Hace algo más de una semana que Araceli Olmedo fue
homenajeada en la jornada “Mujeres que cultivan el futuro”, que organizó la
Asociación de Empresarios de la Comarca junto a ASAJA de Tomelloso por su trayectoria
incansable y por su ejemplo inspirador. Junto a ella, fueron reconocidas
también Ana Serna, Mari Carmen Navarro y Mamen Mota, por su apuesta valiente
por la agricultura, la ganadería y el relevo generacional, respectivamente.
Días después charlábamos con Olmedo y nos confesaba que
recibió el reconocimiento con gratitud, pero con pudor y humildad. “Fue por una
trayectoria”, nos decía, “pero yo ya estoy retirada, o eso se supone, aunque mi
agenda diga otra cosa”. Y es que, su compromiso con todo lo que ha defendido
sigue igual de vivo que siempre “Mi lucha ha sido larga —reconocía—, pero ahora
toca ver con alegría que las que vienen detrás pisan fuerte y saben muy bien
por qué pelean”. Siempre combativa, echa de menos a más mujeres al frente de
las cooperativas o las organizaciones agrarias
El agua no tiene color
Durante la conversación, Araceli Olmedo insistió una y otra
vez en unos de los motivos de su vida, el de la dignidad del campo. Porque ella
no solo fue la primera mujer en presidir una comunidad de regantes del acuífero
23 —la más numerosa entonces, con sede en Alcázar de San Juan—, sino que lo
hizo en tiempos en los que ser mujer en un mundo de hombres requería no solo
conocimiento y esfuerzo, sino también temple y una paciencia militante. “Tuve
siempre el respeto de mis compañeros, y eso es algo que agradezco. Mis regantes
me eligieron y me apoyaron. Donde encontré más guerra, eso sí, fue en la política”,
nos contaba.
Olmedo, que no habla desde el resentimiento, sino desde la tranquilidad
de la experiencia, señalaba que “el agua me enseñó que no tiene color, y eso me
hizo aprender que por encima de los partidos están las personas”. Es por eso
que mantiene un discurso sin aristas, sino con raíces. Y de ellas ha brotado
una generación de mujeres que vienen pisando fuerte, como sus compañeras de homenaje,
Ana Serna, Mari Carmen Navarro y Mamen Mota.
“Ya no somos mujeres florero, somos mujeres de verdad, de
la buena”
“Comparten algo muy importante conmigo: la esperanza. Las vi
con esa energía que solo da la juventud cuando tiene claro su propósito. Están
cultivando no solo el futuro, sino una manera nueva de habitar el campo, con
profesionalidad, con decisión, con fe en lo que hacen”. Olmedo insistió en la
importancia de abrirles camino, de darles espacio, de reconocerles su sitio en
un sector que durante décadas ha invisibilizado el esfuerzo callado de las
mujeres. “Ya no somos mujeres florero. Somos mujeres de verdad, de la buena”.
Cuando le preguntamos por los inicios, nuestra interlocutora
se remontó a la época de las mulas y los surcos bajo el sol, a cuando el campo
era un sacrificio extremo y la mecanización era apenas un sueño. “Era duro para
los hombres —recordaba—, pero aún más para las mujeres. Ellas hacían de todo:
ayudaban en el campo, llevaban el papeleo de las explotaciones, cuidaban de la
casa, de los hijos, de los mayores... y todo eso sin sueldo, sin título y sin
reconocimiento”. De ahí su firme defensa de una memoria que no debe borrarse ni
edulcorarse, “esas mujeres no necesitan un aplauso, necesitan cuatro estatuas y
un sueldo. Porque han sostenido el campo sobre sus espaldas”.
“Estoy muy enfadada con lo que pasa con nuestros
agricultores”
Con la misma vehemencia criticó la situación actual del
agricultor, marginado por unos precios injustos. “Estoy muy enfadada con lo que
pasa con nuestros agricultores. Los que se endeudan, los que arriesgan, los que
madrugan… acaban vendiendo a precios de miseria, mientras en la tienda te
clavan casi dos euros por un kilo de melones”. En ese sentido, Olmedo aboga por
el consumo local, “yo pido producto de aquí. Las mujeres, que llevamos la
compra, tenemos poder. Y debemos ejercerlo. Primero, que sea español; luego,
que sea manchego; y si puede ser de Tomelloso, mejor”.
La jornada del pasado sábado sirvió para algo más que un
reconocimiento, fue una confirmación de que el legado de mujeres como Araceli
Olmedo no ha caído en saco roto. Que su palabra, su ejemplo y su lucha siguen
inspirando a quienes hoy recogen su testigo. Ella lo tiene claro: “no me hacen
falta estatuas. Me basta con saber que nuestras mujeres agricultoras ya tienen
voz, ya tienen fuerza, ya tienen su sitio. Eso sí que es un premio”.
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Martes, 17 de Junio del 2025
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