Este mes con nuestro Psicólogo Sanitario Tonino Tarquini, tratamos un tema tan controvertido como fascinante:
la locura. Un concepto difícil de definir, cargado de historia, prejuicios y
profundas implicaciones filosóficas. La locura sigue siendo, hoy más que nunca,
un espejo incómodo que nos confronta con nuestros propios límites como
individuos en diferentes contextos.
Cualquier
experiencia vital no es un camino recto y sencillo, es un recorrido, una cuerda
floja enganchada a dos extremos: el orden y el caos. La vida sin un poco de
locura seria muy previsible y tal vez aburrida. Pero al mismo tiempo la vida
sin orden o sin un poco de equilibrio seria compleja. Mantener la estabilidad
como un funámbulo por encima de este sutil hilo que separa la razón del delirio
es tarea diaria que llevamos a cabo todos o casi todos, conscientemente o
inconscientemente .
Por “locura”
solemos entender una pérdida o alteración del uso adecuado de la razón. Pero
esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿qué entendemos por “adecuado”?
¿Adecuado para quién, para qué cultura, en qué momento histórico? Lo que una
sociedad o grupos de iguales considera normal, otra puede verlo como motivo de
evitación o rechazo. Así nace la primera gran controversia: la locura es un
concepto profundamente relativo, moldeado por normas sociales y culturales que no son universales.
Una historia de miedo, exclusión y fascinación
A lo largo
de los siglos, la locura ha sido vista con temor, incomprensión y rechazo.
Asociada a lo irracional y lo peligroso, se ha intentado corregir o eliminar.
Sin embargo, también ha despertado fascinación cuando aparece ligada al genio,
la creatividad o lo trascendental. Desde la Antigüedad, la locura fue
considerada una pérdida de razón inexplicable. En la mitología y los textos
religiosos, se vinculaba al castigo divino o la posesión espiritual.
Hipócrates, el padre de la ética medica, fue de los primeros en interpretarla
como resultado de desequilibrios de los humores corporales.
Durante la
Edad Media, esta visión se volvió aún más oscura: la locura se asoció al mal y
se trataba con castigos crueles en lugar de curarlo. Más tarde, en la Edad
Moderna, se crearon instituciones para aislar a los llamados "locos",
muchas veces en condiciones infrahumanas. Se les excluía ya que sus conductas
se interpretaban como amenaza al orden social.
No fue hasta
el siglo XX cuando nació la psiquiatría moderna, cuando la locura comenzó a
clasificarse como “trastorno mental” y de forma más especifica relacionada con
trastornos como la esquizofrenia,
paranoia, psicosis, etc. Sin embargo, el enfoque médico más que solucionar y aclarar determinados
tipos de alteraciones o desvíos de la normalidad, trajo consigo nuevas formas de exclusión. Se
construyeron manicomios donde, más que tratar, se ocultaba a quienes no
encajaba en los cánones culturales.
Hoy, el
término “locura” ha perdido peso en el lenguaje clínico por ser ambiguo y
estigmatizante. Pero la idea de locura persiste en el imaginario colectivo, y
muchas veces se usa para descalificar lo que no comprendemos.
Entre el genio y la locura
Existe una
larga tradición que vincula la locura con la genialidad. Grandes figuras como
Leonardo da Vinci, Vicent Van Gogh, Beethoven, John Nash o Isaac Newton fueron
catalogadas de “locos” por su forma diferente de pensar y sentir. Se ha
especulado, sin pruebas concluyentes, sobre una conexión entre ciertas
condiciones mentales y la creatividad.
Algunos de
estos genios manifestaron síntomas de trastorno bipolar, esquizofrenia o
idealizaciones paranoicas. Y, sin embargo, fue precisamente esa forma distinta
de ver el mundo la que dio lugar a revoluciones artísticas, científicas y
filosóficas. Locura y creatividad comparten algo esencial: la capacidad de
romper con lo establecido, y el potencial de ver y sentir las cosas de forma
diferente.
Detrás de
muchos diagnósticos, a veces limitantes, hay personas con un talento
extraordinario y una sensibilidad emocional intensa. Paradójicamente, las
mismas características que los hacen especiales, los empujan al aislamiento, lo
que a menudo agrava su malestar psicológico.
¿Estamos todos un poco desbordados?
En el
contexto actual, marcado por la presión constante, muchas personas experimentan
formas sutiles de malestar psíquico: ansiedad, insomnio, agotamiento emocional.
No se trata de una locura clínica, pero sí de señales de una sociedad que no
permite la fragilidad, el descanso ni la diferencia. Quizás no estemos todos
“locos” en un sentido médico, pero sí vivimos desbordados. La obligación de
encajar y aparentar estabilidad genera tensiones internas que se manifiestan
como pequeñas grietas: emociones reprimidas, disonancias cognitivas,
comportamientos que se salen del guion.
La vida
moderna se parece a una cuerda floja tendida sobre el abismo de la locura. A
veces cruzamos con equilibrio, otras veces caemos. Lo importante es dejar de
temerle tanto a la caída. Porque la locura no siempre destruye: también puede
revelar, transformar, liberar y permitir avanzar.
Una invitación a mirar con empatía
En lugar de
excluir, categorizar o castigar lo que no comprendemos, deberíamos abrir un espacio
de escucha, cuidado y comprensión. La locura no es una amenaza externa, sino
una posibilidad interna que todos llevamos intrínseca y que puede presentarse
en cualquier momento. La locura a veces creativa, otras veces dolorosa, pero
siempre humana.
Como decía
Michel Foucault, la línea entre la razón y la locura no es objetiva ni justa:
ha sido dibujada históricamente por el poder. Tal vez todos llevamos dentro una
parte de genio y de loco. Y tal vez reconocer esa parte sea el primer paso para
vivir con más empatía y menos miedo.
No se trata
de evitar a toda costa la locura, se trata de conocerla, aceptarla y si
necesario danzar con ella.
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Domingo, 22 de Junio del 2025
Sábado, 21 de Junio del 2025
Sábado, 21 de Junio del 2025