“Hoy los seres humanos hemos logrado dominar (casi) todo aquello que nos ha sido dado, pero no así descubrir de manera completa la realidad que encierra lo que somos”.
Decir ante todo que la acepción del concepto “cosa” que pretendo referir es aquella que define la R.A.E como “un objeto sin vida” no queriendo entrar en el complejísimo intento de tratarla desde una perspectiva filosófica o jurídica, dimanantes de ideas o conceptos mentales, aunque bien es verdad que muchas de ellas hayan sido y sigan siendo consecuencia de darle al "coco" de manera admirable.
Las cosas como entes inventados por las personas como medios para poder disfrutar de una vida más cómoda, más humana, aunque eso quizá quedaría reservado a los bienes, conceptos no siempre coincidentes, siendo este último un término muchísimo más acotado que el de cosa, pero este sería otro tema a desarrollar junto al de "valor y precio".
Creo que la civilización de los últimos cincuenta años es la civilización de la perfección de las cosas; cuando dentro de un tiempo pase a la historia no creo que se la recuerde por la brillantez de sus ideas políticas, artísticas o filosóficas, (disciplina esta última que además es tratada por no pocos de manera despectiva por creer que se trata de un conocimiento vetusto y por lo tanto superado, exponente sin embargo de otras épocas donde la hicieron brillar grandes genios); sino que lo hará por el altísimo grado de perfección alcanzada en el descubrimiento de artilugios admirables, muchos de ellos auténticas obras de ingeniería y complejísimos cálculos matemáticos, resultando ser perfectos en sí mismos. Una perfección que hace referencia a la obtención inmejorable de lo investigado.
Se diría, pues, que los seres humanos actuales habríamos dejado de buscar la perfección en el mundo de las ideas abstractas, inaprensibles, para hacerlo en el de lo concreto y tangible, algo necesario para nuestro propio bienestar y dimensión material…y a fuer de ser sinceros que lo estamos consiguiendo.
Llegados a este punto: ¿puede ser una cosa un ente perfecto?, algo que es inerte, ¿puede llevar ese calificativo? Yo digo que sí. Me baso al afirmarlo en el hecho de que una cosa tiene la característica de poseer entidad propia y responder de manera total a aquello para lo que fue concebida. Eso sí, se trataría de una perfección limitada, exclusiva y excluyente, estática, lejos de poseer una perfección universal. A este nivel podemos decir que nuestra inteligencia es capaz de lograr la perfección cósica o material.
Sin embargo, no deja de resultar curioso y objeto de reflexión, que aun siendo capaces de inventar tantísimas cosas que hacen de nuestras vidas un mundo lleno de avances, estemos aún en mantillas respecto de lograr la perfección de nosotros mismos; que no terminemos de encontrar la tecla que lance al viento una ecuación que despeje la gran incógnita de quiénes somos, una norma universal que haga de nuestras vidas en relación algo medianamente soportable.
Quizá esta pueda ser la hora feliz en que la humanidad, una vez encontrado el camino de la perfección material, intente recuperar la senda abandonada que nos lleve a buscar y encontrar nuestra completa identidad. Esa perfección que hemos sido capaces de conseguir en todo lo que de nosotros depende…buscándola en nuestro mundo, en nuestra realidad interior.
Quizá también sea este el momento idóneo para intentar la búsqueda más importante, radical y definitiva que nos haga más inteligentes y agradecidos en descubrir quiénes somos en realidad. Porque resulta penoso que toda esa labor lograda, no se vea culminada, alumbrada y explicada plenamente por algo que es anterior a ella. Quizá lo que nos falte a los seres humanos hoy, positivos, pragmáticos, resolutivos, sea dedicar un tiempo en transitar por el camino que nos lleve a darnos una “explicación de "quienes somos”.
Para ello creo que deberíamos comenzar por aceptar de manera natural y en su verdadera dimensión la única “cosa” cierta y común que no podemos sortear, una “cosa” que evidentemente nos acaba sucediendo a todos: la muerte; pero no tratada como un abismo oscuro e incomprensible, sino como el necesario desembarco en una orilla situada enfrente de la que partimos. Es en la muerte donde las personas despejamos la última incógnita de nuestra existencia y encontramos por fin la explicación a nuestra verdadera dimensión.
El gran problema que tenemos para buscarnos y así encontrar nuestra perfección es ignorar la primera ecuación de la existencia: ser descendiente, ser “consecuencia” de una realidad anterior. Sin este dato, imprescindible e inexcusable, la explicación a nuestra existencia jamás podrá ser resuelta. Porque nosotros no somos cosas, ni bienes, sino personas, es decir unos seres relacionales, abiertos y que en consecuencia poseemos de manera intrínseca una entidad que no termina en nosotros mismos sino en la relación con todos los demás.
A diferencia de la perfección de las cosas, la de los seres humanos no es excluyente, exclusiva, estática y cerrada, sino que posee una dimensión tan dinámica, abierta y trascendente que supera el aquí y el ahora y por lo tanto se escurre entre los dedos del tiempo y del espacio.
Se trata pues, de una perfección a la que solo podremos aproximarnos mientras nuestra “existencia esté en camino” y que por tanto la encontraremos plenamente más allá de nuestra particular historia. Esa es la perfección a la que debemos aspirar para acabar conociéndonos y encontrándonos con nosotros mismos.
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Viernes, 6 de Junio del 2025