soy consciente de que hablo con una máquina digital que, aunque pueda emular la escritura de un poema, lo que escribe no es un poema es el resultado de un mecanismo de inferencia conectado a una red neuronal a través de una interface hombre-máquina muy rápida, muy eficaz, pero carente absolutamente de creatividad y razonamiento. Se esta trabajando, es verdad, en la nueva IA General y en “bots” (autómatas conversacionales) que van a emular el “razonamiento humano”, pero aún no se ha llegado a construir una IA que compita y supere al ser humano. Me encantará poder usarla, pero creo que ya no estaré en este mundo para verlo.

Cuando le pido a la IA de Copilot que me genere una imagen, lo hace, y a veces, lo hace bien, pero nunca me creará un Velázquez, un Goya o un Picasso. No nos debemos equivocar, no hay psicotrópicos capaces de sumergirnos en un mundo real, todos son ensoñaciones derivadas, eso sí, del “sótano del inconsciente”; ya lo dijo Carl Jung cuando nos hablaba de los arquetipos y su conexión con  el arte y la creatividad. El mundo digital, hemos de reconocerlo, nos ha aportado a la humanidad un crecimiento inimaginable, la adquisición de un bienestar material fabuloso, pero nuestra mente y nuestra “conciencia local” siguen un “patrón ancestral” inherente a la genética: Somos predadores desde los tiempo de  las cavernas e inventamos a los dioses para superar el miedo y explicar el misterio, pero en ningún caso podemos ser emulados plenamente por las máquinas.

En mi opinión, este siglo, es tremendamente fascinante en lo que se refiere a los avances que estamos viendo y nos quedan por ver. Pero no olvidemos la disfuncionalidad cultural que arrastramos siendo herederos de un mundo en donde una ciencia empirista, determinista y newtoniana nos ha llevado frente al “gran océano cósmico” sin una evolución espiritual adecuada. La ciencia, lo reconozco tristemente, a castrado en cierto modo, hasta ahora, la espiritualidad humana. No miento si digo  que hay numerosos premios Nobel que han llegado a las fronteras del conocimiento y se han encontrado sin  herramientas para explicar esta dimensión espiritual del ser humano, mentes que después de un largo recorrido dedicado a la ciencia se han plantado y acogido a la idea de un universo creado con “inteligencia”, un universo no determinista en el que falta una pieza muy importante a la que podemos llamar “dios”.

La nueva física afortunadamente si tiene en cuenta este principio de causalidad y, en los dominios de la denominada “física cuántica”, se empiezan a despejar algunas incógnitas que refrendarán aún más el carácter analógico del universo en este siglo XXI de los prodigios. El mundo de las partículas cuánticas conserva ciertos arcanos que despejaran dudas en el campo de la Inteligencia Artificial. Los ordenadores del futuro no serán digitales, serán cuánticos. Asumiendo y teniendo en cuenta, lo que ya el premio nobel y físico Roger Penrose postuló junto con Stuart Hameroff, en su teoría de los microtúbulos, que podrían ser los responsables de nuestra conexión con una “supra conciencia universal” o “conciencia cuántica” usando un patrón fractal.

Perdón por la explicación que trato de dar para demostrar que el “pensamiento digital” ya está fuera de la moda y ahora hemos de hablar del “pensamiento cuántico”, pero en ningún caso, de momento, de la “poesía cuántica”. Podría ser muy sugestivo hacer un poema cuántico pero, en mi modesta opinión mejor hacerlo analógico, como el universo.

Para terminar deseo dejar claro que me debo al respeto de los maestros en las artes y las letras. Con este artículo solo muestro mi pensamiento, no pretendo sentarme en cátedras que otros podrán ocupar mas dignamente que yo, pero mi espíritu renacentista, en lo que se refiere al conocimiento, me empuja a cuestionarme algunos mensajes. Estamos en una época en la que aparecieron los llamados “influencers” que a modo de pregoneros digitales se prodigan en hablarnos de modas y tendencias. Por las redes circulan montajes visuales y sonoros, trampantojos varios que pueden inducir  a la confusión y confundirse con poesía digital. La poesía es algo muy serio para mí. Creo que el  poeta observa, analiza y recrea el mundo de los sentimientos y las emociones desde una perspectiva netamente analógica. No debemos confundir el mensaje (contenido) con el modo de hacerlo llegar (continente). Los medios son meras herramientas pero no son el origen y el fin. No vale todo, porque buscando la liberación de la forma y el mensajero, corremos el peligro de caer en un cierto patetismo grosero, que nos confundirá.

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