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Luis Cobos: «Castilla-La Mancha me lo ha dado todo»

El director y compositor criptanense recibe este sábado en Albacete la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha, un reconocimiento que le emociona “por venir de los míos, de mi gente”

Francisco Navarro | Sábado, 31 de Mayo del 2025
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Universal y manchego, Luis Cobos (Campo de Criptana, 1948) ha llevado la música a las casas, a los coches, a las plazas y a los teatros del mundo, sin perder nunca de vista sus raíces. “Castilla-La Mancha me lo ha dado todo”, confiesa con emoción. El próximo 31 de mayo, el Palacio de Congresos de Albacete acogerá el acto institucional del Día de la Región, donde se le concederá la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha.

A sus 76 años, Cobos sigue en plena actividad, el pasado 24 de mayo dirigió a la Primitiva de Llíria en el Palau de la Música de Valencia, en un concierto benéfico a favor de los voluntarios de la DANA. “El Palau lleno y la verdad es que fue un concierto muy emocionante”, nos cuenta. Hablamos con él de bandas, vocación, tradición, vanguardia, divulgación musical, inteligencia artificial y, sobre todo, del tesón que convierte la utopía en camino. La conversación es deliciosa y, tanto por parte de Luis Cobos como de su equipo, todo han sido facilidades para el periodista. Así da gusto.

—Maestro, el próximo sábado se le concede la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha. ¿Qué significa para usted este reconocimiento?

—Es un gran honor. Tengo cientos de premios, unos más importantes, otros menos, pero los que realmente tocan el corazón son los que te da tu tierra, tus compañeros, tu gente. Esos llegan con la sensibilidad a tope. Yo soy ciudadano del mundo, he viajado mucho, pero sigo manteniendo una casa en mi pueblo para no perder la raíz. Castilla-La Mancha me lo ha dado todo. Tengo, creo, ocho apellidos manchegos. Mi padre era de Herencia, mi abuelo de Las Labores de San Juan, tengo familia en Villarta, Villarrubia, Campo de Criptana, Alcázar… Y estudié en Ciudad Real. Este reconocimiento me emociona profundamente.

—Campo de Criptana es un referente regional en la música. Como criptanense imagino que su vocación musical se despertó pronto…

—Campo de Criptana es un referente y un caso único. Antes no era tan frecuente como ahora tener escuelas de música por todas partes; Criptana era un oasis musical. De unos trece mil habitantes, hay más de mil doscientos músicos. ¡El diez por ciento de la población! Mi padre y todos mis hermanos eran músicos aficionados, yo fui más estudioso y seguí por impulso. Pero la banda, la Filarmónica Beethoven, me contagió la emoción y la vocación por la música. Me enseñó que la música se entrega sin esperar ningún reconocimiento económico. Luego me profesionalicé, pero siempre intento que la profesión no me aleje de la vocación.


—El concierto en el Palau de la Música de Valencia fue también un acto de solidaridad. La música, en estos tiempos, tiene mucho de servicio, ¿no cree?

—Sin ninguna duda. Y tenemos una suerte enorme en España, junto con Holanda y Estados Unidos, somos uno de los países con más bandas del mundo. Pero en cifras absolutas, aunque parezca increíble, España tiene más bandas que Estados Unidos. Y eso hay que valorarlo. Las bandas no solo forman músicos: son un elemento de cohesión social, son escuela de vida. Son —como me gusta decir— los guardianes de la excelencia musical. Porque los cuadros se conservan en una pinacoteca, los libros en una biblioteca… pero la música, si no se interpreta, no existe. Las partituras en un cajón no suenan solas. Las bandas, las orquestas, los coros también, son quienes dan vida a la música.

—Como nos ha dicho, usted se formó musicalmente en una banda…

—Y yo me crie en una banda. Sigo tocando y soy director honorífico de varias agrupaciones. La semana pasada regresé de Badajoz, donde hicimos un concierto con músicos de las 27 bandas profesionales de España, un proyecto precioso de la Asociación de Artistas. Ha sido un mes muy bandístico, con programas distintos en cada sitio. Un trabajo duro, pero profundamente gratificante. Me mueve la música, me mueve mi tierra, me mueven las bandas. En ellas me formé y descubrí el valor real de la música. Y me alegra decir que Castilla-La Mancha está empezando a convertirse también en un referente musical. Ahí estamos.

—En su momento, usted dio un giro del pop a la música orquestal. ¿Se ha cumplido su propósito de acercar la música clásica al gran público?

—Lo del pop, el soul y el blues, fue un entremés. Cuando tuve éxito, recuperé mi vocación, la música instrumental, orquestal, lírica… Quería llevar la orquesta sinfónica a todos lados: a los coches, a las casas. Y lo conseguí. Muchos músicos hoy me dicen “yo empecé por usted, porque mi padre me ponía sus discos”. El primer disco de zarzuela vendió un millón de copias en España y otro millón fuera. ¡Un disco de zarzuela! Fue una revolución. Y tuve la suerte de tener como primeros managers a dos tomelloseros de pro, nada menos que a los hermanos Tito y León Heredia.

—Durante un tiempo, algunos sectores lo criticaron por “ponerle ritmo a Beethoven”. ¿Siente que el tiempo le ha dado la razón?

—Bueno, yo a los puristas siempre los llamé los que fuman puros. (Ríe). Hay quien se erige en protector de no sé qué… Lo mío era claramente un proyecto de divulgación, con calidad, con las mejores orquestas del mundo. Y funcionó. Se trataba de llegar a la gente. El tiempo pone todo en su sitio. Que los puristas sigan fumando puros. Yo sigo con lo mío.


—Muchos jóvenes castellanomanchegos tienen a Luis Cobos como referente. ¿Qué consejo les daría a quienes quieran dedicarse a la música?

—Que estudien, pero no necesariamente en un conservatorio si no van a ser profesionales. Que tengan un encuentro real con la música, con la que les emocione. Cualquier género vale, no hay géneros mejores o peores, solo música buena o mala. Y como decía mi abuelo: “No pretendas hacer solo lo que te gusta; procura hacer todo bien y te saldrá mejor la cuenta”. Si descubren su vocación, ya buscarán formación, técnica y entrenamiento. Pero el primer paso es la emoción.

—Durante más de dos décadas dirigió el Festival Internacional de Música Tierra de Gigantes, en Criptana. ¿Volverá?

—Ahora mismo está en paréntesis desde hace cuatro años. Pero espero que podamos retomarlo. Por allí han pasado grandes artistas y es un referente nacional. Criptana merece un festival así, en un lugar tan singular. Ojalá vuelva pronto.

—Además de músico, usted es presidente de la Asociación de Artistas. ¿Cuáles son los principales retos para los creadores?

—Tenemos muchos frentes abiertos, pero ahora el más preocupante es la inteligencia artificial. Los algoritmos se han apropiado de toda la música, los textos, las imágenes… sin permiso. No es una amenaza futura: ya ha pasado. Y exigimos una legislación que permita el desarrollo de la IA, pero sin suplantar al ser humano. La creación genera; la generación, como hace la IA, no crea. Además, exigimos transparencia: que se sepa qué obras han sido utilizadas y que se compense a sus autores. La tecnología avanza y las leyes siempre llegan tarde. No podemos permitirlo.

—¿Y qué le queda de todo este bagaje musical? Si tuviera que quedarse con algo, una sola cosa...

—Difícil, porque muchas veces hice cosas inspirado por otros o por casualidad. Como decía Cervantes a Sancho a través de Don Quijote: la suerte enemiga de las más grandes desgracias siempre deja una puerta abierta; búscala. Y yo he tenido la suerte de encontrar muchas puertas abiertas. ¿Con qué me quedo? Con el tesón, el trabajo, la ilusión para generar cosas. Con la utopía, que me parece fundamental. Como decía Galeano, la utopía sirve para caminar, pensar y crear, aunque no se alcance. Y también con esa idea de que la vanguardia no debe renegar de la tradición ni la tradición de la vanguardia. Se necesitan.

—¿Y qué le motiva a seguir tan activo, más allá de premios y reconocimientos?

—Creo que el no tener un proyecto musical y de vida cerrado. Yo no hice una lista de cosas por cumplir. He vivido confiando en lo que la vida me ofrece, y trabajando con las herramientas que me da, no con las que yo creo que debería darme. Y eso me mantiene en movimiento. Ahora tengo grabaciones, un concierto el 5 de julio en Criptana por el 175 aniversario de la banda… y todo lo preparo con orden, con pasión, sin un gran plan detrás. No he planificado no tener plan, simplemente no lo tengo. Y me ha ido bien así.

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